"En el año 1971 hubo dos hechos significativos en el Uruguay: la izquierda aprende de las demandas sociales y se une en el Frente Amplio y también aparece públicamente la primera edición de "Las venas abiertas de América Latina" de Eduardo Galeano. Han trascurrido casi 50 años. Estamos parados en la mismísima situación que él denunciaba", analiza Juan Castillo, presidente del Partido Comunista uruguayo y ex secretario del PIT-CNT (la central de trabajadores oriental) mientras mira asombrado las noticias sobre Bolivia en los televisores de la redacción de El Destape. Junto a Fernando Gambera, secretario de Relaciones Internacionales de esa central sindical, visitaron Buenos Aires para difundir el trasfondo de la disputa electoral que este domingo definirá si el partido de izquierda uruguayo, que lleva ya 15 años de transformación social, logra renovar la confianza del electorado bajo la figura del ingeniero Daniel Martínez. Enfrentado, Luis Alberto Lacalle Pou del Partido Nacional busca este 24 de noviembre hacerse con el poder por cinco años, con discursos e intenciones similares a las de Mauricio Macri.
Estas elecciones Uruguay realizó el primer debate electoral entre los distintos candidatos. ¿Qué les pareció el resultado final de los mismos?
JC: El debate televisivo se está instalando ahora, no tienen historia en las elecciones del Uruguay. No hay antecedentes para medirlo. Hay que ver cuánto incide en el comportamiento del electorado uruguayo. Eso es un enigma, sabemos que estamos ante una elección reñida, en la que no solo pesan las cuestiones locales, sino también el escenario internacional. Es un buen ejercicio ver también desde afuera cómo se vio.
FG: Los comentarios que he visto, sumado a los que presenciamos, más allá de las pertenecías de cada uno que nos quitan objetividad, lo que pasó antes de la primera vuelta y ahora es que Luis Alberto Lacalle Pou, quien lidera la representación opositora, no hizo muchas propuestas. Los doce puntos del acuerdo programático al que llegaron dicen poco. Desde el punto de vista de los trabajadores organizados, nos preocupa más lo que no se dice que lo que se dice. Es un buen ejercicio ver también desde afuera cómo del Uruguay cómo se vio.
Bueno, si se tuviera que comparar con lo que fue nuestra primera experiencia, la de 2015, personalmente percibí muchos puntos de contacto entre los discursos de Mauricio Macri y el candidato del Partido Nacional. Y en especial una insistencia en la reducción del déficit en paralelo con una baja de tarifas e impuesto, que son instrumentos con los que el Estado recauda para achicar dicho déficit. ¿En Uruguay se discute el caso ejemplificador de Cambiemos en Argentina?
JC: El doctor Lacalle Pou expresa las concepciones regresivas, de derecha, con concesiones en el programa neoliberal, eso es lo que le promete al electorado. Es verdad que usa reiteradas veces que la izquierda del uruguaya no logró solucionar el déficit fiscal. Pero cuando desde el debate parlamentario hicimos propuestas para reducirlo a través de modificar la principal fuente de egreso, como es el caso de uno de los elementos que más incide, la previsión social de las Fuerzas Armadas, que genera $600 millones de perdida anual, no lo aprobaron, lo rechazaron. Es un discurso vacío de contenido y una práctica totalmente adversa al discurso que exponen. Es cierto que nosotros también colocamos en la campaña que lo que proponen para nuestro país es lo que ya no quiso más el pueblo argentino tras cuatro años de implementación. Está en el electorado ahora poder analizarlo y obrar en consecuencia.
Lacalle Pou también fue muy enfático con implementar una "ley de urgente consideración" que no termina de decir de qué se trata...
FG: Empezó en 300 artículos, ya van 500 y no han hablado de ninguno. Ahí contiene el ajuste que no quiere explicitar. El paralelismo con los cuatro años de Mauricio Macri es inevitable.
JC: La constitución de la República le permite al gobierno recién instalado que en los primero 100 días de gobierno pueda remitir un proyecto de urgente consideración, conocido como Ley de Emergencia, aunque obviamente no estamos en una emergencia. Es solo el punto de vista de los grupos económicos que apoyan al Partido Nacional. Por eso sus contenidos estamos convencidos que no son populares. Ahí debe haber cambios en las políticas inclusivas del Frente Amplio, reducción de derechos. Puede que hayan leyes que modifiquen los estándares de la negociación colectiva, los consejos del salario. Como las medidas que contienen pueden ser recortes antipopulares, no las hace públicas. Nosotros se la demandamos, para ver que no haya un programa oculto. Deberían transparentarlo porque puede pasar que una cantidad significativa de uruguayos voten por un programa que no conocen y que pueda ser en contra de ellos mismo.
¿Cuáles son las asignaturas pendientes del Frente Amplio?
