Francia y Reino Unido: dos oportunidades para recuperar la política para las mayorías

10 de julio, 2024 | 16.15

Esta última semana sucedieron dos eventos a los que debemos prestar atención: las elecciones generales en Reino Unido y Francia. En el primero, el partido Laborista hizo una gran elección, dejando atrás una serie de gobiernos conservadores que deben ser calificados como desastrosos. En el segundo, el Nuevo Frente Popular en Francia se impuso como primera fuerza política, dejando atrás al partido ultraderechista de Reagrupamiento Nacional, y también la propuestas centristas representada por el presidente Emmanuel Macron.

Ambos casos, sumado a la reciente elección de México donde revalidó su mandato Morena, desmienten el hecho de que la ultraderecha sea la única que está avanzando en todo el mundo, como intenta instalar Javier Milei. Sin embargo, no parece ser una  incipiente nueva ola de progresismo, sino más bien un retroceso de las propuestas más conservadoras, y la generaciòn de miedo y hartazgo en los votantes ( los europeos en  particular), pero, spoiler alert: las izquierdas o los progresistas sólo podrán conquistar nuevos tiempos si reinterpretan la insatisfacción democrática de las grandes mayorías, consiguen canalizar en términos de transformaciones políticas y al mismo tiempo dar respuestas reales a los desafíos materiales.

Las extremas derechas no sacan más votos, hacen más ruido

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Amplificadas por las redes sociales, principalmente en X cuyo dueño es Elon Musk, pero también por los algoritmos de Instagram, propiedad de Mark Zuckenberg y TikTok, de Zhang Yiming (multimillonario chino), las extremas derechas amplifican su discurso de odio con una lógica que genera likes, visualizaciones, y conversaciones sociales. Y lo que sucede en el metaverso, se traslada a la realidad y a las urnas, apoyados por los grandes medios. La generación de esta nueva realidad selló una alianza virtuosa entre los líderes ultraderechistas del mundo y la nueva élite global del FinTech, que redobla su crecimiento electoral, mientras que multiplica sus rendimientos cuanto más odio, más ruido y más apego generan  en las redes.

Pero la globalización de este discurso reaccionario, sin embargo, parece encontrar un límite en la realidad efectiva una vez que llegan al poder. Ante la falta de respuestas y soluciones, el enojo (y los votos) se empiezan a ubicar en la otra vereda. A priori, parece una señal sana de la democracia, pero los tiempos del metaverso son mucho más rápidos y también se trasladan a la arena política, hecho que implica un desafío a la hora de ofrecer respuestas desde los gobiernos.

Triunfo histórico: 412 de los 650 escaños para los laboristas

Recapitulemos, ¿qué sucedió en Reino Unido? Si bien viene de una seguidilla de gobiernos conservadores, Boris Johnson, el Brexit, el fugaz paso de Liz Truss, representaron explícitamente este proceso de alianzas reaccionarias que esta semana llegó a su fin. Generaron un caudal electoral basado en propuestas extremas sobre la inmigración, recuperar la supuesta grandeza de su nación pero que al fin y al cabo llevaron adelante un modelo económico de ultra millonarios, que siempre y en todo lugar, da como resultado mayor desigualdad. Por supuesto que el cambio en las urnas no fue abrupto, en el medio pasó Sunak, hoy ex primer ministro, también conservador pero alejado de la extravagancia de sus predecesores, aunque con las mismas ideas económicas. Finalmente, días atrás ganó el Partido Laborista las elecciones, con el desafío de recomponer la economía de un país que ya no es parte del mercado único europeo, con grandes desafíos migratorios, con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y la necesidad de relanzar un Estado benefactor.

El partido Laborista Británico sacó el 33% de los votos en 2024. En 2019, la anterior elección había sacado 32%, en 2017 un 40% y en 2015 un 30%. En ninguna ocasión, ni aún en la gran elección de Jeremy Corbyn en 2017, había logrado ser la fuerza más votada. Siempre el partido conservador había logrado tener un candidato con más votos.  No se trata,entonces, de un crecimiento electoral, si no, que la fuerza conservadora se derrumbó, se fragmentó y perdió las elecciones.

