(Por Camil Straschnoy).- La inflación récord no cede en Europa, con un futuro marcado por la incertidumbre sobre cuánto tiempo más durará la guerra en Ucrania y la velocidad para cortar la dependencia del gas ruso, dos de los factores principales que explican esta alza de precios que provocó huelgas históricas, elevó la inseguridad alimentaria, devaluó el euro frente al dólar y genera el temor por una recesión en una economía que buscaba recuperarse del golpe de la pandemia.
La suba de precios en los 19 países que usan el euro como moneda única alcanzó el 8,6% interanual en junio, la marca más alta de la historia, en una escalada de la tasa que se aceleró desde el inicio de la invasión rusa el 24 de febrero.
La mayor causa de estos números inéditos es el precio de la energía por las sanciones y contrasanciones entre la Unión Europea (UE) y el Kremlin, que redujeron la oferta de suministro de petróleo, pero sobre todo de gas ruso, que hasta antes de la guerra representaba más del 40% de las importaciones de ese combustible en el bloque.
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"El gas ruso está subiendo de precio y esto está golpeando duramente a Europa, que ahora tiene toda esta inflación vinculada a la energía. Esto significa que todos los ciudadanos pagan enormes facturas, pero además, si el precio de la energía sube, también lo hace el de todos los bienes", explicó a Télam Maria Demertzis, directora adjunta de Bruegel, un think tank con sede en Bruselas que se especializa en economía europea.
"Esto genera una enorme desorganización. Las empresas no pueden tomar decisiones porque no saben qué cobrar, los consumidores se quejan porque cada vez que van al supermercado tienen que pagar más dinero. Así que los sindicatos están muy descontentos, exigen aumentos y convocan a huelgas", añadió.
En ese marco, los ferroviarios británicos realizaron su mayor paro en 30 años, los trabajadores portuarios alemanes bloquearon la actividad de las mayores terminales del país y empleados de las compañías aéreas y de aeropuertos de toda la UE frenaron el tráfico aéreo, en lo que son solamente algunos ejemplos de las protestas de las últimas semanas que tienen un denominador común: la exigencia de mejoras salariales ante el aumento del costo de vida.
También debido a este aumento de precios, casi la mitad de los británicos recortó sus compras habituales de alimentos, de acuerdo a cifras oficiales, mientras que en España crece el consumo de las marcas propias de los supermercados, generalmente más baratos, que ya copan más del 40% del mercado.
En Alemania, la demanda de los bancos de alimentos en todo el país aumentó "significativamente" desde principios de año y se duplicó en algunas zonas, según una vocera de Tafel, una red de estas instituciones que vienen sintiendo un crecimiento de su actividad desde la pandemia de Covid-19.
"Podemos datar el inicio del aumento de la curva de inseguridad alimentaria con la crisis de 2008. Luego se estabilizó y comenzó a descender en 2019, pero hubo un repunte con la llegada de Covid-19. El 2022 empezó de forma positiva, pero lamentablemente el estallido de la guerra trajo una ola de millones de refugiados a muchos países europeos", indicaron a esta agencia desde la Federación Europea de Bancos de Alimentos (FEBA), una entidad con sede en Bélgica que nuclea a organizaciones que brindan asistencia en 24 países del continente.
"Esta emergencia estuvo acompañada de un aumento de la inflación, que, sobre todo en los países europeos más frágiles -este y sur de Europa-, crece mucho más rápido que en los de mayores ingresos. Así que sin dudas la guerra en Ucrania está afectando la seguridad alimentaria en Europa", agregaron.
En un plano monetario, la preocupación que genera la economía europea llevó a que el euro cotice por debajo de 1,01 dólares por primera vez desde fines de 2002, elevando la presión para que el Banco Central Europeo suba las tasas de interés, tal como hizo la Reserva Federal (Fed) estadounidense para valorizar la moneda de ese país.
De fondo están los temores de recesión en la zona euro y de las turbulencias financieras alimentadas por un nuevo aumento de los precios de la energía en la región ante más reducciones en la importación de gas ruso.
"Como medida paliativa, los países estuvieron ayudando directamente a los hogares dándoles dinero para pagar su factura energética, pero más allá de eso, lo único que puede ayudar es bajar los precios de la energía, y para eso la guerra (en Ucrania) debe terminar", indicó Demertzis.
"Europa está desvinculando muy rápidamente su dependencia energética de Rusia. Será cuestión de meses, no de años. Pero aún son meses y mientras la guerra continúe, el precio de la energía seguirá siendo alto", reafirmó la economista, que trabajó en la Comisión Europea y en el Banco Central de los Países Bajos.
El gigante energético ruso Gazprom redujo en un 31% sus exportaciones de gas hacia los países no pertenecientes a la postsoviética Comunidad de Estados Independientes (CEI), entre ellos los europeos, según cifras de los últimos seis meses, que dan cuenta de los cambios que produjo la invasión, con un redireccionamiento del suministro hacia China e India.
El tránsito de gas ruso a través de Ucrania cayó en junio a su nivel más bajo, de acuerdo al operador de los gasoductos ucranianos, mientras que el Nord Stream 1, que va por el mar Báltico hasta Alemania, está funcionando en un 40% de su capacidad y desde el lunes dejará de operar, según Moscú por tareas de mantenimiento.
Esta caída del volumen de gas amenaza con elevar aún más los precios de la energía e incrementar la inflación, a pocos meses de que Europa empiece a demandar más suministro por el comienzo del frío.
Pero todavía en el verano boreal, hay señales que ofrecen cierto optimismo para la economía del continente: el resurgimiento del turismo tras levantarse las restricciones de la Covid-19, una tasa de desempleo baja en la UE (6,6% en mayo) y las políticas activas de muchos gobiernos para ayudar a los sectores que más lo necesiten.
Con información de Télam