Por décimo día consecutivo, en el centro de Tiflis, la capital de Georgia, y en otras ciudades del país, miles de manifestantes protestan contra el gobierno. Hay grupos que “disparan” proyecciones luminosas con rayos laser en la fachada del Parlamento y contra los policías. Otros, envueltos en la bandera georgiana con la cruz roja de San Jorge sobre fondo blanco, piden “elecciones ya”.
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El gobierno del partido “Sueño Georgiano” ha enviado fuerzas especiales para reprimir con gases lacrimógenos y tanques hidrantes las protestas. Según la prensa, ya se registraron cerca de 400 detenidos.
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No obstante, quien crea que se trata apenas de un conflicto interno se equivoca. No es casualidad que tanto a Georgia como a Ucrania, el ex presidente George Bush Jr., en 2008, les allanara el camino para que se unieran a la OTAN y a la Unión Europea, a pesar de que sus pueblos están cultural y geográficamente lejos de Bruselas. Tampoco es casualidad que, en lo que va del siglo XXI, este pequeño país del Cáucaso con apenas 3,7 millones de habitantes ha sufrido ya tres terremotos políticos (2003, 2008 y 2024).
Georgia es una ex república soviética ubicada en punto geopolíticamente estratégico. Como Ucrania tiene una frontera sensible con Rusia y, en el extremo opuesto, en el sur, linda con Turquía. Su costa da al Mar Negro y, desde allí, hay un acceso privilegiado tanto a la ciudad ucraniana de Odessa (1.000 kilómetros), como a la base naval de Sebastopol, en la península de Crimea (800 kilómetros), sede histórica de la Flota del Mar Negro rusa.
Georgia, Siria y Ucrania, son países que, en momentos de transición histórica como el actual, se convierten en campo de batalla entre las fuerzas en disputa. Algo similar sucede en Taiwán y Corea del Sur o incluso en Venezuela y el Esquivo, en América del Sur. Son puntos de tensiones estructurales, de cortocircuitos entre las fuerzas que impulsan un orden multipolar nuevo y el viejo poder dominante vinculado al imperio estadounidense. Al borde del 2025, ante un profundo cambio político en Estados Unidos, todos los conflictos se han reactivado.
Quién manda en Georgia
Las protestas en Georgia tuvieron dos disparadores: un supuesto fraude en las elecciones parlamentarias del pasado 26 de octubre (es el relato desestabilizador de moda contra los gobiernos que no se alinean con Washington) y la cuestión de las negociaciones con la Unión Europea.
Georgia tiene un gobierno parlamentarista por lo cual es el Legislativo quien elige al primer ministro. En las elecciones de octubre, el partido oficialista Sueño Georgiano obtuvo una clara mayoría (90 de 150 escaños) y su líder, Irakli Kobakhidze, fue reelegido como premier. El cargo presidencial, ocupado en la actualidad por la pro-europea Salomé Zurabishvili, es meramente ceremonial y carece de poder político.
Sin embargo, Salomé, una mujer con conexiones en EEUU y la OTAN, ha dejado el rol pasivo que la Constitución le asigna a los presidentes georgianos y apoyó muy activamente el reclamo de los manifestantes. Según ella los resultados de las elecciones legislativas de octubre son “poco creíbles”. EEUU, Francia y Alemania pidieron también revisar los resultados. En contraposición, China, la vecina Turquía y Hungría felicitaron a Sueño Georgiano por el triunfo electoral.
Las protestas se estaban diluyendo, pero el 28 de noviembre, cuando el primer ministro, Irakli Kobakhidze, anunció que había decidido posponer las negociaciones con la Unión Europea hasta el 2028, las manifestaciones, apoyadas por la presidenta georgiana y algunos opositores, revivieron con fuerza. Pero ¿quién es Salomé Zurabishvili?
La actual presidenta de Georgia nació en París, de padres exiliados. Sus abuelos, de una familia aristocrática georgiana, huyeron a Francia en 1921 cuando las fuerzas soviéticas invadieron Georgia. A los 20 años (1974), ella ingresó a la cancillería y fue diplomática francesa en Estados Unidos y la ONU entre otros destinos. Desde el 16 de diciembre de 2018 se convirtió en la primera mujer en ocupar la presidencia de Georgia. Su posición es antirrusa y pro-occidental. Sus 6 años de mandato expiran en pocos días y no puede ser reelecta. Las elecciones presidenciales deberían tener lugar el próximo 14 de diciembre.
No solo Europa y EEUU se inmiscuyen en los asuntos internos de Georgia sino también Ucrania. “Acabo de firmar un decreto que hace efectiva la decisión del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de sancionar a una parte de las autoridades de Georgia, la parte que ahora está entregando el país a Putin”, anunció el presidente Volodimir Zelensky el pasado jueves 5. La reacción de la presidenta georgiana fue inmediata: “No podría haberlo dicho mejor. ¡Gracias Volodimir! ¡Rusia está intentando recuperar el control sobre el mar Negro!”, escribió Salomé en su cuenta X.
El premier Irakli Kobakhidze niega que Sueño Georgiano esté influido por Moscú. El oficialismo asegura que busca una “política exterior equilibrada” y que quiere evitar choques con Rusia, su segundo socio comercial, por lo cual no ha apoyado las sanciones occidentales contra su vecino ruso y tomó distancia de la guerra de Ucrania.
“En los últimos cuatro años hemos vivido cuatro intentos de provocar escenarios como los ocurridos en Ucrania 2013”, dijo el premier en una entrevista para la televisión georgiana. “Estas son acciones coordinadas y planificadas previamente que involucran financiamiento extranjero”, aseguró.
Tanto los medios occidentales como los rusos coinciden en que las protestas georgianas tienen similitudes con los acontecimiento de 2013-2014, en Kiev (conocidas como “Euromaidán”), revueltas que terminaron con el derrocamiento de presidente Viktor Yanukovich (luego de que él postergara el ingreso de Ucrania a la UE) y que fueron la antesala de la actual guerra en Ucrania.
En la insurrección ucraniana también hubo una explícita participación de EEUU. Basta recordar la presencia de la funcionaria estadounidense, Victoria Nuland, agitando a los rebeldes contra Yanukovich y a favor de un cambio de gobierno, en 2014. No es casualidad: Ucrania y Georgia son puntos estratégicos para quienes quieren atacar a Rusia.
Manifestaciones
Con temperaturas bajo cero, miles de georgianos continúan noche tras noche protestando frente al Parlamento. En la avenida Rustaaveli, los manifestantes hacen oír sus vuvuzelas o arrojan pirotecnia contra el imponente edificio del Congreso. Muchos agitan la bandera medieval de Georgia mientras piden nuevas elecciones y critican al primer ministro por “boicotear el futuro europeo del país”.
El 14 de enero de 2004, Georgia abandonó la bandera soviética y recuperó la medieval, conocida como “Bandera de las cinco cruces”. Fue el emblema del Reino de Georgia en el siglo XIII. Es blanca con la cruz roja de San Jorge (patrono de Georgia) en su parte central, que la divide en cuadrantes. En cada uno de ellos hay otra pequeña cruz roja.
Los acontecimientos en Georgia están en desarrollo. Las protestas pueden enfriarse o escalar. Si se cumple la segunda opción, se habrá dado un paso más hacia la guerra global.