Por cuarta vez consecutiva, las manifestaciones del sábado 7 de agosto contra el pase sanitario han reunido 237 000 manifestantes en 150 ciudades de Francia. En París hubo cuatro movilizaciones: tres por iniciativa de colectivos de chalecos amarillos, y otro liderado por Florian Philippot, presidente del movimiento “Los Patriotas” de extrema derecha, que reunieron en total 17.000 personas, según el Ministerio del Interior.
Según una encuesta de Elabe para el Instituto Montaigne, Radio Classique y el periódico Les Echos, publicada el miércoles 4 de agosto, el 48% de los franceses desaprueba las protestas contra el pase sanitario, el 37% las apoya y el 15% se muestra indiferente. Una mayoría (del 55% al 63% según se trate de acceder a un restaurante o a un tren) también está dispuesta a presentar este pase, y el 61% (frente al 39%) está a favor de la vacunación obligatoria.
Mientras tanto los contagios aumentan de manera exponencial - en un mes pasaron de 2000 a 27 000 diarios - por la presencia de la variante “delta”, constatada en un 92 % de los contagiados. El 84% de las hospitalizaciones y el 85% de las entradas en reanimación corresponde a personas no vacunadas.
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En Francia el 63 % de la población mayores de 12 años están vacunados con las dos dosis o sea 54,3% de la población total. Para Alain Fischer, el “Señor vacuna” del gobierno, presidente del Comité de orientación de la estrategia de vacunación, es posible llegar al 90% de los mayores de 12 años vacunados a fin de septiembre. Sin embargo,, este porcentaje optimista puede no concretarse frente a un rechazo persistente a vacunarse de una proporción importante de la población.
Los economistas Olivier Bargain et Florence Jusot en un reciente estudio “COV-POP” (“Comportamiento y bienestar de las poblaciones en tiempos de crisis de COVID-19”), en una muestra de 1.000 franceses, identificaron tres tipos de no vacunados :
1- “voluntarios” (personas que desean vacunarse) representan el 48% de los no vacunados
2- “vacilantes” (29%)
3- “anti-vacunas” (23%)
Los únicos elementos que los distinguen son políticos: los “vacilantes” tienen menos confianza en el gobierno y la ciencia; tienden a abstenerse en las elecciones y están más en sintonía con las ideas complotistas. Apoyan a los "chalecos amarillos" sin ser simpatizantes de la primera hora. Todo apunta a que esta oposición no es irreductible y que muchos de ellos pueden acabar adhiriendo a la vacunación, sobre todo bajo la coacción del pase sanitario.
Los "anti-vacunas" se caracterizan por criterios socio económicos: son más pobres, menos educados y muchos trabajan en el sector privado o por cuenta propia. No tienen miedo al virus y son los más iracundos. No confían en el gobierno, ni en la administración, ni tampoco en la Unión Europea o los medios de comunicación. Rechazan enérgicamente a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a los profesionales de la salud. Están en fase con el movimiento de los "chalecos amarillos" y algunos manifiestan su simpatía con Marine Le Pen o exhiben características de "autoritarismo de derecha" (definido como una mezcla de conservadurismo social, tradicionalismo y autoritarismo). Este grupo, por su importancia, puede impedir el logro de la inmunidad colectiva ya que es difícil imaginar que cumpla con los requerimientos del pase sanitario, sobre todo porque se trata de una población modesta que no necesariamente acude al restaurante o al museo. Decretar la vacunación obligatoria bajo pena de sanción puede llevar a estos refractarios a empobrecerse y a radicalizarse aun más.
El Consejo Constitucional aprueba el pase sanitario
El Consejo Constitucional, que decide sobre la conformidad de las leyes con la Constitución francesa, aprobó el 5 de agosto la extensión del pase sanitario pero censura el aislamiento obligatorio de los pacientes.
También validó la vacunación obligatoria del personal sanitario pero censuró la rescisión anticipada de los contratos laborales. En cuanto al aislamiento obligatorio de diez días para las personas que dieron positivo por Covid-19, los “sabios” consideraron que no era "necesario, ni adecuado, ni proporcionado", por cuanto constituye una privación de libertad "sin decisión individual basada en una apreciación de la autoridad administrativa o judicial ".
