Lai Ching-te fue elegido presidente de Taiwán el pasado 13 de enero. Su conocida militancia a favor de que la isla se independice de China y el apoyo que le llega desde Estados Unidos auguran una etapa de crecientes turbulencias y confrontaciones entre Washington y Beijng, algo cuya gravedad, lamentablemente, la Cancillería argentina parece ignorar.
En 1949, cuando Mao Tse-tung y su Partido Comunista triunfaron en el continente, el militar Chang Kai-shek y sus fuerzas nacionalistas (Kuomintang, KMT) se refugiaron en la isla de Formosa (Taiwán) con la expectativa de que el comunismo cayera pronto y él pudiera mandar en toda China. Chang gobernó Taiwán con la ley marcial hasta su muerte en 1975. Para la China comunista, desde 1949, la unificación de la isla y el continente, siempre fue una prioridad.
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Como en el caso de Hong Kong (enclave apropiado por el Reino Unido hasta 1997, año en que Beijing logró que Londres se lo devolviera), el concepto bajo el cual la República Popular China busca recuperar todo su espacio histórico es el de “un país dos sistemas”, es decir, encarar la reunificación territorial aceptando que las zonas reincorporadas mantengan el sistema capitalista. Bajo esa política, en 1972, el ex presidente estadounidense Richard Nixon firmó el “comunicado de Shangai” donde admite que “Taiwán es parte de China”.
Medio siglo después el escenario mundial ha cambiado. China emerge como una potencia competitiva y EEUU -como suele suceder- olvida sus promesas. En los últimos años Washington no sólo ha incrementado la venta de armas a Taiwán sino que también ha multiplicado las provocaciones políticas desafiando al gobierno chino.
"La reunificación de la Madre Patria es una inevitabilidad histórica", dijo el presidente Xi Jinping el pasado 31 de diciembre, reafirmando la idea de que el independentismo de Taiwán es una línea roja que China no aceptará que se cruce. “Los compatriotas a ambos lados del estrecho de Taiwán debemos estar unidos por un propósito común y compartir la gloria del rejuvenecimiento de la nación China”.
En ese marco es incomprensible e irresponsable que, días después del discurso de Xi, la canciller Diana Mondino aceptara reunirse con la representante de la oficina comercial de Taiwán en Argentina, Miao-hung Hsie, sin ningún beneficio para nuestro país y con el único propósito de obedecer a Washington. Horas después, Mondino tuvo que hacer público su arrepentimiento y subrayar que Argentina no reconoce a la isla como un Estado independiente y que defiende el principio de “una sola China” (“One-China policy”).
Está claro que la visión que los libertarios tienen sobre China es fragmentada y anglocéntrica. Sin ningún criterio propio, el gobierno actual compra el relato creado por Occidente e ignora –o finge ignorar- que el mundo ha dejado de ser unipolar y que, con la impresionante cifra del 52% del producto bruto industrial mundial, en este momento, Asia Pacífico y el Índico son la zona del mundo de mayor ascenso. Lamentablemente el gobierno de Javier Milei renuncia a todo pensamiento soberano y a cualquier mirada estratégica de largo plazo que permita el desarrollo autónomo (o integrado a la región sudamericana) de nuestro país.
Tres escenarios bélicos
Los comicios de Taiwán han sido los primeros en el 2024, un año que será record en elecciones y cambios de gobierno a nivel global. El actual vicepresidente, Lai Ching-te, un médico de 64 años que dejó su profesión y se dedicó de lleno a la política, ganó las presidenciales con poco más del 40%.
Su Partido Democrático Progresista, no obstante, perdió la mayoría en el Congreso y ahora tiene apenas 51 de los 113 escaños de la Legislatura. Su eterno rival, el Kuomintang (a favor de la reunificación), en cambio, creció y alcanzó 52 asientos. La novedad de estas elecciones es la aparición de un tercer partido, el Partido Popular de Taiwán, que obtuvo 8 legisladores y que, por lo tanto, tendrá un gran poder de veto. A partir de su asunción como presidente, el 20 de mayo, Lai Ching-te dependerá de las negociaciones y alianzas políticas con los opositores para poder gobernar.
Aún con esta debilidad legislativa, la bandera pro independentista que levanta el presidente electo, ofrece el caldo de cultivo que Washington necesita para fomentar un escenario de inestabilidad en el Mar de la China.
Como en el caso de Ucrania, la importancia de Taiwán es geoestratégica. Así como la política de provocación y asedio de la OTAN a Ucrania responde al objetivo estadounidense de debilitar estructuralmente a Rusia (un famoso informe del influyente think tank norteamericano Rand Corporation sugería incluso la posibilidad de derrocar a Vladimir Putin y fragmentar territorialmente a Rusia en cinco o más naciones) los propósitos de EEUU en Taiwán apuntan directamente a perjudicar a China.
EEUU tiene, ciertamente, intereses comerciales. Taiwán tiene las mayores fábricas de semiconductores y chips del mundo. Pero la verdadera motivación es el espanto con el que el establishment estadounidense constata, día a día, no sólo su irreversible pérdida de liderazgo en el mundo sino también el crecimiento de una potencia –China- que le hace sombra.
Sólo un ejemplo: China será en el 2030 el líder mundial de Inteligencia Artificial. El Instituto Australiano de Política Estratégica (ASPI) investigó sobre las naciones que lideran los 44 sectores tecnológicos cruciales del planeta. El resultado arrojó que China es la número uno (domina 37 sectores de los 44: robótica, biotecnología, materiales avanzados, tecnología cuántica, entre otros). Le sigue EEUU (domina 7 sectores) y el resto del mundo no lideran nada. Otro dato: en el 2023, EEUU creció apenas 2,5% y China, 5,2%. China está lejos de haber llegado al máximo de su desarrollo posible.
En este escenario de transición hegemónica a Beijing le conviene la estabilidad mundial, mientras que Washington apuesta al caos para lograr su supervivencia como única potencia global. Mientras EEUU estimula la guerra, China insiste en las políticas de paz (el canciller Wang Yi ha estado esta semana en Egipto proponiendo una salida al conflicto en Oriente Medio y luego viajó a Brasil para reunirse con el presidente Lula).
Ya hay dos focos bélicos en los que aliados de EEUU y el Pentágono están implicados. Ucrania en Europa y Gaza-Yemen- El Líbano en Oriente Medio. ¿Lograrán que el Mar de la China y Taiwán, una isla estratégica para los chinos, se conviertan en el tercero foco bélico del mundo?