La invasión rusa a Ucrania produjo una ola de repudios a nivel global y América Latina no podía quedar al margen de un conflicto que día a día crece y obliga a tomar posiciones. Desde ya que es conocida la hipocresía -llámese “doble vara”- con que algunos gobiernos han reaccionado frente a esta invasión siendo que apoyaron otras que también provocaron la muerte de miles de personas. Pero en nuestra región eso es más que historia conocida.
La hipocresía -no enunciada como tal- revela nuevamente que lo que está en juego no es la ideología, ni los llamados “valores democráticos”, ni la antinomia “democracias vs autocracias” que suena tan políticamente correcto e irrefutable. Se trata de intereses que se van acomodando según las circunstancias. Esto no quita que la ideología sea un factor fundamental en la política, especialmente para los partidos o movimientos sociales que son oposición. Estos tienen un margen de maniobra mayor para criticar a un gobierno apelando a “principios” que serían inalterables. Por el contrario, quienes gobiernan tienen que hacer un constante equilibrio entre lo deseable y lo posible, y deben tomar en cuenta un sinfín de variables que afectan sus decisiones.
En otras palabras, se trata de intereses que se van acomodando según las circunstancias. Es así, que después de duras sanciones estadounidenses a Venezuela y el reconocimiento de Juan Guaidó como “presidente legítimo”, Joe Biden envió una delegación de alto nivel a Caracas para retomar conversaciones directas con el presidente Nicolás Maduro, el mismo que desconocían poco tiempo atrás.
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Como respuesta a esta iniciativa de Washington, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, lo sintetizó de manera sencilla en un tuit: “el Gobierno de Estados Unidos decide quién es el bueno y también cuando el malo se vuelve bueno y el bueno se vuelve malo”.
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Los gobiernos latinoamericanos alineados con Estados Unidos no tuvieron mayores dificultades para sumarse al coro global de crítica a Rusia. Más complicado le resultó a los que no están dispuestos a seguir de manera incondicional los lineamientos de la Casa Blanca que pusieron -primero- el acento en las responsabilidades de Washington en desencadenar la crisis. Es lo que manifestaron los gobiernos de Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Sin embargo, al momento de votar en la Asamblea general de Naciones Unidas una resolución condenando la invasión rusa a Ucrania no apoyaron a Rusia, distanciándose de un aliado clave que suele apoyarlos cuando son amenazados por Estados Unidos. Si bien Nicolás Maduro le brindó su apoyo a Rusia en una conversación telefónica, Venezuela se ausentó de la votación mientras que Bolivia, Cuba y Nicaragua se abstuvieron. Argentina, Brasil y México condenaron la invasión aunque mostraron cierta ambivalencia en sus primeras declaraciones después de que Alberto Fernández y Jair Bolsonaro se encontraran con Vladimir Putin en Moscú días antes de la entrada de las tropas rusas a Ucrania.
En el mes de junio se realizará una nueva Cumbre de las Américas en Estados Unidos. Obviamente la invasión de Rusia a Ucrania no estaba en agenda. Ahora, todo gira alrededor de la guerra, incluyendo las contradicciones que genera el pragmatismo.