Castillo apuesta por una figura cercana para una nueva fase de Gobierno en Perú

09 de febrero, 2022 | 14.36

(Por Gonzalo Ruiz Tovar, desde Lima).- Aníbal Torres, un casi octogenario abogado con buena reputación profesional y un estilo de choque directo, se convirtió en la apuesta del presidente de Perú, Pedro Castillo, para la cuarta fase de un Gobierno asediado sin pausa por la oposición.

Torres, hasta ahora Ministro de Justicia, estará al frente del Gabinete juramentado anoche, en el que el partido oficialista Perú Libre (PL) recupera cuotas y en el que se nota la ausencia de la "estrella" del Gobierno, Hernando Cevallos, el titular de Salud de cuyos servicios decidió prescindir Castillo.

Aunque el Presidente había anunciado un equipo de “ancha base”, con nuevas fuerzas para ampliar la defensa y asumir la iniciativa, la tónica, según analistas, es insistir con los mismos sectores, incluido PL, partido marxista leninista con el que el mandatario tiene una relación agridulce.

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"Más continuidad que cambio. Castillo solo está ganando tiempo. Los problemas de fondo no se han resuelto", afirmó el politólogo Martín Tanaka, para quien el primer paso del Gabinete en la búsqueda de sobrevivencia será que Torres se "actualice" y se torne más dialogante.

Las reacciones en la oposición al nuevo gabinete, el cuarto en poco de más de seis meses de gobierno y el segundo en una semana, variaron entre la cautela de sectores que votaron al lado del Gobierno en situaciones claves, hasta las de la derecha "dura", que insistió en la salida de Castillo, vía renuncia o destitución, como única solución aceptable.

"El Presidente le acaba de dar la espalda a la gobernabilidad y al país. Adiós Castillo", dijo la congresista Norma Yarrow, de Avanza País, uno de los tres partidos que quieren acabar con el mandato del profesor de escuela rural.

“Haremos evaluación. Es importante mirar el conjunto, ver cuáles son las políticas”, señaló por su parte la congresista Ruth Luque, de Juntos por Perú, grupo de izquierda que ha acompañado al Gobierno pero se muestra cada vez más distante.

Para la juramentación del nuevo equipo, Castillo apareció anoche por primera vez en público sin el sombrero típico de su natal departamento de Cajamarca. Sin embargo, el cambio se quedó en la anécdota, porque el accionar político siguió en la misma vía.

Torres nació, como Castillo, en la provincia cajamarquina de Chota, en los Andes norteños. Doctor en Derecho y Ciencia Política, dedicó la mayor parte de sus 79 años a la docencia universitaria, labor en la que alcanzó elogios unánimes.

Cuando la oposición radical quiso recurrir a los tribunales el año pasado para impugnar el triunfo electoral de la izquierda, Torres, hasta entonces de bajo perfil, asumió la defensa e impuso sólidamente sus argumentos, lo que lo convirtió en una especie de "héroe popular" para su sector.

Ya como ministro de Justicia, entró en disputas verbales con diferentes actores, incluido el máximo líder de PL, Vladimir Cerrón, con quien tuvo abiertas discrepancias y al que sin disimulo buscó alejar del entorno gubernamental.

Al momento de su designación como jefe del gabinete, Torres era acusado por su renunciante viceministro de Justicia, Gilmar Andía, de imponer el "autoritarismo", y era señalado por la oposición como artífice de la destitución de Daniel Soria, procurador que quiso investigar al presidente.

Además, varios medios lo acusaban de preparar un indulto para el líder ultranacionalista Antauro Humala -preso desde 2005 por la toma de una comisaría en la que murieron cuatro policías-, algo que el entonces ministro de Justicia negó con palabras sarcásticas.

En ese marco, partidos que han tenido una posición de diálogo con el Gobierno, como el centroderechista Somos Perú o el centrista Partido Morado, pidieron que Torres fuera sacado del ministerio, pero se encontraron en cambio con su ascenso.

Según fuentes de Palacio que hablaron desde el anonimato, Castillo, urgido de designar un nuevo gabinete ante el golpe que significó la prematura caída del que encabezó el parlamentario de derecha Héctor Valer, tanteó otras posibilidades antes de recurrir a Torres, pero sin éxito.

Una de esas posibilidades, según el propio implicado, fue el exministro de Defensa Jorge Nieto, un centrista de buena reputación política, quien sin embargo puso como condición que fuera un “Gobierno de Gabinete”, lo que reducía al mandatario a casi una figura decorativa.

Seis de los 19 ministros son nuevos. Entre ellos, la de la Mujer, Diana Miloslavich, una reconocida feminista cuya designación fue grata para sectores progresistas, pues reemplaza a Katy Ugarte, congresista de PL crítica del enfoque de género y de las luchas de la comunidad LGTBIQ+.

De los nuevos, quizás el más criticado es el de Salud, Hernán Condori, un militante de PL del que dicen sus críticos que su única fuerza es la cercanía personal con Cerrón, y contra quien hay investigaciones por presunta corrupción. Además, tiene el peso de sustituir a Cevallos, un izquierdista con gran consenso a favor por el manejo de la pandemia.

Entre los ratificados, los más objetados son el del Interior, Alfonso Chávarry, con investigaciones en contra por narcotráfico, y el de Cultura, Alejandro Salas, quien usaba antes las redes sociales para insultar a izquierdistas, a los chilenos y a los “negros”.

También sigue el ministro de Economía, Óscar Graham, bien visto por la oposición pero criticado por la izquierda, que lo tilda de “tecnócrata neoliberal”.

El nuevo Gabinete se hizo necesario después de que el anterior explotara unas horas después de nombrado, como consecuencia del pasado tumultuoso de Valer, que incluye prácticas de violencia contra su esposa –ahora fallecida- y una hija.

Valer, abogado con larga trayectoria en partidos de derecha, con investigaciones por presunta corrupción y quien antes de llegar al Gobierno había sido crítico del “comunista” Castillo, renunció la semana pasada ante la marea de críticas y el inicio de movilizaciones multisectoriales en contra.

El Gabinete de Torres tendrá su primera prueba de fuego en menos de un mes, cuando, por ley, tendrá que buscar el voto de confianza del Congreso.

Desde ya se prevé que los cercanos al Gobierno, que tienen cerca de un tercio de los congresistas, le darán ese apoyo, y que la derecha, que tiene otro tercio, se lo negará, por lo que la palabra final, otra vez, estará en manos de partidos de centroderecha y centro que tienen el tercio restante.

Con información de Télam