(Por Iván Gajardo Millas). La amenaza de la inmigración, la violencia, el deseo del regreso a una "Suecia racial y socialmente homogénea" y cambios en la percepción que los ciudadanos tienen de la ultraderecha contribuyeron al resultado de las recientes elecciones parlamentarias en el país escandinavo, que catapultaron a Demócratas por Suecia (DS), una formación de raigambre neonazi, e hicieron replegarse a la socialdemocracia, opinan expertos.
Las elecciones tuvieron como trasfondo la expansión de la OTAN incluyendo a Suecia y el aparente rediseño del paisaje político europeo con el ascenso de partidos de derecha xenófobos que multiplican su capacidad de capturar una base electotral entre poblaciones que no encuentran respuestas políticas en la dirigencia tradicional.
En una campaña centrada en la inmigración, las altas tasas de criminalidad (48 personas murieron por armas de fuego este año) y la inflación (9,8% interanual en agosto), el bloque de derecha formado por el Partido Moderado (PM), los demócrata cristianos (DM), los liberales (L) y el ultraderechista DS, logró una mayoría de 176 de los 349 escaños que integran el Parlamento (Riksdag),
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Hasta ahora los conservadores nunca llegaron al poder con el apoyo de la derecha radical, pero esta posibilidad se abre ahora que DS, con 73 escaños, se transformó en el socio más fuerte de ese bloque.
Este auge responde a varios factores, opinó consultado por Télam el escritor y profesor de Historia en la Universidad noruega de Bergen Ernesto Semán, y entre éstos destacó una "demanda de retorno a una vieja Suecia amenazada por la inmigración",
Entre los países nórdicos, Suecia es el que más inmigrantes incorporó, la mayoría de ellos de Siria, Irak y Finlandia. Actualmente hay más de dos millones, un 19,42% de su población, más del doble del porcentaje que este grupo representaba en 1990 (9,8%).
En este marco, según Semán, un factor gravitante es la creciente percepción por franjas importantes de la población de que esa "Suecia racial y socialmente homogénea" aún presente en la retina de muchos de sus ciudadanos, está amenazada por los conflictos y la violencia en las zonas más postergadas.
Y en esa idea de retorno a una Suecia más homogénea "la ultraderecha ofrece una respuesta a los cambios en la estructura social", aseguró el catedrático.
El experto argentino ubicó también como determinantes a factores de la coyuntura política, como que DS lleva un tiempo largo a las puertas del poder y en contra de los Gobiernos, tanto el de la socialdemócrata Magdalena Andersson (2021-2022), como el anterior a éste, de Stefan Lofven (2014-2021), lo que los pone en un "estado contestatario" que de alguna manera, los fortaleció.
Consultado sobre cómo un Estado de bienestar con los notables índices de igualdad de sus ciudadanos pudo incubar partidos con raíces directas con el nazismo, Semán recordó que socialdemócratas y conservadores introdujeron en la última década "multitud de pequeños cambios que debilitaron la protección de los trabajadores dentro de ese estado".
Los sistemas de reintegro para la salud, regulaciones laborales para maestros y médicos, requerimientos para la ayuda social, entre otros, sufrieron cambios que los hicieron "menos universales", y en esas grietas se coló un resentimiento del que la ultraderecha supo lucrar electoralmente.
También hizo hincapié en que DS está a favor de expandir el Estado de Bienestar, no de recortarlo, un elemento que, de hecho, está en el centro de las pujas por las cuales no ingresan a la nueva coalición conservadora, ya que el PM promete recortes drásticos en el gasto público.
Este punto caracteriza a buena parte de la ultraderecha de Europa continental, que impulsa la expansión del Estado de Bienestar y la ayuda social (aunque excluye a los inmigrantes) y es extensible no sólo a los partidos que están en la oposición sino también a los oficialismos, como (Viktor) Orban en Hungría, explicó Semán.
Esto representa una gran diferencia respecto las ultraderechas que incorporan ideas más libertarias, como la británica y la argentina, y es un aspecto que no solo permite entender a la ultraderecha sueca, sino también imaginar futuras transformaciones en la ultraderecha argentina o latinoamericana.
Por su parte, el historiador italiano Steven Forti, profesor asociado en la Universidad Autónoma de Barcelona, abordó del tema del auge ultraderechista sueco en el marco de un crecimiento global de este espacio político, que vincula a los fenómenos de "normalización" y "desdiabolización".
La normalización, explicó, se vincula a un proceso de ultraderechización del debate político, que fue ilustrado en lo que los politólogos llaman 'la ventana de Overton', un modelo que describe los cambios en la percepción de la opinión pública, y cómo ideas que antes eran consideradas descabelladas son después aceptadas.
La "desdiabolización", en tanto, según explica el experto en fascismos, nacionalismos y extremas derechas en la época contemporánea, alude al proceso mediante el cual estas formaciones y sus líderes políticos empiezan a ser percibidos como no extremistas, no radicales, como gente común, de instalar la idea de que no son un peligro, sino buena gente y no hay de qué preocuparse.
El caso sueco es ejemplar -subrayó Forti- ya que por muchos años DS era una formación paria del panorama político, pero hoy, después del resultado electoral, el resto del bloque de derecha "no le hace asco a un posible acuerdo poselectoral con ellos".
El italiano asignó además gran preponderancia a la facilidad de la ultraderecha para hurgar en temas espinosos como el aborto, la familia tradicional, los derechos LGTBIQ+, el género, los feminismos, etc. y empujar a la derecha "mainstream" a "empatar" sus postulados.
Por último, Forti no desdeñó la relevancia de los cambios estructurales en los espacios virtuales de debate político.
Las extrema derecha ha defendido antes y mejor que nadie las potencialidades de las nuevas tecnologías y apostó a una comunicación en las redes sociales, señaló el especialista, tras recordar que el primer partido que abrió una página web en Francia fue en 1996 el Frente Nacional (FN), de extrema derecha, hoy llamado Agrupación Nacional, que llevó a Marine Le Pen al balotaje en las últimas dos elecciones presidenciales francesa (2017 y 2022).
Esto surgió como respuesta a lo que entonces era el gran problema de estas formaciones: no conseguir llegar a los medios de masas, un escollo que las redes les permitió romper.
En estos espacios, como Twitter, "es imposible explicar la complejidad del mundo, los problemas concretos de la gestión administrativa, de la política y de nuestras sociedades", lamentó.
"Los discursos simplistas que utiliza la extrema derecha fluyen y comunican más rápido en esos espacios restringidos que pueden ser un tuit, una foto, un meme en Instagram o un vídeo en TikTok. La complejidad necesita de tiempo", concluyó.
Con información de Télam