Una serie de noticias alarmantes sobre ovnis y globos chinos que surcaban los cielos del “gran potencia del Norte” ocuparon los titulares de la prensa global los últimos quince días. Entretanto, otras noticias verdaderamente aterradoras eran escondidas bajo la alfombra. Un clásico estadounidense.
Usar a los OVNIs como cortina de humo no es nuevo. En el siglo XXI, la mayoría lo toma en broma, pero en la década de los 50 (como analizan grandes historiadores como el estadounidense H. Bruce Franklin), la literatura y el cine de ciencia ficción que se ocupaban de las invasiones alienígenas fueron importantes pilares para sembrar el pánico entre los norteamericanos y, sobre todo, para afianzar un nuevo imaginario social que reemplazara al enemigo fascista de la Segunda Guerra Mundial por el enemigo soviético.
Un ejemplo típico es la película en blanco y negro, “Invasion of the Body Santchers” (en Argentina se estrenó con el título “Muertos vivos”), basada en la novela de Jack Finney y dirigida en 1956 por Don Siegel. En el film, las personas de la familia y del barrio tienen por fuera el mismo aspecto, pero por dentro han sufrido una extraña metamorfosis (¿el comunismo?). Estos seres buscan, incluso, sugestionar y captar al resto de los humanos. En este tipo de producciones los mutantes o extraterrestres son la representación de “esos otros que no comparten nuestro estilo de vida”. En la película de Siegel, la alusión al peligro comunista es obvio: “Ustedes prometen un mundo donde todos son iguales. ¡Vaya mundo ese! No deseo ser parte de un mundo sin amor, sin Dios” dice el protagonista “patriota” a los “invasores”.
Desde 1952 hasta fines de 1969, la Fuerza Aérea de EEUU tuvo una división científico-militar especializada en el estudio de los ovnis. El multimillonario y ultrasecreto programa se llamó Proyecto Libro Azul (Project Blue Book). Se recogieron 12.618 casos y se concluyó que la mayoría eran malinterpretaciones de fenómenos naturales. En 2015, la CIA, a partir de documentos desclasificados en 2013, admitió que los presuntos objetos voladores no identificados avistados entre las décadas del 50 y 60 eran fruto de operaciones secretas de inteligencia. La agencia tuiteó en 2015: "Las noticias sobre la actividad inusual en los cielos en los años 50: fuimos nosotros". En 2023, el Pentágono envió al Congreso un informe, otra vez, sobre “Fenómenos Aéreos No identificados”.
La otra noticia -la de los globos aerostáticos- es mucho más seria porque, aunque la propia Casa Blanca admitió que se trató de un bleff, provocó la cancelación del encuentro entre el presidente Xi Jinping y el canciller norteamericano Anthony Blinken, es decir, devino en una crisis diplomática de impredecibles consecuencias.
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El 4 de febrero pasado el Departamento de Estado aseguró que aparatos de vigilancia chinos, equipados con instrumentos aparentemente capaces de interceptar y geolocalizar señales de comunicación volaban sobre Estados Unidos. Luego la Casa Blanca informó que habían derribado tres de esos aparatos y diez días después, el 14 de febrero, John Kirby, jefe de comunicación del Pentágono, aseguró que esos globos aerostáticos chinos tenían fines comerciales o de investigación y que eran inofensivos.
La respuesta de China fue a la mandíbula. Primero, Beijing contraacusó a Washington de violar “más de diez veces” su espacio aéreo con globos norteamericanos. Y luego, la vocera de la cancillería, Hua Chunying, lanzó un tuit donde no sólo ironizó sobre la sobreactuada alarma norteamericana, sino que insinuó que la fake news buscaba ocultar el gravísimo descarrilamiento de un tren cargado de sustancias tóxicas en el estado de Ohio.
“Aparentemente algunos en Estados Unidos toman a un globo civil como una gran amenaza, mientras que el descarrilamiento explosivo del tren y la fuga de sustancias químicas tóxicas no", tuiteó con el hashtag #OhioChernobyl. Hua criticó además el encarcelamiento de un periodista que cubría el desastre ecológico: “¿Esa es la 'libertad de prensa' de la que se enorgullecen?”. Hasta entonces los medios no habían informado nada sobre el tren que, tras descarrilar, explotó, ocasionó un derrame de sustancia letales y provocó un incendió de daños todavía desconocidos. Se sabe que hasta el momento murieron muchísimas aves y mamíferos de la zona.
Para otros, como Edward Snowden -el ex analista de la Agencia de Seguridad Nacional que reveló cómo EEUU usa su sistema de espionaje para controlar al resto de los gobiernos (aliados o no), a los países y sus riquezas- la noticia de los globos fue una pantalla para tapar las revelaciones del periodista Seymour Hersh sobre los atentados terroristas que dejaron sin gas ruso a Europa. Según publicó en su blog Hersh, el presidente Joe Biden fue quien ordenó volar los gasoductos Nord Stream 1 y 2, el pasado 26 de septiembre. Este ataque no sólo implica, en términos prácticos, un duro golpe contra la industria europea y un buen negocio para EEUU porque se incrementa la venta de su gas a Europa, sino que, en términos geoestratégicos y militares, involucra a la Casa Blanca en la guerra ruso-ucraniana ya que puede ser considerado una causus belli.
La investigación de Seymour Hersh (quien describe minuciosamente cómo fueron los ataques terroristas con la ayuda de Noruega, pero sólo cita una fuente anónima sin más pruebas) tiene inconsistencias. Aunque no hay dudas de que fue EEUU quien cometió los atentados, el brasileño Pepe Escobar, uno de los mejor informados periodistas del mundo, se hace dos preguntas clave. Una, ¿por qué “un profesional de primer nivel como Hersh ni siquiera se molesta en examinar el complejo trasfondo geopolítico del asunto”? Dos, ¿por qué en su investigación no aparece la CIA, ni los servicios británicos (MI6) ni los polacos (gobierno, Marina)? Estos dos últimos fueron apuntados como partícipes por la inteligencia rusa.
Lo que insinúa Escobar es que la información privilegiada que obtuvo Hersh procede “de una dirección y con una agenda muy precisas” y que el todo el torbellino noticioso tiene motivaciones internas. No se aclara si se busca desviar la atención sobre los serios problemas económicos y sociales del gobierno de Biden o si es una batalla más de la feroz guerra política en la cúpula de la política norteamericana. Escobar sólo concluye con una frase enigmática: “los que realmente dirigen el espectáculo nunca muestran sus cartas”.