La justicia noruega volvió a denegar hoy una demanda presentada por el neonazi Anders Behring Breivik, quien purga 21 años de cárcel por el asesinato en 2011 de 77 personas y reclamó condiciones "inhumanas" de detención.
Detenido en solitario desde hace 12 años en un centro de máxima seguridad, Breivik acusaba al Estado noruego de violar la Convención Europea de Derechos Humanos, que prohíbe las "penas o tratos inhumanos o degradantes", informó la agencia de noticias AFP.
Durante el juicio de cinco días celebrado en enero en la prisión de Ringerike, el extremista se presentó, a veces llorando, como una persona deprimida, adicta al antidepresivo prozac, y acusó a las autoridades de querer "empujarlo al suicidio".
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El Estado justificó el régimen carcelario y afirmó que Breivik, de 45 años, aún presenta "un riesgo absolutamente extremo de violencia totalmente descontrolada".
"Breivik recibe un trato especialmente bueno", testificó el director de la cárcel, Eirik Bergstedt.
Según describieron las autoridades, en prisión el detenido cuenta con tres espacios individuales -una celda de vivienda, una de estudio y un gimnasio- en el piso superior y en el piso inferior, que comparte con otro recluso (nunca al mismo tiempo), tiene cocina, sala de televisión, comedor y sala de visitas.
Tiene acceso a una pantalla plana, consola de juegos Xbox y tres periquitos, debido a su solicitud de tener mascotas.
El recluso ya había demandado al Estado noruego en 2016 por los mismos motivos y había ganado su caso en primera instancia, antes de ser desestimado por completo en apelación.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró entonces que la denuncia era "inadmisible" en sus instancias.
En este segundo juicio, su abogado, Øystein Storrvik, alegó que las autoridades no adoptaron suficientes medidas para compensar el aislamiento de su cliente, cuyas interacciones humanas se limitan al contacto con guardias, abogados y un pastor.
"Él no saldrá nunca (de la cárcel) y lo sabe", sostuvo Storrvik. "¿Se puede imponer una condena perpetua (de facto) e impedir cualquier contacto humano durante la ejecución de esta pena?", añadió.
Su abogado resaltó que Breivik había cometido tres intentos de suicidio y una campaña de desobediencia en 2018.
Luego hizo inscripciones con sus excrementos, incluida una esvástica, gritó "Sieg Heil" (expresión habitual en los mitines de la Alemania Nazi) y se declaró en huelga de hambre.
Pero dos peritos llamados como testigos consideraron que el detenido no estaba gravemente deprimido ni tenía tendencias suicidas.
"No da la impresión de que tenga un deseo real de morir", aseguró la psicóloga encargada de evaluar su peligrosidad, Inni Rein, al citar informes en los que Breivik habría reconocido que sus intentos de suicidio fueron una forma de presionar por sus exigencias.
El 22 de julio de 2011, Breivik colocó una bomba que mató a ocho personas cerca de la sede del Gobierno noruego en Oslo y luego mató a otras 69 personas, en su mayoría adolescentes, al abrir fuego en un campamento de verano de jóvenes laboristas en la isla de Utoya.
Fue condenado en 2012 a la pena máxima entonces vigente en Noruega, de 21 años de cárcel con posibilidad de extensión en caso de que siga considerándoselo peligroso.
Con información de Télam