El giro ortodoxo de Dilma y el retorno de Tabaré Vázquez a la presidencia de Uruguay, quien ya había intentado negociar por su cuenta un tratado de libre comercio con Estados Unidos, tensionan al bloque regional.
Hace dos semanas, Dilma y Tabaré anunciaron en una cumbre bilateral en Brasilia que buscarían acelerar las negociaciones por un posible acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Si bien algunos medios informaron que se había llegado a un acuerdo para "excluir a la Argentina" en las negociaciones, Dilma remarcó que debían hacerse en el marco regional, aunque Tabaré Vázquez fue más enfático en pedir una mayor flexibilidad para, eventualmente, negociar en soledad.
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Sobre ese hecho, esta semana el semanario uruguayo Búsqueda publicó que el embajador de ese país ante la Unión Europea había sido removido por no querer avanzar en las negociaciones sin el consentimiento de la Argentina. Aunque luego la información fue desmentida, nadie duda de que el clima entre los socios del Mercosur están enrarecido, de cara a la cumbre CELAC-UE que se llevará a cabo la semana que viene y donde Brasil y Uruguay pretenden imponer en la agenda el eventual Tratado de Libre Comercio.
Lo sorprendente de este clima enrarecido es que, aún acelerando la mesa de negociación (en la cual falta nada menos que la oferta de los propios europeos), los plazos de un eventual acuerdo se miden en años, cuando no en décadas. Falta prácticamente todo: un acuerdo formal entre los bloques, la aprobación de ese acuerdo por los 28 parlamentos europeos, la aprobación en los parlamentos de los países del Mercosur, etc. Para tener una idea: solamente la traducción técnica del acuerdo en las 23 lenguas oficiales de Europa
demoraría dos años.
En el caso de Uruguay la explicación por el apuro puede encontrarse en la carencia: siendo un país pequeño sin industria que proteger, cualquier acuerdo que garantice una chance de mejorar la inserción de su producción primaria es bienvenido. A lo que se suma un cambio de gobierno que no fue neutral: mientras que Tabaré Vázquez ya coqueteó en su primer mandato por un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, Pepe Mujica se ocupó esta misma semana, de advertir que la Unión Europea está lejos de ser una panacea: "Si el mundo tiene incertidumbre, tenemos que darnos cuenta de que la única fuerza positiva está
en nosotros mismos", sentenció.
Más complejo es comprender a Brasil, quien sí tiene una industria y un mercado interno que proteger. En este caso la explicación puede encontrarse en el cada vez más notorio giro de Dilma Rousseff hacia la ortodoxia económica. Cada vez con mayor énfasis, distintas voces cercanas al gobierno de Brasilia comenzaron a hablar de una negociación a "dos velocidades" que permitiría una negociación ya no en bloque, sino por países, aunque manteniendo el paraguas del Mercosur.
Un documento elaborado por la poderosísima FIESP (Federación de Industrias de San Pablo), en los meses previos a las elecciones de fin de año pasado, transparenta el interés de los empresarios paulistas. El documento titulado "Propuestas de integración externa de la industria" enuncia en su segundo ítem que "el acuerdo Mercosur-UE es una prioridad inmediata de la política externa brasileña y debe ser finalizada antes del inicio de 2015. El acuerdo podrá ser también efectivo en velocidades distintas....con vistas al futuro, de una convergencia normativa entre los miembros del bloque".
Es decir, los empresarios brasileños ya pedían, antes de las elecciones, que Brasil se corte solo en la negociación con la UE. Apenas unos renglones abajo, se descubre lo que puede estar detrás de toda la estrategia por apurar el juego: "Estados Unidos: realizar estudios de viabilidad de un acuerdo comercial...."
Todavía más cerca en el tiempo, el pasado 27 de mayo, un vocero de otra importante cámara empresarial, la Confederación Nacional de Industria, advirtió desde las páginas de Estado do Sao Paulo que "es necesario negociar nuevos acuerdos de libre comercio que sirvan para proteger y promover la inversión brasileña en el exterior..."
La mala noticia es que si hasta ahora los gobiernos del PT contenían las ambiciones de estos sectores concentrados, las señales del segundo gobierno de Dilma van en sentido contrario. En plena campaña, Dilma había dicho que si ganaba Aécio Neves, vendría el ajuste y la destrucción del Mercosur. El ajuste ya está siendo hecho, y al menos en lo discursivo, el Mercosur como instancia de negociación colectiva con el mundo, aparece cuestionada.