Con gusto a revancha y un puñado de hipérboles siempre a flor de labios, Donald Trump, elegido presidente de los Estados Unidos por segunda vez el pasado 5 de noviembre, prometió que “éste será el siglo de oro de la historia estadounidense”. Se afirma en varios pilares: una victoria contundente sobre su rival demócrata, una clara mayoría legislativa en las dos cámaras, un mayor dominio sobre el Partido Republicano y con más poder de juego que en su anterior mandato.
En política exterior, su promesa más impactante fue la de poner fin a la guerra de Ucrania. Según el presidente electo, si él hubiera estado en la Casa Blanca en febrero de 2022, cuando Moscú comenzó su “operación militar especial”, la guerra no hubiera prosperado. Durante su campaña presidencial, Trump aseguró que sentaría a los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Ucrania, Vlodomir Zelensky, en una mesa de negociación y acabaría el conflicto en 24 horas.
Desde el Kremlin respondieron burlonamente a la fanfarronada trumpista. “Por supuesto, fue un cierto tipo de exageración cuando (Trump) dijo que lo haría de la noche a la mañana”, dijo el vocero Dmitri Peskov en conferencia de prensa. Luego dejó claro que Rusia nunca cambia sus objetivos, que siempre estaba abierta al diálogo, pero minimizó un posible “deshielo” entre Washington y Moscú. “Todavía no ha llegado el momento para dar pasos concretos. Sería prematuro hablar de eso”, dijo el viernes cuando un periodista le preguntó sobre el tema.
No obstante, más temprano que tarde, un cambio en la situación del conflicto bélico en el centro de Europa deberá acontecer. Hay un alto porcentaje de la población norteamericana harta de sostener las guerras con sus impuestos y si Trump ordena cortar la ayuda financiera a Ucrania, Zelensky se verá forzado a negociar. El actual presidente, Joseph Biden, planea enviar a Zelensky, antes de terminar su mandato, 6.000 millones de dólares, o sea, el dinero restante del paquete de asistencia a Ucrania, según informó la prensa occidental.
Zelensky, luego de felicitar telefónicamente a Trump por su victoria, publicó un video en el que aseguró que en esa conversación se había ratificado la colaboración en defensa. Según trascendió en algunos medios que no proporcionaron la fuente de la noticia, la llamada duró siete minutos y no se habló de política. También aseguraron que el magnate Elon Musk participó de la conversación: Trump puso el altavoz y Zelensky agradeció a Musk la ayuda proporcionada a través de Starlink para las comunicaciones en el transcurso de la guerra.
Sobre el camino que adoptará Trump en relación a Oriente Medio y, más específicamente, con la política genocida llevada a cabo por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se conoce menos. Por un lado, nadie duda de su total apoyo a Israel, un país con extrema influencia interna en EEUU y aliado estratégico en Oriente Medio, pero por otro lado, antes de las elecciones, Trump –que tiene un excelente vínculo con Netanyahu- estuvo coqueteando con la colectividad musulmana de EEUU y prometió “paz”. El Iman Belal Alzuhairi, líder importante en la comunidad musulmana de Michigan que lo acompañó durante la campaña aseguró: “Lo estamos apoyando porque prometió poner fin a la guerra en el Medio Oriente y Ucrania. Prometió paz”.
El yerno de Trump, Jared Kushner, de religión judía, fue director de la “Oficina de innovación” en la primera administración trumpista y parte de su equipo asesor en la actualidad. En marzo de este año, Kushner, que es dueño de unas de las inmobiliarias más importantes de EEUU y del semanario The New York Observer, se mostró partidario de la política de expulsión total de palestinos y limpieza étnica al ser entrevistado en la Universidad de Harvard. En esa charla, consideró que Gaza era una valiosa propiedad frente al mar y que, en lugar de invertir en armas, una vez vaciada, habría que invertir en construcciones.
Otro signo de interrogación se abre en torno a la política con China. Es probable que el nuevo gobierno baje el nivel de provocaciones bélicas de la administración Biden (en el Estrecho de Taiwán y el Mar de China) y se concentre en la guerra económico-comercial. Se sabe, porque así lo anticipó el republicano, que aumentará los aranceles “hasta un 100% en algunos casos” sobre las importaciones chinas. Como candidato, Trump, alegando que “la competencia china es injusta”, amenazó con bloquear las compras de ese país a empresas y bienes raíces estadounidenses. También propuso aplicar gradualmente trabas para la compra de algunos productos como los automóviles.
En cuanto a Europa Occidental, seguramente será una de las zonas del mundo que peor la vaya a pasar en el futuro. En el período anterior (cuando aún no existía el conflicto en Ucrania), el republicano había sido muy duro con sus “aliados” europeos y le había exigido, entre otras cosas, un aumento de sus presupuestos militares para mantener a la OTAN para que no recayera sobre EEUU todo el gasto de la organización militar. Si Europa ya tiene problemas como consecuencia de su sometimiento a Washington, ahora –con guerra o con paz en Ucrania- tendrá más: si Trump retira la ayuda financiera a Zelensky recaerá sobre los contribuyentes europeos toda la carga.
Cómo será el vínculo de la nueva administración de Trump con Latinoamérica
Finalmente, América Latina seguirá siendo una protagonista principalísima en el nuevo escenario que se desplegará a partir del 20 de enero de 2025. La llegada de Trump a la Casa Blanca acelerará la transición geopolítica y la región será, como siempre, la plataforma sobre la cual el imperio se asienta para el combate. En este cuadro hay que prestar especial atención a Venezuela, un país castigado duramente con sanciones en el primer período trumpista. Se espera un aumento de las hostilidades norteamericanas contra el gobierno bolivariano, pero hoy Caracas se encuentra en un lugar diferente del de hace cuatro años atrás.
Durante la Cumbre de los Brics en Kazan, a fines de octubre, Putin no perdió ninguna oportunidad para demostrar su abierto apoyo al presidente Nicolás Maduro. El jueves 7 de noviembre, durante la XVIII Comisión Intergubernamental de Alto Nivel entre Venezuela y Rusia en Caracas, se firmaron 17 acuerdos de cooperación entre los cuales los recursos naturales y el mutuo apoyo en seguridad tienen un espacio destacado.
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El delegado de Putin en esa reunión, el viceprimer ministro Dmitri Chernishenko, aseguró que Venezuela sigue siendo un “socio estratégico y aliado poderoso de Rusia en Latinoamérica y el mundo” y confirmó la disposición del Kremlin en desarrollar una asociación estratégica técnica militar con Caracas y satisfacer las necesidades de las Fuerzas Armadas bolivarianas en armas y equipos de fabricación rusa. El vicepremier anunció además que una estación terrestre del sistema ruso de navegación satelital “Glonass” se instalará en Venezuela a finales de año, lo que “permitirá a los consumidores venezolanos utilizar navegación de alta precisión en el transporte y la agricultura en el territorio del país”.
Un Trump más empoderado llega a un mundo geopolíticamente diferente. EEUU enfrenta rivales más seguros de sí mismos y mejor organizados. Existe una alianza sino-rusa que no había nacido en su primer mandato. En las próximas semanas se empezará a conocer cuál es el camino que decidirá el republicano ante estos nuevos escenarios.