El expresidente Donald Trump presentó los documentos de su candidatura para postularse nuevamente a la presidencia en las elecciones de 2024. Los documentos llegaron a la Comisión Federal de Elecciones (FEC, por sus siglas en inglés) poco antes de su discurso de lanzamiento en Mar-a-Lago, en Florida.
El expresidente inició el derrotero para volver a dar la pelea desde el mismo momento en el que se vio forzado a salir de la Casa Blanca tras las elecciones del 2020. El entonces mandatario no reconoció la derrota y, casi dos meses más tarde, el manto de sospechas sobre un fraude que agitó a sus simpatizantes llevó al día que se conoce como “la toma del Capitolio”, el 6 de enero de 2021.
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Con ese escenario de fondo, desde entonces, Trump recorrió el país, recaudó fondos y dio discursos. Hasta incluso se ocupó de elegir candidatos republicanos para estas elecciones de medio término con quienes apostaba a consolidar una suerte de “marea roja” en el Parlamento que, contra todo pronóstico, nunca llegó. Acabó, de alguna manera, por hacer de esta elección una suerte de referéndum para su vuelta política. De hecho, unos días antes de los comicios del martes 8 de noviembre, le avisó al país que el próximo martes 15 (por hoy) haría "un gran anuncio".
DeSantis, su principal rival
"Florida se mantuvo como una citadela de libertad cuando el mundo se volvió loco", dijo Ron DeSantis cuando celebró su aplastante reelección como gobernador del único estado de Estados Unidos donde la política latinoamericana es tema obligatorio de la agenda de la clase dirigente. Y ensombrece la posibilidad de que Donald Trump vuelva a ser el presidente norteamericano que preste el giro a la derecha nuevamente.
DeSantis tiene 44 años, es abogado y tiene un pasado en las Fuerzas Armadas, que incluye un paso sin muchos detalles conocidos por la cárcel militar de Guantánamo -tristemente famosa por la falta de garantías constitucionales y por el uso de tortura contra detenidos que hace más de una década esperan un debido proceso que nunca llega- y en la guerra en Irak. Cumple todos los requisitos tradicionales de un buen republicano y consiguió un equilibrio que ningún dirigente de proyección nacional había logrado hasta ahora: combinó el discurso virulento y xenófobo y la ofensiva constante que caracterizan a Trump con un liderazgo que juega dentro de las líneas del aparato del Partido Republicano.
Las resistencias a su candidatura para las próximas elecciones presidenciales, de todos modos, no provinieron únicamente del resultado de las elecciones. Algunos personajes republicanos se mostraron en contra de su reelección. Larry Hogan, el aún gobernador de Maryland, un Estado que han recuperado los demócratas -con Wes Moore, que hizo historia al convertirse en el primer afroamericano en ocupar el puesto- acudió al símil beisbolístico: “Es la tercera elección consecutiva en la que Trump nos ha hecho perder, y, ya se sabe, al tercer strike, quedas expulsado”, dijo en la CNN. El gobernador de Massachussetts, Charly Backer, por su parte, hizo su propia lectura de los resultados para concluir que “los votantes no están interesados en los extremismos”.
En una carta abierta a los miembros republicanos del Congreso, 72 líderes conservadores pidieron que decisiones tan trascendentales como elegir quién llevará el timón republicano en ambas Cámaras no se tomen a la ligera, o no, al menos, hasta que se decida la lucha por el Senado en Georgia, que ha ido a una segunda vuelta, prevista para el 6 de diciembre.
Problemas judiciales
El ex mandatario tiene en su haber, al menos, seis causas judiciales; la última conocida es por haberse llevado documentos clasificados de la Casa Blanca, pero también tiene otras por intentar anular las elecciones en las que fue derrotado y por promover el ataque al Capitolio. Además, se enfrenta a un posible desacato después de no cumplir con una citación del comité del 6 de enero (que investiga el asalto al Capitolio). Por esa causa, sus abogados impugnaron una citación de la comisión especial del Congreso estadounidense, argumentando que el expresidente sigue gozando del llamado privilegio ejecutivo casi 22 meses después de dejar el cargo, y no puede ser obligado por el Congreso a comparecer.
En tanto, informes judiciales documentaron la pelea por los documentos del gobierno que Trump se llevó cuando dejó el cargo, mientras que un informe del Congreso describió cómo las naciones extranjeras gastaron en su hotel de Washington mientras estuvo en el cargo.