El caso del Reino Unido es un caso especial ya que su sistema electoral es particular. Se trata de un sistema parlamentario donde se votan candidatos que luego formarán gobierno a través del parlamento. En pocas palabras, se divide el territorio total en 650 circunscripciones. En cada una, se elige sólo un representante (el más votado) que será el representante en la cámara de los comunes. Sólo accede una persona por circunscripción. Es así que el Partido Laborista, aun con un porcentaje relativamente bajo, logró ganar 412 de los 650 lugares en disputa y formar un gobierno mayoritario encabezado por Starmer.

Frente Popular contra la extrema derecha

En Francia, el proceso es diferente. Macron, representante de una derecha corrida hacia el centro, actuó más de una vez como el límite ante el avance de la ultraderechista Le Pen. Tenía en sus activos ser la cara de un partido nuevo, una figura sin antecedentes en la política, un hombre joven, con algunas posturas sociales que podrían considerarse progresistas, que llegaba a renovar la política y de esa manera supo representar a gran parte del pueblo francés y administrar el descontento en más de una elección, sin embargo luego de dos mandatos, esa figura fresca que venía a renovar la política francesa, demostró ser un político hábil pero económicamente débil, cuyo principal activo terminó siendo la contención electoral de una amenazante extrema derecha que creció durante su gobierno. En la primera vuelta - hace semanas - salió tercero en las elecciones parlamentarias y en la segunda vuelta ha logrado recuperar terreno, pero sin llegar al primer lugar. Lugar que ocupó el Nuevo Frente de Izquierda, que supo conformar alianzas entre diferentes partidos, principalmente la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y el Partido Socialista, el cual ofreció propuestas económicas concretas (incluyendo reducción de la jornada laboral, de la edad jubilatoria y aumento del salario mínimo) y luego de una eficaz campaña ofrecer una alternativa real frente al descontento creciente en suelo francés. (Sin dejar de lado la tradición francesa que siempre reacciona muy fuerte ante el límite de Le Pen).

El caso francés es diferente porque allí no llegó nunca a gobernar la derecha más reaccionaria y porqué tiene un sistema electoral diferente. También se divide en circunscripciones donde ingresa al parlamento sólo el ganador, se trata de un sistema semipresidencial, donde hay elecciones  para presidente y otras para el parlamento ambas con segunda vuelta. Allí existe un Presidente elegido en elecciones directas por el pueblo y un Primer Ministro elegido por el parlamento. Y entre ellos se dividen las tomas de decisiones y tienen diferentes responsabilidades. Pero volviendo al caso, la extrema derecha en Francia no logró imponerse en ninguna de las elecciones.

La izquierda, si bien logró más votos que sus contrincantes electorales, tampoco logró lo necesario para gobernar autónomamente y deberá realizar alianzas con el partido de Macron, seguramente, para poder formar gobierno.

La conformación de coaliciones siempre es difícil en Francia,  porque los ganadores son, a su vez, una unión de partidos. Sin embargo, se espera la aplicación del llamado cordón democrático, -nuevamente- que permite tejer alianzas para mantener al margen a la extrema derecha.

Ahora, hay que gobernar

En conclusión, estas elecciones en Europa nos muestran que hay una resistencia y persistencia electoral de los sectores de oposición a los sistemas establecidos  y un leve crecimiento que permite gobernar, aun con lógicas de tercios. No hay, por ahora, un crecimiento como en otras épocas, pero ante la fragmentación social y por lo tanto electoral, se están fortaleciendo alternativas que permiten volver a gobernar No es fácil ganarle a los algoritmos, no es fácil ganarle a las modas, pero la realidad nos muestra solo una cosa: la desigualdad crece en todas partes del mundo. Los ricos, cada vez son más ricos, los pobres, cada vez son más pobres. Frente a esto, el individualismo crece y el Estado es cooptado y desmantelado en pos de contribuir a esta desigualdad. Pero hay una resistencia, hay una memoria democrática que muestra que podemos recuperarnos y poder pelearla.

Es más necesario que nunca generar programas de gobierno que disminuyan la desigualdad, que escuche las demandas de la gente, sus necesidades, volver a representar a esos sectores que reclaman por una sociedad más equitativa  y que desde Argentina prestemos especial atención, busquemos inspiración, tomemos nota de este momento, y más pronto que tarde, les vamos a ganar acá también.

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Delfina Rossi

Nació en Rosario. Es magíster en Economía y en Políticas Públicas y cursa el doctorado en Ciencia Política. Directora del Banco Ciudad de Buenos Aires. Exdirectora del Banco de la Nación. Referenta de Buenos Aires 3D. Feminista, ciudadana del mundo, porteña por elección.