El hostigamiento contra Luis Inacio Lula da Silva no ha cesado. Una campaña violenta, pero muy bien orquestada, sigue creciendo a medida que se acerca el 1º de enero, día en que el presidente electo volverá al Palacio del Planalto. Y no se trata solamente de una intentona local.
En Brasil, pero también desde Estados Unidos y México, a través operaciones mediáticas, impugnaciones judiciales o acciones furibundas de grupos fanatizados, se expresan poderosos grupos económicos políticos y sociales de derecha –brasileños y extranjeros- que buscan sembrar en Brasil un clima de desestabilización permanente. El objetivo es evidente: si no se puede controlar la democracia por las buenas, se controlará por las malas. Todo vale cuando los intereses de los más poderosos están en juego.
El comando externo está claramente a cargo de Steve Bannon, un racista multimillonario norteamericano que asesoró tanto a Donald Trump (2016) como a Jair Bolsonaro (2018) en sus respectivas campañas electorales y que sigue manteniendo vínculos estrechos con el gobierno de Brasil, sobre todo a través de uno de los hijos del actual mandatario, el diputado Eduardo Bolsonaro.
Esta semana, Bannon agitó a la extrema derecha brasileña, a través de un video difundido por Eduardo Bolsonaro. “Están robando las elecciones (…) no toleraremos eso. No se rindan”, aseguró el norteamericano buscando fortalecer las acciones de fuerza que los seguidores bolsonaristas vienen ejerciendo desde el 30 de octubre. “Los patriotas brasileños tienen una gran lucha por delante”, azuzó.
Bannon no es un francotirador sino un exbanquero y actual ideólogo de extrema derecha con un plan estratégico global a largo plazo. Fue cofundador de “Breitbart”, un sitio de difusión de ideas racistas, xenófobas, misóginas y ultraneoliberales. Fue uno de los fundadores y vicepresidente de “Cambridge Analytica”, empresa acusada de usar sin autorización los datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook con fines políticos. Su objetivo explícito, según Alexander Nix, uno de sus directores, era llevar a cabo una vasta guerra psicológica para cambiar el comportamiento del electorado mundial. Nix también admitió que la empresa trabajó en una “campaña antikirchnerista” en vísperas de las elecciones 2015 que ganó Mauricio Macri.
Ahora Bannon está totalmente focalizado contra la coalición gobernante en México –Juntos hacemos historia-, su principal formación política –Morena, fundada por Andrés Manuel López Obrador- y las elecciones presidenciales del 2024. “En México, presionan por el voto electrónico porque se están organizando para robarle las elecciones a los mexicanos”, dijo hace unos días, en la mesa “Estrategias de victoria”, organizada por la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, en inglés) la mayor organización de políticos de ultraderecha del mundo. El encuentro tuvo lugar en la capital mexicana, y participaron, Santiago Abascal, líder de la ultraconservadora española VOX; el diputado argentino por La Libertad Avanza, Javier Milei; el ex candidato presidencial de Chile, José Antonio Kast, Bolsonaro y varios ultraderechistas norteamericanos entre muchos otros. Bannon habló desde Arizona por video conferencia.
“Nuestra lucha no es sólo Estados Unidos, Brasil o México. Es internacional, por eso tenemos vínculos con Italia, Hungría, Japón, Francia, Reino Unido e India”, se ufanó. En 2018, Bannon contactó políticos de partidos antisemitas, supremacistas y ultraderechistas en Republica Checa, Hungría, Francia e Italia. “¡Que nos llamen racistas, homófobos, misóginos es nuestra medalla de honor!”, recuerdan los franceses que dijo junto la política Marine Le Pen. Su influencia se ha extendido a partidos extremistas que hoy tienen sus escaños en los parlamentos de Polonia, Eslovenia, Austria, Alemania, Holanda y Finlandia. Como católico, tiene lazos muy estrechos con el cardenal norteamericano Raymond Burke –enemigo acérrimo del Papa Francisco- junto a quien creó un centro de adoctrinamiento de ultraderecha, a 120 kilómetros de Roma, en un monasterio del siglo XIII en Trisulti.
En América del Sur, Bannon tiene en Eduardo Bolsonaro su mejor representante. Su objetivo en Brasil es que Lula no asuma o que –si asume- no pueda gobernar. “Lula es un delincuente transnacional y junto con el partido que lo ha apoyado. llevan más de 20 años en el negocio y quieren extender su poder más allá de la Amazonia”, dijo el norteamericano en la reunión de la CPAC, en México. El diputado Bolsonaro retomó la idea en las redes sociales y agregó: “Esa es la opinión de la mayoría en el extranjero”.
Cobijado en esta campaña, el actual presidente reclamó ante la justicia electoral la revisión de los resultados del ballotage del 30 de octubre, por supuestas inconsistencias observadas en las urnas. El Tribunal Superior Electoral rechazó el pedido por falta de pruebas y aplicó una multa de 4,3 millones de dólares por considerar que el fin de la demanda es “perturbar el propio régimen democrático brasileño”.
La prensa internacional también se sumó con sus operaciones envenenadas. The New York Times publicó un artículo titulado “¿El máximo tribunal de Brasil se extralimita en su defensa de la democracia?” y cita al empresario brasileño José Koury, propietario de varios centros comerciales, diciendo: “Prefiero un golpe de Estado a que regrese el Partido de los Trabajadores”.
El diario La Nación de Argentina no se queda atrás. En la edición del 25 de noviembre comenta que la decisión del tribunal generó “un mal día para quienes todavía tenían expectativas de ver un cambio en el resultado de la elección” e inmediatamente cita, buscando dar lástima: “Los productores en su mayoría están triste y/o indignados pues hubieran preferido la reelección de Bolsonaro. Muchos creen que hubo fraude y consideran ilegítima la victoria de Lula por lo que esperan que pase “algo” para que Lula asuma el 1ª de enero”. El entrecomillado de “algo” es de La Nación.
Según la prensa, esta semana se siguieron registrando disturbios de los bolsonaristas, sobre todo en los estados de Rondonia, Pará, Mato Groso, Paraná y Santa Catarina, aunque han cambiado de tácticas. Hay bloqueos de carreteras, pero la mayoría de las acciones se hacen de noche. “Son gente muy organizadas y extremadamente violenta. Actúan encapuchados y al mismo tiempo en distintas regiones. Tienen métodos terroristas y usan bombas caseras, clavos, piedras y gomas quemadas”, según la prensa.
Los mecanismos discursivos del miedo y el odio, sumados a acciones ultraviolentas son las nuevas lógicas de los grupos de poder. Ante la imposibilidad de controlar e imponer sus intereses por vías legales, eligen debilitar la democracia. Hoy lo están sufriendo Lula y Brasil. Cuando la persecución (mediática y judicial) contra los dirigentes de izquierda no es suficiente, cuando el control mediático no alcanza para imponer la agenda derechista porque los pueblos quieren ser gobernados por quienes los protegen y defienden, aparecen estas nuevas metodologías. Ahora la batalla se da en el campo de las ideas y del territorio: se busca ganar las calles a los movimientos populares.