JC: Como gestión de Gobierno, en lineas generales hay que atender, que es la parte de mayor crítica por parte del electorado, la preocupación por la inseguridad pública que hay. El crecimiento de la violencia, el delito, es cierto que si bien no es un tema exclusivo del Uruguay, es un tema con el que convive América Latina y el Mundo, impacta fuerte en nuestro país. Desde el punto de vista laboral, salario, calidad de empleo, jubilaciones, estructuras, educación, salud, todo mejoró pero como crecen los índices del delito, se transformó en el tema central de la población uruguaya. Ha comprado mucho el discurso de la derecha de que si llegan, impondrán el orden. Esto está potenciado por el anterior Comandante y Jefe de las Fuerzas Armadas (Guido Manini Ríos), que crea un partido pólitico y obtiene el apoyo de un 10% de la población. Ahí hay un tema, al delito es necesario reprimirlo, pero no la represión generalizada. Debemos buscar medidas de más rápida respuesta, como es el caso de las cámaras en la vía publica, que sirven para ser utilizadas por la Justicia. Más policía asignado al control y la seguridad civil, tobilleras para proteger a la mujer ante el crecimiento de los femicidios. Políticamente hablando, ya no como medidas, la izquierda se merece un proceso de discusión bien profundo y de ver cómo logramos involucrar a nuestra población, militantes y organizaciones sociales en un proceso político de cambio. Que puedan formar parte y que no sientan que la izquierda viene a gobernar para alguien, sino con ellos.
En el plano sindical, cómo se pretende accionar un eventual gobierno de Lacalle Pou ante cualquier ajuste que se busque implementar, ya que Uruguay ha quedado como uno de los países con mayor poder adquisitivo, frente a la caída económica de sus vecinos, como es nuestro caso.
FG: Tenemos que prepararnos para cualquiera de los dos escenarios. El movimiento sindical en Uruguay tiene una marca que viene de nuestra más profunda historia, una independencia que desde le 2005 hasta acá hemos consensuado que eso no significa ser indiferentes. Coincidimos que no es lo mismo el Uruguay antes y después de ese año. En cualquier escenario va a estar difícil. Martinez va a tener una presión parlamentaria muy fuerte, y en caso de ganar Lacalle se consolidaría la re instalación de un gobierno conservador. En cualquier caso vamos a tener que tener un primer tiempo de resistencia, cubriendo que no se nos quiten los derechos que hemos venido obteniendo, tanto en lo sindical como en lo social. Evidentemente, en cualquiera de las dos hipótesis, el escenario es complicado y que pauta unos primero tiempos de resistencia y de movilización en la calle. Al mismo tiempo, debemos hacer autocrítica en un debate abierto desde las fuerzas sociales para que se recupere ese entramado social que le daba sustento a las fuerzas políticas progresistas y que a la misma vez facilitaban la inserción de la gente. Para que los avances que se conquistan no se vean como una gracia divina, sino el resultado de esa lucha. En términos de la seguridad social, no hay una realidad tan grave pero lo que se siente no se discute y si se siente, por algo es. No tratarlo con entidad termina facilitando la aparición de líderes mesiánicos como Manini Ríos, que solo en 48 horas tuvo dos comentarios muy desafortunados.
JC: En el peor de los escenarios, en el caso de que la izquierda no se mantenga en el gobierno, no va a ser tan fácil para la derecha colocar su programa. Porque efectivamente, nadie se va a quedar de brazos cruzados viendo como nos quitan los derechos y le achacan todas las responsabilidades a la izquierda. Si es eso lo que nos prometen, prometemos lucha.
Hay una cuestión objetiva, con la caída del poder adquisitivo en los países de la región por el ajuste brutal de los gobierno de derecha, el Uruguay es, según las concepciones pro mercado de la derecha, "poco competitivo". ¿Cómo consideran que se podrían buscar formas de reducir esa estructura sin la necesidad de ajustar y afectar a la población?
JC: Nosotros no nos compramos el discurso de derecha de que el Uruguay está tan mal. Han logrado instalarlo. ¿Pero en qué mundo estamos parados hoy? Ya vamos cuatro años de disputa mundial sobre quién dirige los destinos, entre China y Estados Unidos y que ha llevado a cambiar el orden mundial. En algunos momentos, Rusia o Japón han sido actores relevantes. La Unión Europea pesa menos que años atrás. Esto también forma parte de la realidad. En América se le agrega que es el continente con una pésima distribución de la riqueza y donde la inmensa mayoría de los pueblos de América reciben migajas del fruto de la producción. En nuestra región del Mercosur no se han aprovechado los instrumentos de estructura para la integración real. En los últimos tiempo se ha logrado dinamitar el proceso de integración para remitirlo muy menguadamente a una escasa y relativa unión aduanera. Eso hay que mencionarlo, porque sino la autocrítica de la izquierda es por una fiesta a la que no ha sido invitada. En Uruguay al menos se ha demostrado que con una más justa distribución de la riqueza, también ha habido un margen de ganancia de la industria. Ya no se la llevan apalada como antes, aunque ninguno puede decir que en estos años haya perdido. Deberían sincerarse de que en este proceso de 15 años ninguno ha perdido, también le ha ido bien a ellos. La izquierda no tiene que tener vergüenza en seguir revindicando un proyecto en donde le de más derechos a los más desposeídos y créditos a los que nunca los tuvieron.