El fracaso de la guerra contra las drogas: ¿hay lugar para un cambio de paradigma?

La cantidad de producción en Latinoamérica no se redujo, aumentó la criminalidad en torno al narcotráfico y también se incrementó el consumo y las rutas de venta en todo el mundo.

13 de mayo, 2023 | 00.05

La guerra contra las drogas fracasó. La cantidad de producción en Latinoamérica no se redujo, aumentó la criminalidad en torno al narcotráfico y también se incrementó el consumo y las rutas de venta en todo el mundo. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, es actualmente una de las voces más críticas de las políticas que se aplicaron y que según el mismo mandatario, ya se cobró la vida de un millón de latinoamericanos. Hasta ahora, los países de la región han tomado mayoritariamente medidas de manera unilateral, de prohibición y criminalización, la pregunta que surge es: ¿Hay posibilidades de un cambio de paradigma? ¿Se podrá dar una respuesta de forma conjunta a nivel regional?

“El fentanilo está matando 100 mil personas en Estados Unidos. Eso es dos veces Vietnam. Un millón de latinoamericanos han muerto alrededor de la clandestinidad de las drogas. Millones de americanos, sobre todo negros, todos pobres, que han pasado por las cárceles por la droga. Hoy hay agrupaciones armadas mucho más poderosas que Pablo Escobar, ejércitos privados, multinacionales que construyen rutas de cocaína clandestina. La guerra de Ucrania, de Irak, de Siria juntas no llegan a los niveles de muertos de la guerra contra las drogas. Es el fracaso de una política que ha generado la mayor violencia conocida”, afirmó Petro hace apenas unos días en España.

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Las palabras del Presidente colombiano grafican la realidad latinoamericana de violencia generada por las organizaciones criminales, pero también por las políticas aplicadas por los Estados. Lo que cuestiona es la criminalización que se llevó a cabo desde la década del ‘70 con lo que se conoció como guerra contra las drogas, que lanzó entonces el gobierno de Estados Unidos. También podría sumarse el Plan Colombia de 1999, que si bien tenía otros objetivos como terminar con el conflicto armado, se han cometido varios atropellos en nombre de la lucha contra las sustancias psicoactivas, en un acuerdo alcanzado entre los gobiernos estadounidense y colombiano. Si bien el mandatario no habla abiertamente de legalización, lo que propone es buscar alternativas y no perseguir a campesinos y consumidores.

“La prohibición de la producción, tráfico y consumo de drogas que lanzó el presidente Richard Nixon en 1971 ha embarcado a varios países de América Latina en una guerra sin futuro, en una guerra imposible de ganar contra los vicios y contras las adicciones. Esa guerra, por ejemplo, en Colombia contra la cocaína ha significado la fumigación con glifosato de cerca de dos millones de hectáreas y aún así tenemos cerca de 205 mil hectáreas cultivadas en coca todavía”, explicó a El Destape, el abogado de la Universidad Javeriana de Bogotá y Sociólogo con Master de UC Berkeley, y autor de Guerreros y Campesinos, el despojo de la tierra en Colombia, Alejandro Reyes Posada, quien recuerda que la postura regional es prohibicionista, a excepción de Uruguay con respecto a la marihuana.

Para el especialista, la parte más compleja tiene que ver con el impacto que ha tenido la violencia en las zonas rurales: “El peor daño que ha causado es la formación de mafias violentas que tienen controles territoriales sobre partes del país, donde imponen su Ley y destruyen la economía legal, porque en la zonas donde se cultivan y procesan las drogas, los salarios son más altos, la población deriva ingreso de cultivo, por lo tanto ningún otro producto legal compite en esas condiciones con la producción de cocaína”.

Estado de situación

Tras un breve descenso en la producción de cocaína durante la pandemia del Covid, el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) señala que en los dos últimos años se “ha disparado drásticamente”, con un aumento interanual que no se registraba en años. La demanda también aumentó e incluso si bien la concentración del consumo está en el continente americano y en Europa, el estudio sostiene que se registra en el resto del mundo.

“En el último informe de ONU que presenta el monitoreo de cultivo y uso ilícito de cocaína en Colombia, coloca los cultivos ilícitos de cocaína en el mismo nivel del año 2000 cuando se implementó el Plan Colombia, que justamente plantea esta idea de guerra contras las drogas. Entonces 23 años después el país tiene el mismo nivel de cultivos de uso ilícito que en el 2000, y cuatro veces más que en la época de Pablo Escobar”, explicó a El Destape, la ex subsecretaria general de Inteligencia de Ecuador, politóloga de la Universidad Pantheon Sorbona de París y especialista en Seguridad y Narcotráfico, Carolina Andrade

La especialista hizo referencia también al papel que juega Ecuador, país donde se ha incrementado notoriamente la llegada del narcotráfico: “No se ha dejado de producir cocaína, ni en Colombia, ni en Perú, se fortalecen las rutas no solo por el Pacífico también por la Amazonia, para llegar a Brasil y trasladarse por las rutas transatlánticas, donde se busca llegar al mercado europeo, ingresando por puertos de Grecia y Turquía. Ecuador es el punto de origen del 30% de la incautación que ha intentado ingresar a Europa, una gran cantidad que está llegando sale de Ecuador, principalmente del Puerto de Guayaquil”.

