El manotazo de ahogado del Banco Central que desreguló las operaciones de Leliqincrementó el riesgo sistémico e, incluso, no cumplió la función que los propios economistas utilizaron como excusa. Desde el Gobierno habían justificado tan peligrosa maniobra con el efecto derrame que generaría sobre la tasa de interés. Según los ultraortodoxos, al acumular ganancias extraordinarias muy superiores, los bancos aumentarían el retorno de los plazos fijos, pero no se dio así.
Tal como había advertido El Destape el 28 de marzo, el permiso de la autoridad monetaria para que las entidades financieras timbeen el 100% de sus depósitos (menos encajes) genera gran preocupación entre los entendedores del mercado. Por eso, cuatro días después los inversores de Wall Street se alejaron de las acciones de los bancos argentinos.
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La comunicación A6661 del Central, que preside Guido Sandleris, habilita a las financieras a recibir una mayor masa de ganancias extraordinarios. Para el Ejecutivo, este regalo se trasladaría a los ahorristas. Pero la realidad volvió a demostrar la obsolescencia de la teoría neoclásica, que aplican los economistas del PRO.
Sandleris ni siquiera consiguió acercar el interés pasivo y el activo. Mientras la tasa de las Letras de Liquidez operó al 68%, la de los depósitos a plazo que reciben los depositantes individuales se estabilizó en torno al 45% en los bancos comerciales.
Esta atrevida e inútil decisión fue a costa incrementar el riesgo del sistema financiero. En esa línea, hoy el ex viceministro de Economía Carlos Rodríguez afirmó que antes de las elecciones "se le viene un plan Bonex al Gobierno" por la crisis que atraviesa la Argentina. El economista afirmó que el país ha llegado a niveles de deuda impensados y manifestó que el Ejecutivo tomó decisiones de corto plazo para llegar a las elecciones. Pocos días atrás había expresado el mismo análisis Claudio Lozano. Antes de ellos dejaron registro de su temor por las Leliq el ex presidente del BCRA Alejandro Vanoli, el ex titular de la CNV Cristian Girard y el economista Agustín D’Atellis.