Bayrou, nuevo primer ministro: Macron insiste pese a la crisis

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, nominó a Francois Bayrou como nuevo primer ministro. Este aliado centrista de Macron, sucede a Michel Barnier, que fue cesado en una moción de censura.

13 de diciembre, 2024 | 21.39

Desde hace una semana se lo mencionaba, y finalmente es François Bayrou quien asume el puesto de primer ministro en Francia en este cierre de año. El cuarto en menos de un año, lo que refleja una crisis institucional sin precedentes en la Quinta República. Un nombramiento que deja pocas esperanzas de un posible cambio en la orientación política. Repasemos la designación de uno de los grandes aliados del macronismo, quien tendrá la tarea de recomponer las piezas.

La censura a Michel Barnier y su gobierno sonó como una derrota importante para Emmanuel Macron la semana pasada. Opuesto a toda reforma de izquierda (que había quedado en primer lugar en las elecciones legislativas de junio), es Barnier quien fue elegido por Macron como “hombre de consenso”. Proveniente de un partido conservador minoritario (Los Republicanos), intentó formar coaliciones desde el centro hasta la extrema derecha, sin éxito. La moción de censura presentada por el Nuevo Frente Popular (alianza de izquierda) fue la primera en prosperar desde 1962. Pero Macron pareció no darle importancia. Incluso declaró al día siguiente en televisión que no asumía “la irresponsabilidad de los demás”. Lo que siguió fue una semana de negociaciones y búsqueda de un sucesor.

El nombre de François Bayrou, líder del Modem, un partido centrista de orientación liberal, surgió rápidamente. Frecuentemente presentado como una figura destacada del “superar las divisiones”, Bayrou es, en muchos aspectos, un Macron-bis, totalmente subordinado a las doctrinas liberales de desregulación. Partidario del presidente desde el inicio, Bayrou es un tecnócrata experimentado. Con una larga trayectoria en la política francesa, alternó entre cargos importantes en el ejecutivo y el legislativo. Hace 30 años ya había sido ministro de Educación bajo Edouard Balladur, participando en un gobierno que multiplicó los ataques contra la seguridad social, las asignaciones y los salarios de los funcionarios. Su mayor éxito político fue probablemente su candidatura presidencial en 2007, cuando obtuvo el 18,5 % de los votos, anticipando la estrategia que Macron implementaría diez años después. Presentándose por encima de las divisiones izquierda-derecha, las calificaba como una “guerra de clanes”. Por eso no sorprende que Bayrou haya tenido un rol clave en la victoria de Macron en 2017, lo que le permitió ocupar el puesto de ministro de Justicia.

Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Sin embargo, su paso por el gobierno fue breve. Mientras denunciaba “el mundo de los grandes intereses y el dinero”, fue imputado por complicidad en malversación de fondos públicos en un caso de empleos ficticios en el Parlamento Europeo. Asistentes parlamentarios del Modem habrían trabajado para el partido y no para el Parlamento de la Unión Europea. Hubo 11 imputados en total, con un fraude estimado en 300.000 euros. Aunque Bayrou fue absuelto, no ocurrió lo mismo con otros 8 colaboradores, cuyos empleos ficticios fueron reconocidos, al igual que el partido, que debió pagar una multa del mismo monto. Además, la fiscalía de París sigue considerando que Bayrou fue “el responsable de la implementación y el funcionamiento del sistema fraudulento”. Será juzgado nuevamente en apelación en 2025.

Pero todo esto no parece importar a Macron. Nunca pareció tan aislado, tanto en su propio campo como en el país. El nombramiento de Bayrou es, sobre todo, la decisión de persistir en su negación. Tras haber dado un gobierno a un partido que apenas contaba con 47 diputados en la Asamblea Nacional (Los Republicanos), Bayrou proviene de un partido que tiene solo 36. Con Francia todavía sin presupuesto para 2025, la ecuación parece irresoluble. Macron apuesta a la disgregación del Nuevo Frente Popular. Mientras que la fuerza mayoritaria de la alianza (La Francia Insumisa) ya anunció su oposición al nuevo gobierno, la reputación de inestabilidad del Partido Socialista lo precede.

Sin embargo, nada está garantizado, y el secretario general del partido, Olivier Faure, presentó sus “líneas rojas” para un “acuerdo de no censura”: respeto por las demandas de los franceses en servicios públicos, no uso del artículo 49.3 (que permite aprobar leyes sin debate parlamentario) y evitar que la extrema derecha siga siendo árbitro de las políticas gubernamentales. Es difícil saber qué estará dispuesto a conceder Bayrou. Durante el traspaso de mando, anunció que buscaría un “camino inédito”, marcado por “la voluntad de reconciliación”. Pero, ¿sobre qué medidas? Las reformas prioritarias del NFP (revocación de la reforma jubilatoria a los 64 años, aumento del salario mínimo a 1600 euros y un impuesto a las ganancias extraordinarias) fueron ferozmente combatidas por el campo presidencial durante los debates presupuestarios.

En cuanto a la extrema derecha, la situación es más incierta. Impulsados por sus votantes, el Rassemblement National consideró insuficientes las concesiones de Barnier, votando la censura junto a la izquierda. Pero Bayrou se jacta de mantener buenas relaciones con los dirigentes del partido. Incluso había apoyado a Marine Le Pen frente a los procesos judiciales que enfrenta. Esta última reconoció en una entrevista con Le Figaro su “inteligencia política”. Por ahora, no se vislumbra una moción de censura de su parte, pero ¿por cuánto tiempo? La estrategia de responsabilidad adoptada por la extrema derecha podría volverse peligrosa si aparecen demasiado cercanos al macronismo.

Si bien Macron probablemente evite una caída inmediata de su gobierno, solo está posponiendo el problema. Una nueva moción de censura redirigiría todas las miradas hacia él. A menos que esté simplemente ganando tiempo hasta julio próximo, cuando podrá disolver nuevamente la Asamblea Nacional.