Según el informe de ONU, Colombia es quien domina la ruta de tránsito de la cocaína hacia el norte del continente, pero registran nuevos caminos hacia Europa. Allí encuentran una disminución de punto de partida desde el país gobernado por Petro, y los traficantes lo hacen más por Centroamérica y otros estados de Sudamérica. Mientras que el estudio sostiene que la producción de Bolivia y Perú se transporta cada vez más a través de la ruta de Paraguay y la hidrovía Paraná-Paraguay y afirma que los grupos delictivos, procedentes mayoritariamente de Brasil, utilizan aviones para cruzar la frontera y luego barcos por el río hasta el Atlántico.

En Estados Unidos mueren al año más de 100 mil personas por consumo de drogas, o sobredosis. Además de la cocaína, la droga que más alarma ahora en el país es el fentanilo, un opioide sintético, que según sostienen los especialistas, es hasta 50 veces más fuerte que la heroína. Esto ha generado más de un choque entre el gobierno de Joe Biden, y el de Andrés Manuel López Obrador, dado que desde el norte apuntan a México como productor y traficante de esta sustancia. Sin embargo, recientemente Amlo señaló que uno de los cargamentos que encontraron en su país venía desde China. Lo cual agrava aún más la situación.

Intereses varios

Recientemente, en su viaje a Portugal, el presidente Petro citó al país europeo como ejemplo al sostener que no se criminaliza, sino que el sistema consiste en aplicar multas con un fuerte acompañamiento desde la salúd pública y destacó que esas políticas lograron reducir la violencia en torno a las drogas y también el consumo. “Es lo que hoy quisiéramos discutir con el pueblo colombiano y los pueblos de las Américas”, agregó el mandatario sobre las posibles alternativas a considerar, ¿legalizar es una posibilidad?, los analistas coinciden en que hay demasiados intereses como para avanzar en ese sentido. 

“Hay mucho interés en mantener ese status quo. Hay gobiernos, personas, grupos no estatales que están ganando mucho de una prohibición, y eso les permite justificar cierto control social hacia algunas comunidades, bajo el paraguas de la guerra contra las drogas.

Tener una guerra constante en nuestra región permite la cooperación internacional de la compra y venta de armas, de la capacidad técnica hacia la militarización, fomenta la corrupción. En ese sentido ha fracasado para algunos, pero también ha beneficiado a muchos”, afirmó a El Destape, la directora del instituto mexicano RIA, de Investigación e incidencia en políticas de drogas y construcción de paz, con maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Harvard y autora del Diccionario de drogas, Zara Snapp

En una línea similar, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y autor del libro “El narcotráfico en América Latina”, Adalberto Santana, sostuvo a El Destape que coincide con Petro en el fracaso de la guerra contra las drogas, pero enumera a quienes consideran que ganaron esa batalla: “Los llamados carteles de las droga y el sistema financiero internacional, donde se hace el gran lavado de dinero proveniente del comercio de drogas, ese sistema financiero tiene sus mayores ganancias en Estados Unidos. Por otro lado, combatir a las drogas desde la perspectiva militar ha fortalecido el poder del Pentágono, del complejo militar, orientado a una gran producción de armamento para traficarlos con los narcos y a su vez vender armas a los estados de América Latina”.

La especialista Snapp agregó un dato más en relación a lo que podría pasar si se cambiara de paradigma: “De los precios de cuánto se paga por un gramo de cocaína entre 80 y 100 euros en Europa, menos del 1,5% de las ganancias de cocaína se queda en Colombia, ese dinero se destina a corromper para promover un producto ilegal. Todo el término de un país de tránsito no existiría si hubiera un mercado regulado con un enfoque de justicia social. Estamos viviendo las consecuencias de una política pública que se basa en violencia, en criminalizar y no se basa en los derechos humanos y salud pública, ni educación”.

Latinoamérica y el Caribe representan tan solo el 8% de la población mundial, y sin embargo, más del 35% de los homicidios de todo el mundo se cometen en Centroamérica y el Cono Sur e incluso de las 50 ciudades más peligrosas del mundo, más de 30 se encuentran en la región. Si bien no todos los crímenes pueden asociarse al narcotráfico, sí explica gran parte de la violencia ejercida en los países tanto de producción de drogas, como de tránsito. Esos métodos de violencia empezaron a registrarse en países como la Argentina o Chile, que no formaban parte de los estados más señalados por el narco de la región. Como sostienen los especialistas, hay demasiados intereses para creer que pueda haber un cambio de paradigma pronto, pero por otro lado, si no se toman cartas en el asunto el futuro de la región es muy poco promisorio.