Militares versus Poder Judicial en Brasil, una disputa con final abierto

20 de junio, 2020 | 12.25

Perdió el apoyo del gobernador de Sao Paulo y también el del gobernador de Rio de Janeiro, Wilson Witzel. Arrestaron a su íntimo colaborador, cofre de los secretos de familia y el mismo día, el Ministro de Educación menos prestigioso de la historia de Brasil le pidió la renuncia. La salida de Abraham Weintraub se suma a otras tres dimisiones de Ministros en menos de 40 días. Su seguidora estrella, influencer de jóvenes en las redes, Sara Winter, también fue detenida esta semana. Entretanto, la pandemia avanza con contagios que superan al millón de personas, las muertes llegan a 50 mil y cada día representa una tragedia para los trabajadores públicos de la salud. ¿Hay salvataje posible para el gobierno de Bolsonaro?

Una de las complicaciones de pensar la realidad brasileña actual es no sólo la vertiginosidad de sucesos que acontecen en simultáneo en diversos ámbitos del Estado y de la sociedad en el marco de la pandemia sino, además, la tensión de pensar en profundidad el presente intentando evitar la pregunta inevitable ¿Qué se puede esperar de Brasil? Es una pregunta reiterada, de frecuencia cotidiana, casi obligada, de difícil respuesta y apocalíptico derrotero.

Esta semana los sucesos políticos conflictivos se desataron de manera solapada complicando de manera singular las acciones del primer mandatario, Jair Messias Bolsonaro. El día lunes fue detenida la famosa influencer, activista de ultraderecha y reconocida antifeminista, Sara Winter. Junto con otros cinco activistas, Sara fue aprehendida en el marco de acciones antidemocráticas promovidas por el denominado “movimiento 300”, en honor a la heroica gesta en que un grupo de griegos liderados por espartanos lograron vencer a guerreros persas en el paso de las Termópilas. Los y las activistas de aquel colectivo espartano ocuparon la Plaza de los Tres poderes frente al Supremo Tribunal Federal (Corte Suprema) exhibiendo armas, proclamando el cierre del Parlamento, el boicot a las declaraciones y sanciones del Supremo Tribunal y promoviendo la liberación de acciones armadas para el conjunto de la población. Lo cierto es que luego de una marcha en apoyo al Presidente los primeros días del mes de junio por la noche, con antorchas, camisas negras y máscaras, el rumor que comenzó a circular en los medios y corredores de las oficinas públicas era el de un inminente autogolpe. El tema se fue instalando y hoy representa un silencio a voces ¿Es posible que los militares disuelvan el Congreso y tomen el control de la Justicia en Brasil?

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Abonando el interrogante sobre un posible golpe, esta misma semana un grupo de 78 militares de la Fuerza Aérea Brasilera (FAB) publicó una carta abierta dirigida a uno de los once jueces de la Corte Suprema, Celso de Mello. En la carta se enumeran las responsabilidades de quienes integran la fuerza: “Nadie ingresa a la fuerza por apadrinamiento, ningún militar desatiende la jerarquía, ninguno deja de hacer de su cuerpo una trinchera en favor del pueblo”. Estas declaraciones buscaban responder al Ministro del Supremo Tribunal, Luiz Fux, quien había dicho que las Fuerzas Armadas no están llamadas a cumplir un rol moderador en el país.

Lo cierto es que la postura de la Fuerza Aérea fortalece la posición de un ala militar sedimentada en el gobierno protagonizada por el General Augusto Heleno, Ministro de Gabinete de Seguridad Institucional, quien recientemente también hizo pública su posición sobre el rol de los militares en el juego político actual. Heleno escribió una Carta Abierta expresando inconformismo con la posibilidad de que un miembro del Supremo Tribunal le exija al Presidente de la República que entregue su teléfono celular para ser investigado. El manifiesto culminaba con una frase del todo amenazadora al Poder Judicial, “si se obliga al Presidente a entregar su celular habrá consecuencias impredecibles para la estabilidad nacional”.

El propio Presidente también se manifestó sobre el rumor de un posible golpe. Dos días atrás, en reacción a una nota publicada en el New York Times sobre la amenaza al orden latente, Bolsonaro afirmó: “Nosotros militares jamás cumpliríamos órdenes absurdas pero tampoco aceptaríamos un juicio político para destruir a un presidente democráticamente electo”. Estas declaraciones siguen en secuencia de las manifiestas por Eduardo Bolsonaro, el tercer hijo del Presidente, quien a través de un tweet sentenció: “la opinión ya no gira en torno a si ocurrirá, sino cuándo sucederá” en referencia explícita a la ruptura del orden democrático.

En Ciencia Política, existen sendos estudios que tematizan el quiebre de las democracias. En una obra que fue referencia para entender las dictaduras de los años 70, Juan Linz argumentó que previo al derrumbe de un régimen democrático se configura un escenario de vacío de poder. Ese vacío está dado por una autoridad incapaz de utilizar la fuerza cuando es amenazada, o bien, cuando pierde el derecho a exigir obediencia. La inacción frente a la violencia está en la raíz del vacío de poder.

Los cambios de régimen político suelen darse cuando la legitimidad pasa de un conjunto de instituciones a otro. Y si bien es cierto que los militares son en Brasil mejor ponderados que en otros países de la región, hoy se sabe que las Fuerzas Armadas atraviesan un periodo de desgaste en su imagen. Según un estudio del Instituto de la Democracia -confirmado por cuatro universidades federales-, para el 58,9% de los brasileños y brasileñas, la presencia de militares en cargos de primero y segundo escalón en el gobierno no ayuda a la democracia. A su vez, el porcentaje de quienes no confían en el Congreso cayó de 56,3% a 37,2% en dos años. Esto significa, a contracorriente de las impresiones generales, que la democracia tiene importancia aún en el imaginario de orden deseado para las mayorías.

Y aquí el punto central de un argumento que puede responder a la pregunta incesante sobre un posible golpe. Cuánto más crece la opinión crítica sobre el gobierno, cuánto más rechazo genera el conocimiento público de las acciones secretas de quienes protagonizan el Gabinete Nacional, mayores son las alertas sobre una posible ruptura institucional. En tiempos en que el poder presidencial cruje por la detención de Fabricio Queiroz, amigo del Presidente, chofer y ex asesor parlamentario personal del hijo Flávio Bolsonaro, en tiempos en que se revela una pieza clave para entender el vínculo de los hijos del Presidente con grupos paramilitares de Rio de Janeiro, en tiempos en que se descubren flujos ilegales de dinero en las cuentas de la familia presidencial vinculado a posibles retornos de salarios de trabajadores públicos inexistentes, en tiempos de mayor proximidad con el establecimiento de correlaciones para descubrir quien mandó a matar a Marielle Franco, en estos tiempos, la posibilidad de un autogolpe se discute y ocupa la escena.

Sombríos los caminos de la opinión pública, las noticias de último momento y la justicia. Sea el derrotero que sea, el de un posible impeachment o la revisión de las elecciones de 2018 por posible fraude de votos por la injerencia de fake news, Bolsonaro continúa en la cuerda floja. Militares vs. Poder Judicial, la disputa continúa abierta.

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