El texto de ley analizado había sido adoptado por la Asamblea Nacional y el Senado el 25 de julio, luego de seis días de acalorados debates y varias modificaciones. El Consejo Constitucional fue requerido por el gobierno y tres grupos de más de 60 parlamentarios. La jefa de los diputados socialistas, Valérie Rabault, que junto con sus colegas comunistas y la Francia Insumisa presentaron uno de los recursos, reafirmó en una declaración en la televisión sus objeciones al pase sanitario, defendiendo en cambio la necesidad de una vacunación obligatoria. “Se le pide a los empleados de restaurantes y cafés, que realicen ellos mismos el control; no es su trabajo. También se solicita a voluntarios que realicen este control; no es su responsabilidad ". Es necesario "que el Estado cumpla sus misiones", que "asuma sus misiones soberanas", sostuvo Valérie Rabault.
El Consejo Constitucional también aprobó la obligación del pase sanitario para visitantes o pacientes no urgentes en hospitales y residencias de ancianos siempre que este último no "obstaculice el acceso a la atención médica". La decisión quedará a "discreción de los médicos y personal hospitalario". La obligación de vacunación del personal sanitario también fue validada por el Consejo Constitucional, al dictaminar que su implementación será "progresiva": tienen hasta el 15 de septiembre de 2021 para justificar "la administración de al menos una de las dosis y hasta el 15 de octubre para presentar un certificado de vacunación completo”.
Pase sanitario y desigualdad
Las zonas de Francia más pobres son aquellas donde la población está menos vacunada. Las clases trabajadoras son las que tienen menos acceso a la vacunación y más dudas al respecto. En la región parisina, el departamento de la Seine-Saint-Denis cuenta con un 30% de sus habitantes con vacunación completa para una tasa de pobreza del 28,4% contra el 44,4% de vacunados y una tasa de pobreza del 11,9% en el departamento vecino de Hauts-de-Seine (cifras del INSEE).
Se estima que hay aún 800 000 personas sin vacunar en la franja de mayores de 80 años, la mayoría habitantes de zonas rurales y periféricas, cuando en otros países como Portugal, España e Italia el 100% de esta franja etaria han sido vacunados.
La nueva grieta
Familias enteras se pelean por posiciones encontradas respecto de la aplicación del pase sanitario. Los dueños de bares y restaurantes tienen actitudes diversas: desde una franca oposición a controlar a sus clientes a una aceptación resignada pero con serias dudas de poder llevar a cabo un control efectivo porque muchos estarán obligados a contratar personal para hacerlo. El dirigente de la federación de centros comerciales estimaba necesario contratar 6000 nuevos empleados para hacer frente a los controles.
Varios sindicatos se oponen a la suspensión – y eventualmente al despido- de obreros y empleados por no poder presentar el “pase sanitario”. Los sindicatos que agrupan a los bomberos y el personal hospitalario llaman al paro para este lunes 9 de agosto, día en que entra en vigor el “pase sanitario”.
“Ayer nos vimos obligados a ir a trabajar cuando éramos portadores asintomáticos de Covid-19. Hoy nos vemos obligados a estar vacunados y a mostrar el pase para poder realizar nuestra actividad hospitalaria. Es el mundo al revés”. Denis Betand, dirigente de la CGT-Salud sostiene: “...trabajábamos sin mascarilla, sin blusa, sin guantes, nos dijeron todo y su contrario, que no debíamos llevar mascarilla porque no había suficientes. Desde el comienzo de la pandemia, han sido todos los trabajadores de la salud quienes hemos asegurado un trabajo inmenso ".
El gobierno de Macron enfrenta en pleno verano y a ocho meses de las elecciones presidenciales una movilización inédita en esta época del año y que se asemeja a una continuidad de los chalecos amarillos. Esta se caracteriza por una exasperación ante la multiplicación de las limitaciones, de las inconsistencias de las políticas públicas desde hace dieciocho meses. También por un sentimiento de que determinadas decisiones lanzadas sin aviso son inaplicables. Otros se sienten víctimas directas de las decisiones gubernamentales, como es el caso de los restauradores o actores culturales. Una parte se reclama abiertamente “anti-vacunas” y acusa al gobierno de “dictatorial”.
Estamos viviendo un momento paradojal: mientras millones de personas de los países pobres claman desesperadamente por obtener vacunas, en Francia y otros países de Europa, miles de personas rechazan vacunarse. Mientras tanto los laboratorios Pfizer y Moderna aumentan el precio de sus vacunas amasando fortunas, en el momento en que varios países, incluida Francia, proponen una tercera dosis de refuerzo.
Hoy más que nunca es necesario liberar las patentes y producir vacunas en cada país para inmunizar a todas las poblaciones. Hasta que esto se logre, la mayoría de los científicos propugna seguir utilizando mascarillas, gestos barrera y sobre todo insisten en el control de los viajeros, imponiendo verdaderas cuarentenas con test sistemáticos.