El domingo 19 de junio Colombia se vistió de fiesta por el triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez. Miles de personas los recibieron con cánticos en el microestadio donde esperaban con ansiedad el resultado de una segunda vuelta cabeza a cabeza. Afuera del estadio sonaban las bocinas de los autos y en numerosas esquinas y parques se congregaron para festejar y cantar. Por primera vez en la historia de Colombia un binomio de izquierda llegaba al poder, y por la vía electoral. De esta manera lograron lo que varios movimientos guerrilleros no consiguieron en décadas de lucha armada, de la que el mismo Petro formó parte durante un corto tiempo. Francia Márquez hizo alusión a “los nadies”, aquella expresión de Eduardo Galeano que remite a quienes no tienen voz, a quienes no se toma en cuenta, como si no existieran. No es que no existan, son indispensables para que exista una sociedad. Son quienes cosechan los tomates y el arroz, limpian la basura de las calles, colocan los caños de agua bajo tierra para que llegue agua corriente a los hogares, entre tantos otros trabajos “invisibles”, aunque habría que decir “invisibilizados”.
Son extrañas nuestras sociedades: es posible que muchos de quienes producen los alimentos en el Cauca tal vez ni tengan suficiente comida en sus casas; o quienes colocan los caños de agua en Bogotá no tengan agua potable y vivan rodeados de basura. En los grandes medios de comunicación suelen tener presencia cuando hay hechos de violencia que los estigmatizan; si no, no son nadie.
Al sur, cruzando la frontera, miles de personas en Ecuador lanzaron un Paro Nacional y comenzaron a movilizarse en todo el país para protestar contra el gobierno de Guillermo Lasso. Desde un primer momento dijeron que el objetivo no era derrocar al presidente, sino que éste aceptara una lista de diez demandas puntuales que comenzaba con el pedido de reducción del precio de la gasolina.
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Como casi en todo el mundo “la” política se define en la capital. También en Ecuador. Por este motivo la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas) decidió que había que visibilizar la protesta en Quito, donde fueron recibidos por varias universidades que les abrieron las puertas para albergarlos, mientras diferentes movimientos sociales se sumaban a la protesta.
La presencia masiva de las naciones indígenas siempre asusta a una porción de la sociedad que se considera “blanca y culta” y -más que nada- dueña del país. No toleran que vengan en masa a “su” ciudad hombres y mujeres de manos callosas, que no viajan a Madrid o París, y a duras penas pueden expresarse en castellano. Y si un dirigente indígena les habla de tú a tú lo demonizan y criminalizan, tal como hicieron durante años con Evo Morales en Bolivia. Los dueños del país cuentan con la ayuda de los medios masivos de comunicación que -como en Colombia- invisibilizan a los más pobres, a esos pobres que, como decía Galeano, no parecen tener historia ni identidad.
Hasta que se levantan.