El presidente Vladimir Putin, con el rostro en extrema tensión y la furia apenas contenida por el protocolo que debe tener un estadista, advirtió con dureza “que los ejecutores, los planificadores y los que dieron la orden para el asesinato masivo de personas desarmadas, todos, serán justa e irremediablemente castigados.”
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El sábado 23 por la mañana, pocas horas después del ataque a quemarropa contra el público que esperaban ver la banda rock PikNik en el Crocus City Hall cerca de Moscú, el presidente dio un breve y contundente discurso, transmitido a todo el país. El número de víctimas del atentado asciende minuto a minuto y se acerca al centenar y medio de muertos (algunos niños). También crece el número de heridos, varios de extrema gravedad.
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“Quien quiera que esté detrás de esto será identificado y castigado”, recalcó Putin sin hacer la menor referencia al grupo terrorista paramilitar Estado Islámico (EI) que el viernes por la noche, pocos minutos después de la ofensiva, asumió la autoría de la matanza en la red Telegram. El Estado Islámico nació en Afganistán en 2014 y fue una de las principales fuerzas en intentar derrocar al gobierno del sirio Bashar Al Assad. Estados Unidos y la Unión Europea apoyaban la intervención extranjera en Siria mientras que Rusia, China, y otros países la condenaban.
La verdadera esencia del Estado Islámico siempre estuvo rodeada de sospechas e interrogantes. Su autonomía siempre fue puesta en duda, sobre todo, después de que el ex espía estadounidense, Edward Snowden, asegurara que los servicios secretos de Estados Unidos, el Reino Unido e Israel habían cooperado en su creación. Según documentos filtrados por el ex miembro de la Agencia de Seguridad Nacional, el líder del EI, el califa Abu Bakr Al Baghdadi (cuyo nombre de nacimiento es Elliot Shimon) fue entrenado militarmente por el Mossad.
El ataque con Ak-47 y ametralladoras contra el público del recital y las bombas incendiarias arrojadas en el interior del teatro (que ocasionaron muertes por asfixia, por derrumbe y la total destrucción de edificio), se produjeron apenas cinco días después de un triunfo arrasador de Putin en las urnas (fue reelegido por el 87% de los votos) y cuando la guerra en Ucrania se encuentra en un momento decisivo.
Una de las versiones que circulan es que los atacantes eligieron el viernes 22, pocos días después de la elección, porque las fuerzas de seguridad rusas, puestas en máximo alerta durante los comicios, estarían un poco más relajadas.
En su discurso, Putin subrayó que los asesinos habían sido capturados mientras huían hacia Ucrania y que en la frontera “les habían preparado las rutas para cruzar” y escaparse. Con esta referencia, una de las hipótesis que no se descarta es que se trate de un operativo de “falsa bandera”, es decir que se atribuya el atentado al Estado Islámico para encubrir a los verdaderos autores.
Según informó el presidente, su gobierno “está interrogando a los once detenidos que fueron parte del operativo cínicamente planificado” y destacó que de los once, “cuatro fueron los terroristas que dispararon y mataron a personas que no era culpables de nada…niños, adolescentes, mujeres… Personas desarmadas”.
Posiblemente buscando establecer un vínculo más con la guerra que Rusia libra en Ucrania, Putin asoció la matanza en el Crocus City con los nazis. “A los terroristas, a los inhumanos, a quienes atacaron a sangre fría, a civiles, a nuestros niños, como antes hacían los nazis en los territorios ocupados, les espera un solo futuro: el castigo”. Luego el presidente llamó a la unión entre “los compañeros que están en el frente y los ciudadanos” y afirmó que: “Nadie podrá sembrar las semillas de desunión en nuestra nación. Rusia ya ha pasado por retos difíciles en muchas ocasiones y de la misma manera actuamos en este caso.”
Otro mensaje que el jefe del Kremlin deslizó en su discurso se relaciona con el apoyo a Rusia de parte de “todos los Estados que comparten nuestros puntos de vista y quienes están listos para aunar nuestra fuerza en la lucha contra el terrorismo”, lo que podría interpretarse como una advertencia para las potencias occidentales si es que éstas fueron parte del plan.
Según trascendió, el grupo terrorista ingresó a Rusia el 2 de marzo. El 8 de marzo, las embajadas estadounidense y británica advirtieron a sus ciudadanos, en Rusia, que evitaran concurrir a lugares masivos como recitales. Después del atentado, la mayoría de los países e instituciones del mundo ofrecieron sus condolencias a Rusia.
EEUU y Ucrania negaron tener algo que ver con el ataque. Debe recordarse que la Casa Blanca también negó su participación cuando fueron las explosiones contra los gasoductos Nordstream 1 y 2, en 2022. Un año después, el periodista estadounidense Seymour Hersch presentó pruebas de que la Real Marina de Noruega junto con la CIA habían participado es aquella operación encubierta.
La humanidad sigue en riesgo: se ha abierto una nueva y peligrosa dimensión del enfrentamiento entre las potencias.