Jair Bolsonaro puso fin con un breve discurso a las dudas sobre si reconocerá los resultados electorales, pero fue lo suficientemente vago, escueto y escurridizo para que sus seguidores sigan denunciando fraude en las calles, rechacen la victoria en la urnas de Luiz Inácio Lula da Silva y, a partir de este miércoles, pidan abiertamente una "¡intervención federal ya!" de las Fuerzas Armadas, un eufemismo que aún los medios masivos y conservadores, como Folha do Sao Paulo y Globo, no dudaron en describir como un llamado "golpista".
Tres imágenes marcaron el día y demostraron que las palabras del presidente sirvieron para iniciar la transición institucional con el equipo designado por Lula, pero no para calmar la calle: 1. una multitud de bolsonaristas se juntaron frente al Comando Militar de Río de Janeiro para dejar en claro que no aceptan la victoria del dos veces ex presidente y veterano líder de la izquierda brasileña, y levantar una masiva bandera con el pedido "¡intervención federal ya!" de las Fuerzas Armadas; 2. decenas y decenas de piquetes de camioneros y autos de simpatizantes del presidente saliente que siguen en las rutas de gran parte del país, en concreto, en 65% de los estados; y 3. cientos de seguidores del mandatario haciendo el saludo nazi mientras cortaban una ruta en una localidad de Santa Catarina, el estado fronterizo con Misiones.
Luego que Bolsonaro rompiera el silencio, distintas fuerzas de seguridad lograron liberar cientos de piquetes en el país. Este miércoles, el número de cortes era mucho menor al de los últimos dos días: 156, según el portal del Globo, G1. Sin embargo, parecería que las personas que siguen movilizados son los más radicalizados, que piden abiertamente un golpe de Estado para evitar la asunción de Lula el próximo 1 de enero e, incluso, algunos de ellos no esconden ni disimulan sus posiciones neonazis o extremistas.
Después de dos días de ordenarle a la Policía Rodoviaria que liberen las rutas, el Supremo Tribunal Federal (STF), la corte suprema del país, pidió investigar a su titular, Silvinei Vasques, y decidió que sea la Policía Militar la que enfrente los piquetes, una postura que ya habían tomado al menos ocho gobernadores que habían movilizado a estas fuerzas. Además, pidió investigar a los camiones que lideran los bloqueos e imponer una multa de 100.000 reales (más de 19.000 dólares) por hora y detención, según Télam.
Algunos estados comenzaron a volver a la normalidad, pero otros no. Prueba de ello es que la Asociación Brasileña de Empresas Aéreas informó que puede haber desabastecimiento de combustible en las próximas horas, feriado nacional por el Día de los Muertos, según reportó la agencia de noticias ANSA.
Lula: silencio y transición
En medio de este clima de evidente crispación social, el presidente electo decidió no hablar desde su festejo el domingo por la noche. Lula recibió a Alberto Fernández el lunes en la ciudad San Pablo y habló sobre el encuentro y la relación bilateral argentina, pero esquivó alimentar el incendio que prendió Bolsonaro. Tanto él como la primera línea de su amplia coalición no están hablando. Dejaron actuar a la corte suprema, a los gobernadores y hasta jefes de Estado extranjeros que ejercieron presión para que Bolsonaro no disputara los resultados electorales.
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Pero este silencio no significa que están esperando que la crisis poselectoral se resuelva para comenzar a preparar su vuelta al poder. El futuro vice, Geraldo Alckmin, y los principales asesores y personas de confianza de Lula ya entablaron un diálogo con miembros del Gobierno de Bolsonaro y, según G1, el próximo martes el líder petista se reunirá en Brasilia, la capital, con la vicepresidenta de la corte suprema Rosa Weber y los titulares de las dos cámaras del Congreso federal, el senador Rodrigo Pacheco y el diputado Arthur Lira.
La corte demostró esta semana que será un actor central para garantizar la transición en estos últimos dos meses del Gobierno de Bolsonaro y el los dos titulares del Congreso serán claves en la negociación que sin dudas Lula ya comenzó para conseguir algún tipo de acuerdo con la mayoría legislativa que, aunque posee un sector importante de bolsonaristas, sigue dominada por el bloque conocido como Centrao, una alianza de partidos conservadores que se dicen de centro y que suelen negociar con los oficialismos de turno.