La invasión de territorio ucraniano por parte de fuerzas rusas cambió en pocas horas el escenario. En todo América Latina, los llamados al diálogo y la apertura de vías diplomáticas que se habían sucedido en las horas previas a que Vladimir Putin decidiera dar comienzo a la guerra cambiaron inmediatamente a manifestaciones de rechazo o condena hacia los actos de agresión cuyas noticias llegan minuto a minuto desde el este de Europa. En ese sentido, el gobierno argentino volvió a actuar en tandem con algunos de sus principales socios en la región.
Por ejemplo, esta mañana en su tradicional conferencia de prensa, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, sostuvo: “No queremos la guerra en ningún lado, en ninguna parte, no queremos que la gente sufra, no queremos que la población civil sea afectada, no queremos la confrontación bélica, esa es nuestra postura”. Un rato más tarde, el canciller, Marcelo Ebrard, agregó, a través de las redes sociales: “México rechaza el uso de la fuerza, reitera su llamado a una salida política al conflicto en Ucrania y respalda al Secretario General de la ONU en pro de la paz”.
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En un sentido similar se expresaron las autoridades de Perú, a través del ministerio de Relaciones Exteriores, que en sus redes sociales publicó: “El Perú manifiesta su profunda preocupación por la evolución de los acontecimientos en Ucrania, rechaza el uso de la fuerza y reitera su llamado a cesar todas las hostilidades”. Por su parte, el canciller ecuatoriano, Juan Carlos Holguín, posteó: “La situación ha cambiar en cuestión de horas. Rechazamos todo acto bélico que pone en alerta a la población civil”.
No es casual que todos se manifiesten en términos similares. Incluso algunos gobernantes alineados con Washington escogieron las mismas palabras. El colombiano Iván Duque, aunque calificó la incursión como una “amenaza a la paz mundial”, habló de “rechazar de manera categórica” el ataque. El uruguayo Luis Lacalle Pou también se decidió por ese verbo: “Rechazamos las acciones contrarias al derecho internacional y a los principios de la ONU”. Solamente el chileno Sebastián Piñera fue más allá y el paraguayo Mario Abdo hablaron de una “condena”, una definición más dura en lenguaje diplomático.
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Brasil es un caso aparte. Mientras el presidente Jair Bolsonaro se mantiene en silencio desde ayer, en un primer momento, antes de la declaración de guerra, la cancillería había sacado un documento equidistante que pedía velar por “los legítimos intereses de ambas partes”. Hoy, el vice Hamilton Mourao sentó otra posición, que refleja la actitud mayoritaria de las Fuerzas Armadas de ese país: “Brasil no es neutral. Brasil dejó muy claro que respeta la soberanía de Ucrania. Entonces, Brasil no está de acuerdo con ninguna invasión del territorio ucraniano”, dijo.
Quien también dio su opinión sobre los hechos fue el expresidente y favorito en las elecciones de este año, Luiz Inacio Lula Da Silva. "Es lamentable que en la segunda década del siglo XXI haya países intentando resolver sus diferencias, sean territoriales, políticas o comerciales, a través de bombas, a través de tiros, a través de ataques, cuando deberían haberse resuelto en una mesa de negociación", dijo en una entrevista radial. "Es importante que esas personas aprendan que la guerra no lleva a nada, a no ser a la destrucción, a más desempleo, más desesperación, más hambre”, agregó.
El último país de la región que se manifestó respecto al conflicto armado fue Bolivia, que hoy a través de un comunicado de su ministerio de Relaciones Exteriores dijo que "sigue con preocupación la situación generada en Ucrania" y que "lamenta que la falta de diálogo y entendimiento haya provocado una mayor escalada al conflicto. El texto pide "acciones de distensión" y "evitar el uso de la fuerza". Por último llama a encontrar "una solución pacífica sobre la base del diálogo" para "abordar las cuestiones legítimas de la seguridad de las partes".