Fernando Lugo, un obispo que se convirtió en un referente social en una de las zonas más violentas de Paraguay, llegó a la Presidencia del país vecino en 2008 y rompió con 61 años de mandatos del Partido Colorado. En el país sudamericano la alternancia política no sucedió siquiera tras la dictadura stronista, también colorada. Lo hizo de la mano de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC) que conformó junto con otro de los partidos tradicionales del país: el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA).
Durante su Presidencia impulsó la creación del Frente Guasu (FG), una coalición de partidos de izquierda y progresistas, con apoyo de movimientos sociales y campesinos. Pero no todo salió como esperaba: fue destituido con un golpe de Estado parlamentario y dejó inconclusas gran parte de sus promesas. Aún así, las irregularidades que marcaron su salida, le permitieron seguir en el ámbito de la política institucional con una banca en el Senado. “Es el actor que permite sumar política y electoralmente a los sectores de la izquierda progresista”, definió ante El Destape el doctor en Ciencias Sociales y miembro del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay en Argentina, Fernando Martínez.
La gesta que emprendió Lugo no fue suficiente. Fue destituido el 22 de junio de 2012 en un juicio político del Congreso Nacional, en el que su principal aliado político le dio la espalda, el PLRA. Se lo juzgó por “mal desempeño de sus funciones”, aunque la izquierda, nacional e internacional, no dudo en calificar el proceso como un golpe de Estado parlamentario. Fue a pocos días de la Masacre de Curuguaty, que terminó con 17 personas asesinadas, la mayoría campesinos. Antes de llegar a ese punto, las noticias sobre hijas e hijos no reconocidos y un cáncer linfático contra el que tuvo que pelear mientras estaba en funciones, atravesaron su mandato. También, las tensiones constantes con el Congreso.
“Renuncio a vivir en un país donde unos no duermen porque tienen miedo y otros no duermen porque tienen hambre”, fue una de las frases que marcó el inicio de su gestión, cuando asumió la Presidencia. Recuperar la soberanía energética, realizar una reforma agraria y combatir frontalmente la corrupción fueron los pilares de su campaña.
De ellos, podría decirse que el paso hacia la soberanía energética fue el que supo consolidar. En un acuerdo histórico, logró renegociar con Brasil un mayor beneficio energético para Paraguay de la producción de la hidroeléctrica binacional Itaipú. En ese momento, los mandatarios Lugo y Luiz Inácio Lula da Silva establecieron que Brasil le pague a Paraguay unos US$360 millones de dólares anuales de compensación por cederle parte de la energía que le corresponde, en vez de los US$120 millones que le pagaba en ese entonces, entre otros puntos.
A esto, Martínez suma la extensión de la salud gratuita, revertida cuando sale del poder, así como la entrega de medicamentos gratuitos.
Además, el ex obispo era conocido entonces por su cercanía con los movimientos campesinos a quienes se acercó cuando fue asignado a la diócesis de San Pedro, ubicado al suroeste de Asunción. Con ellos, en 2006, se puso al frente de una protesta de 30.000 personas contra su antecesor, el ex presidente Nicanor Duarte Frutos (2003-2008). Allí, fue donde se proyectó como figura política, lo que lo llevó a renunciar al estado clerical el 18 de diciembre de 2006. Su lugar en la Iglesia Católica, no obstante, le permitió sentarse con presidentes y con líderes políticos de todos los colores.
Y esa forma de actuar es lo que lo mantiene vigente, según destacó Martínez para explicar por qué su fuerza, el Frente Guasu, es hoy la tercera fuerza en el Congreso, detrás de colorados y del PLRA. De hecho, es uno de los impulsores de la Concertación para un nuevo Paraguay, la amplia alianza opositora que disputará las elecciones en 2023. “En términos políticos electorales en el Paraguay la construcción de izquierda más grande es la del Frente Guasu. Además, lo es históricamente. Es la mayor unidad de izquierda que se logró”, aseveró Martínez.
En Paraguay, quienes son presidentes luego se retiran de la política institucional, aunque actualmente Horacio Cartes está convirtiéndose en una excepción que sacude al oficialismo colorado.
En el país vecino no hay reelección presidencial ni posibilidad de acceder a cargos legislativos. El final abrupto de su mandato en condiciones irregulares le permitió trocar ese futuro y obtener una banca en el Senado desde 2013 hasta ahora, que buscará renovar en los próximos comicios. No obstante, en la Concertación opositora que ayudó a armar aún pelea por conseguirle a su correligionaria María Esperanza Martínez un lugar en la fórmula presidencial.
Para caracterizarlo, Martínez, lo catalogó como un actor “que puede conseguir los votos que los partidos de izquierda no lograrían” y sostuvo que “no hay otro liderazgo hacia adentro como él: es un pragmático con liderazgo nacional que dialoga con todos los sectores, con las bases del Partido Colorado, del PLRA, que logra relación con las bases político partidarias y sus dirigencias”.
Para el ex senador del Frente Guasú Alberto Grillón, en tanto "es un dirigente importante y referente de una mayoría social, excluida por el sistema político actual, que se siente representado por la figura política del ex obispo”.
El Congreso, el punto débil
En 2008, Lugo obtuvo más del 40,8 por ciento de los votos con una participación del 65,5 del electorado. Sin embargo, esos números no se plasmaron en la composición del Poder Legislativo. Sólo entraron cinco parlamentarios de agrupaciones de izquierda. “Las agrupaciones de izquierda -disgregadas en ese momento- lograron el 20 de abril del 2008, 208.631 votos, que representan el 11% del total, la misma proporción que a comienzos de la década anterior había obtenido la izquierda", señaló el sociólogo Ramón Fogel en su análisis El Gobierno de Lugo, el Parlamento y los Movimientos Sociales publicado en 2009 por Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
Ese fue el tendón de Aquiles de Lugo. “Tuvo un Congreso que desde el comienzo le marcó la cancha”, dijo Martínez, un punto fundamental en un país en donde el Poder Legislativo genera “amenazas constantes para la remoción de presidentes”. Para sortear esa situación, dijo el analista, “tuvo que negociar constantemente políticas, instituciones, ministerios. No sólo con el Partido Liberal y sus tres líneas internas, sino que también con el colorado, como para poder llevar adelante acciones”.
Hasta, incluso, se refirió a una de las líneas que explican el fin de su Presidencia, tras la matanza en Curuguaty cuando la policía desalojó a campesinos y campesinas de tierras públicas que habían tomado para exigir una reforma agraria sobre la que Lugo no había podido avanzar hasta entonces. “Dentro de esa negociación, los sectores liberales le pidieron el Ministerio del Interior. En las tensiones hacia adentro de su alianza como hacia afuera, terminó otorgándoselo a un colorado. Según muchos actores del PLRA, es ahí cuando el decidieron avanzar con el juicio político” que lo destituye.