En un mundo que aún sufre los cimbronazos provocados por la guerra en Ucrania y con una confrontación cada vez más absoluta con las potencias occidentales, el presidente Vladimir Putin sigue buscando aliados. Ahora tiene la mira puesta en África, una de las regiones más golpeadas por la reducción de las exportaciones agrícolas desde Ucrania por el conflicto. Durante un tiempo, la ONU y Turquía habían conseguido reactivar ese comercio con el único acuerdo negociado entre combates y bombardeos. Pero la suspensión este mes provocó un nuevo aumento de los precios internacionales y encendió todo tipo de alarmas de una África cada vez más activa en la escena mundial. Por eso, el mandatario ruso convocó a una cumbre especial esta semana para hablar directamente con los líderes africanos y proponerles una asociación sin mediaciones.
"Prácticamente, todos los Estados africanos han estado sometidos a una presión sin precedentes por parte de Estados Unidos, y las embajadas francesas no han estado ociosas (...) para impedir la celebración de esta cumbre", denunció el vocero de Putin, Dmitri Peskov, en la víspera de la cita en San Petersburgo. "Hoy, más que nunca, es importante que nos reunamos con los africanos y hablemos, en particular, del acuerdo sobre los cereales", agregó en declaraciones a la prensa, citadas por la agencia Télam.
Rusia fue la que se negó a prorrogar por quinta vez el acuerdo para exportar granos desde los puertos ucranianos en medio de la guerra, como venían reclamando los países africanos, con el liderazgo del presidente de Sudáfrica y socio de Moscú en el Brics, Cyril Ramaphosa. Lo hizo, según declaró, por dos razones: por un lado, denunció que el corredor marítimo para las exportaciones estaba siendo utilizado para ingresar armamento para Ucrania y, por otro lado, acusó a las potencias occidentales de continuar bloqueando las exportaciones de sus propios fertilizantes y productos agrícolas, la principal contraparte del acuerdo para Moscú.
En una reciente columna de opinión publicada en los principales diarios en Nairobi, el embajador ruso en Kenia, Dmitri Maksimychev, acusó directamente a Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europa por la suspensión del acuerdo. "Ahora, mis amigos kenianos, saben toda la verdad sobre quién está convirtiendo a los alimentos en armas", escribió, según reprodujo la agencia AP.
Rusia sabe que perdió la guerra de la opinión pública en las potencias occidentales, pero, al mismo tiempo, reconoce que es un escenario de disputa en otras regiones, como América Latina o África. Por eso, en la reciente cumbre UE-Celac en Bruselas, el bloque europeo hizo especial énfasis en incluir la cuestión de la guerra en Ucrania y la invasión rusa en la declaración final (con la misma insistencia con que Argentina presionó para que se mencione el reclamo nacional por las Islas Malvinas).
En este contexto, la decisión de Putin de convocar una cumbre especial para hablar de la cooperación entre Rusia y África apunta a ganar aliados en esa región donde viven más de 1.300 millones de personas, las heridas del colonialismo occidental aún se sienten y la influencia China -un socio de Moscú- se siente como en ningún otro continente. Además, posee 54 votos claves en la Asamblea Nacional de la ONU, un foro internacional al que se suele recurrir para esquivar a los vetos de Estados Unidos, Rusia y el resto de las potencias.
"Quiero garantizarles que nuestro país es capaz de reemplazar a los granos ucranianos tanto a nivel comercial como en los acuerdos gratuitos", había afirmado el propio Putin luego que el acuerdo con Ucrania se cayera y las alarmas se encendieran en todo el mundo y, en especial, en ese continente, el más pobre del mundo.
El otro eje de la cumbre: los paramilitares de Wagner y la cooperación de seguridad
La empresa de seguridad privada Wagner quedó en el centro de la atención internacional luego que contingentes de sus mercenarios cruzaron la frontera de Ucrania -donde estaban peleando para hacer avanzar a las fuerzas regulares rusas- hacia territorio ucraniano, tomaron varias ciudades y amenazaron con marchar hacia Moscú. Cuando estaban a unos 200 kilómetros y su líder ya había amenazado directamente al presidente Putin y su Gobierno, el vecino Gobierno de Bielorrusia, un socio, muy cercano del Kremlin, sorprendió con el anuncio de que los soldados privados abandonaban sus planes de llegar a la capital y se replegaban. El motín terminaba de manera tan opaca como había comenzado.
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Pese a las amenazas iniciales de Putin, la empresa de mercenarios rusos continuó operando en Rusia, Ucrania y también en varios países africanos, en donde en muchos casos actúan como fuerzas de seguridad para los Gobiernos locales. La estrategia rusa de acercamiento a África se basó en gran parte en este tipo de cooperación, especialmente en un contexto de crecientes críticas de los países europeos a algunos Ejecutivos por autoritarios o responsables de violaciones a los derechos humanos.
El presidente ruso propuso la cumbre que comienza este jueves como una clara profundización de esta estrategia, en la que las relaciones ruso-africanas se afianzan en detrimento de las viejas alianzas con las potencias coloniales y Estados Unidos. En esa lógica, tanto el apoyo a la seguridad con mercenarios como a la estabilidad alimentaria a través de exportaciones garantizadas o precios preferenciales son claves para ganarse a África como aliado.