¿Condenados a la economía de la escasez?

03 de noviembre, 2014 | 18.03

Por Ricardo Delgado
Integrante del equipo económico del Frente Renovador de Sergio Massa
Especial para "El Destape"

En poco más de 400 días la Argentina tendrá un nuevo gobierno. La transición pudo haber sido más ordenada, menos incierta. Si el gobierno hubiese encarado con seriedad la lucha contra la inflación buena parte del camino sería más simple y los costos sobre la actividad económica menores. Pero la negación -incomprensible y sistemática- del proceso inflacionario fue destruyendo, progresivamente, la capacidad para crecer. Primero fue la inversión, que cayó 5 puntos en los últimos tres años. Casi en paralelo, las exportaciones perdieron velocidad y hoy son menores a las de 2012. Finalmente, desde este año, le llegó el turno del ajuste al consumo de las familias, que por la doble vía de la caída del salario real y del leve pero persistente deterioro del empleo, muestra una baja significativa por primera vez en la era kirchnerista. Hay que decirlo claramente: con una inflación de 40% la Argentina no puede volver a crecer. Y no se observa vocación alguna en el gobierno por encarar un programa serio y consistente de estabilización de los precios en lo que queda de la gestión.

Perpetuar la inflación equivale a perpetuar la recesión. Aunque paradójicamente, la caída de la actividad sea la "solución" que parece estar proponiéndose para enfrentar la escasez de dólares. Los errores de política económica de los últimos años y sus respuestas exóticas (como el cepo) llevaron a que las reservas del Banco Central pasaran de 52 mil millones de dólares en 2010 a algo más de 27 mil millones hoy. En el laberinto cambiario en donde se encuentra, el gobierno eligió proteger las reservas a costa de frenar las importaciones. La señal es clara; por un lado,no autogenerará una crisis externa. Por el otro, tampoco mejorará la actividad en 2015.

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No hay ninguna razón fundamental por la cual la Argentina deba tener inflación a estos porcentajes y perder dólares de manera sistemática. En Brasil una inflación al 6% le generó un desgaste tal a la gestión de Dilma que hasta se puso en duda su reelección. El nivel de reservas no es un problema siquiera en economías teóricamente más vulnerables y menos complejas que la argentina, como la peruana o la boliviana.

Una mala elección de política económica -no la supuesta crisis internacional, ni empresarios peores a los del resto del mundo- es la única responsable de la recesión y de la restricción externa que estamos atravesando. Haber perdido el superávit fiscal condiciona la libertad de acción de un estado que ya no cuenta con capacidad para emitir pesos ni para atraer dólares.

Para que "funcione", esta economía de la escasez necesita acuerdos menores de financiamiento, como el swap chino o las prefinanciaciones de las exportaciones de las cerealeras, y un Banco Central que administre el mercado cambiario en el corto plazo, operando tanto sobre los distintos precios como en las cantidades vendidas a importadores. Una típica función de tesorería. En tanto, el Tesoro "real" no ayuda, y aumenta su presión hacia una mayor emisión y esterilización a tasas elevadas con la que se benefician sólo los bancos.

Esta lógica mediocre concluye en algo más de 400 días. Los inversores lo saben, y por ello mantienen, con cautela, sus posiciones. Los activos argentinos son baratos en cualquier comparación, y las oportunidades están a la vista. Energía, minería, una agroindustria subexplotada, todos nichos que ante un cambio racional de reglas de juego posibilitarán un significativo flujo de inversiones en los próximos años.

Una señal muy firme hacia la estabilización de precios debería ser el primer paso, para ordenar expectativas y generar espacio para incentivar a las nuevas inversiones. Pero el compromiso más firme tendrá que ser con un nuevo régimen que le dé importancia a las instituciones económicas. De lo contrario, el péndulo que osciló una y otra vez alentando salidas exóticas (convertibilidad, cepo, cedines) volverá a aparecer. Y seguir condenados a la economía de la escasez será una vez más una realidad.