Dos regiones separatistas, en el centro de la tensión mundial

¿Dónde están las dos "repúblicas populares" reconocidas por Rusia que encendieron todas las alarmas entre las potencias occidentales y la ONU? ¿Quiénes viven allí y cómo? ¿Por qué se levantaron en armas contra el Estado ucraniano hace ocho años?

22 de febrero, 2022 | 13.32

El gobierno de Vladimir Putin reconoció a las llamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk como Estados independientes y prometió enviarles tropas para "garantizar la paz" tras ocho años de guerra separatista con el Estado ucraniano. ¿Dónde están estas regiones que quedaron en el centro de la tensión entre Rusia y Estados Unidos? ¿Quiénes viven allí y por qué quieren ser independientes?

Dónde están

Donetsk y Lugansk son dos provincias del este de Ucrania, fronterizas con Rusia. Cada una tiene alrededor de 8.500 kilómetros cuadrados, es decir, entre las dos representan el 75% del territorio de la provincia de Tucumán. Además, antes del inicio de la guerra separatista, en 2014, la población conjunta de ambos superaba los 3 millones de habitantes. Miles de personas abandonaron sus casas en la región desde entonces para escapar de los combates, por lo que se sabe que esta cifra se redujo significativamente, aunque no hay datos oficiales. 

Aunque las milicias separatistas tomaron el nombre de las dos provincias para sus repúblicas, apenas controlan un tercio de los territorios provinciales. Ni siquiera controlan toda la frontera con Rusia en esa zona. Por eso, una de las grandes preguntas -a las que el gobierno de Putin está tratando de esquivar por estas horas- es si reconoce a estos dos nuevos Estados sobre todo el territorio provincial, según el mapa político ucraniano, o solo sobre la parte que realmente controlan.

Por qué son importantes

Durante los años soviéticos, esta región -conocida como el Donbass- estaba completamente integrada con la economía de la potencia vecina. Zona minera de carbón desde finales del siglo XIX, era una fuente central de materia prima para la industria pesada de la URSS e, incluso, muy cerca de allí, al lado, en la provincia ucraniana de Dnipropetrovsk estaba una de las ciudades cerradas soviéticas donde se producían misiles nucleares. Así de estratégica era la zona para Moscú hasta hace solo unas décadas. 

Esta integración económica se completaba con un vínculo cultural y social muy fluído. De hecho, en esa región ucraniana aún es más común hablar en ruso que en ucraniano, algo que no sucede en el oeste del país, más cerca de la frontera con Polonia, es decir, con la Unión Europea. Sin embargo, el uso diario del idioma ruso no es algo único de estas dos provincias, como lo demuestra que muchos soldados que el gobierno nacional envió a pelear en estos años contra los separatistas también hablan esta lengua. 

Muchos habitantes de esta región, especialmente los más grandes que aún recuerdan los años soviéticos, extrañan la importancia económica que supo tener la zona y, además, algunos beneficios del Estado comunista de aquella época que quedaron completamente desarticulados en las últimas décadas por sucesivos gobiernos que, aliados o rivales de Moscú, siempre mantuvieron una imagen muy negativa en todo el país por los altos níveles de corrupción.

Cómo se vive

2014 fue un año muy convulsionado para Ucrania y, especialmente, para esta región oriental. Primero cayó el último gobierno nacional pro ruso en Kiev; luego Rusia invadió y anexó la península de Crimea para garantizarse la continuidad de su base naval que le daba salida al Mar Negro y a través de él al Mediterráneo; y finalmente un grupo de milicias declaradamente pro rusas se levantó en armas en las capitales y partes de las provincias de Donetsk y Lugansk en rechazo de la nueva realidad política en la capital. 

El nuevo gobierno ucraniano tildó de títeres de Moscú a los milicianos, rechazó cualquier reclamo de autodeterminación, acusó a Rusia de armar y financiar a los separatistas y menos de dos meses después lanzó una guerra para recuperar el territorio, que aún hoy no logró ganar. Los milicianos, en cambio, aseguraron que el nuevo poder en Kiev estaba dominado por los sectores ultranacionalistas que habían ayudado a derrocar al anterior gobierno -y que ellos mismos se identificaban como neonazis- y prometían un Estado con mayor igualdad frente a la llegada de las recetas del FMI que experimentaba por entonces el resto del pais. 

Pero la realidad se impuso sobre los discursos. Hoy, tras ocho años de guerra de baja y mediana intensidad -en gran parte por los Acuerdos de Minsk que lograron frenar el momento más caliente del conflicto en 2014 e imponer un alto el fuego imperfecto-, la región sigue empobrecida y aislada. Quedó en el medio de un frente de batalla con las fuerzas ucranianas y una frontera rusa que, aunque permitía flujos no declarados, no abría realmente sus puertas a las personas o a intercambios económicos significativos.

El reconocimiento de Putin, más que una explosión masiva de patriotismo en la zona controlada por los separatista, generó esperanza de que la presencia de militares rusos ponga fin a los combates. Después de todo, dicen, no es lo mismo darle batalla a las Fuerzas Armadas ucranianas -cuya debilidad es aceptada por el propio gobierno en Kiev- que al poderoso Ejército vecino.

Qué cambia en la zona con el reconocimiento de Rusia

El gobierno ucraniano ya adelantó que para él no cambia nada. Las dos regiones sublevadas siguen siendo parte de Ucrania y el Estado peleará por recuperarlas. Para los separatistas, sin embargo, la decisión de Putin era el anuncio más esperado de estos ocho años. Ni bien se hizo público, el gobierno separatista en Donetsk emitió un pedido oficial de ayuda militar para enfrentar al Ejército ucraniano. Rusia respondió con una orden para enviar a "una misión de soldados de paz" a la zona para "garantizar la paz".

En otras palabras, el despliegue de tropas rusas tan temido y pronosticado por Estados Unidos y Europa. Sin embargo, hoy, cuando las sanciones de las potencias occidentales contra Rusia llovían y algunas golpeaban especialmente fuerte -como la decisión de Alemania de suspender la certificación de un nuevo gasoducto central para Moscú- el vice canciller ruso, Andrei Rudenko, aclaró que por ahora no habrá despliegue militar. "No especulemos. Por ahora nadie desplegará nada. Si hay una amenaza, entonces sin dudas proveremos de ayuda bajo el tratado que ha sido ratificado", sostuvo, alimentando aún más el clima de incertidumbre reinante. 

Mientras tanto, los ataques y las explosiones a lo largo del frente de batalla que hace años atraviesa las provincias de Donetsk y Lugansk se multiplicaron y se volvió a anunciar una víctima faltal: esta vez un miliciano en Lugansk. Ayer habían sido dos soldados de las Fuerzas Armadas ucranianas.