Con más de 30 años de una carrera política que inició en la rama juvenil de una de las fuerzas derivadas del fascista Movimiento Social Italiano y convertida luego en la ministra más joven de la historia de la mano de Silvio Berlusconi, la presidenta del partido de ultraderechista Fratelli d'Italia (Hermanos de Italia, en español) Giorgia Meloni puede convertirse en la primera mujer premier de la historia italiana si este domingo se confirma en las urnas el favoritismo que le dan todas las encuestas previas.
Nacida en 1977 en el barrio popular romano de Garbatella, inmortalizado por Nanni Moretti y su Vespa en la película Caro Diario, Meloni llega a las elecciones a la cabeza de todos los sondeos con la ventaja de haber sido la única líder que, como se mantuvo en la oposición en los últimos cinco años, que aún no ha tenido que contrastar sus promesas de campaña con su gestión.
En política desde los 15 años, cuando dio sus primeros pasos en el Frente de la Juventud, la sección juvenil del Movimiento Social Italiano, y tras años de militancia en fuerzas de ultraderecha, Meloni saltó al primer plano nacional cuando en 2006 fue elegida diputada en las listas del ultraconservador Alianza Nacional y llegó a ser la vicepresidenta de la Cámara más joven de la República.
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Dos años más tarde, fue designada ministra de la Juventud, la más joven de la historia, del cuarto Gobierno del entonces premier Berlusconi.
Casi 15 años después, Berlusconi, con su Fuerza Italia, es junto a la Liga de Matteo Salvini uno de los socios de la coalición de derecha nacionalista con la que Meloni busca ganar ahora las elecciones y formar el primer Gobierno soberanista y conservador de la Italia moderna.
Tras su experiencia como ministra, y concentrada en formar su propia fuerza política, Meloni tuvo su debut electoral con Hermanos de Italia en las elecciones de 2013, en las que alcanzó casi 700.000 votos que le dieron nueve bancas en Diputados.
La polémica, entonces y ahora, se concentraba en la iconografía del nuevo partido: desde el principio, la fuerza de Meloni (que retoma las primeras palabras del himno italiano) incluye la llamada "flama tricolor", una reminiscencia del Movimiento Social italiano fundado en la posguerra por admiradores del dictador Benito Mussolini.
Este año, a medida que subía en las encuestas, Meloni debió moderar su discurso y multiplicar los gestos de distanciamiento de esa época y, sin quitar la flama, planteó que "la derecha italiana dejó el fascismo en la historia haca decenios, condenando sin ambigüedades la privación de la democracia y las infames leyes anti-judías".
Su discurso conservador se extendió durante la campaña en temas clásicos de las derechas soberanistas europeas, como el énfasis en prometer que solo permitirá el ingreso de "inmigrantes que realmente tengan derecho a la protección humanitaria" o su creencia de que el mercado debe ser quien genere riqueza, como reconoció a inicios de mes en entrevista con Télam.
En 2016, a medida que su imagen subía en las encuestas, se presentó como candidata al Gobierno de Roma tan solo tres meses antes de los comicios. En esas elecciones finalmente fue tercera, con 269.760 votos (el 20,62%), que le dejaron a 50.000 apoyos del balotaje.
Su relación con parte del feminismo no está exenta de tensión. Durante la campaña para este domingo, Meloni recibió críticas en las redes sociales por proponer que, además de la existente Ley 194, que desde 1978 garantiza la interrupción del embarazo, se pueda "garantizar el derecho de que las mujeres que se encuentran en la situación de abortar puedan tener una alternativa".
Considerada como de extrema derecha o "neofascista" por la mayoría de la prensa internacional, pero de "centroderecha" en Italia, Meloni se define como parte de una "derecha de Gobierno moderna y occidental", con un discurso que mezcla el rechazo a la inmigración con el apoyo parcial a un sistema de subsidios para personas desempleadas.
Otro de los ejes que emparenta a Meloni con el resto de las derechas soberanistas europeas es su histórica postura contraria a China, al punto que ya en 2008 había llamado a boicotear la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Beijing, con críticas a la política del país asiático hacia el Tíbet, una postura que no tuvo el respaldo del entonces premier Berlusconi.
Este año, en declaraciones a Télam, volvió a la carga contra el gigante asiático y advirtió por un supuesto "expansionismo chino" en América Latina.
Decidida en los últimos meses a explicitar en cada una de sus intervenciones que no busca "rupturas con Europa" sino "potenciar la voz de Italia y sus ciudadanos", su estrategia tuvo a mediados de septiembre un contratiempo cuando sus eurodiputados y los de su socio Salvini defendieron al premier húngaro, el ultraderechista Viktor Orban, ante una declaración del Parlamento Europeo que consideraba que el país ya no puede ser catalogado como una "democracia plena".
Con información de Télam