La imagen del ex presidente Donald Trump serio y visiblemente irritado escuchando la lectura de los 34 cargos en su contra contrastó con la de su encendido y socarrón discurso de vuelta en su resort de Florida horas después. En esta segunda imagen, Trump había vuelto a su rol de favorito para quedarse con la candidatura presidencial del Partido Republicano el año que viene y pelear, por tercera vez, por el control de la Casa Blanca en noviembre de 2024. En el inicio de este año pre electoral, el magnate inmobiliario sacude una vez más el escenario político estadounidense con una apuesta inédita para la superpotencia: ganar la Presidencia mientras es juzgado por delitos que, aunque menores, conllevan una posible pena de cárcel. Y hoy nadie puede descartar la posibilidad de que lo consiga.
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Cómo sigue el proceso legal
Al final de la primera audiencia del martes, el juez neoyorquino Juan Merchan decidió que se volverán a reunir el próximo 4 de diciembre. La idea del magistrado es dar mucho tiempo para la lluvia de recursos que se espera presente el equipo legal de Trump para tratar de retrasar el inicio del juicio lo máximo posible. Especialistas estadounidenses ya pronosticaron pedidos de la defensa para cambiar la jurisdicción a la que consideran especialmente opositora al ex presidente, pese a que este vivió durante años allí y fue parte de la creme de la creme empresarial y mediática de Manhattan antes de meterse a la política. A tal punto consideran que el distrito le juega en contra que Trump no emitió palabra tras la audiencia de esta semana y dio su respuesta oficial cuando volvió a Florida, el hogar más amigable que adoptó en los últimos tiempos, incluso durante su mandato.
Otra posibilidad es que sus abogados recusen al juez, de origen colombiano, al que Trump ya acusó públicamente de haber sido elegido a dedo por el fiscal de Manhattan, Alvin Bragg, para enjuiciarlo sea como sea. Merchan ya había estado al frente de otro caso que involucraba indirectamente al ex presidente: un juicio por presunto fraude impositivo contra la Organización Trump, el emporio que Donald dejó a cargo de su hijo Eric cuando asumió la Presidencia en 2017. Incluso, la defensa podría cuestionar a los 24 miembros del gran jurado que decidieron acusarlo formalmente hace una semana.
Es poco probable que alguno de estos recursos avance; sin embargo, el objetivo no parecería ser ese, sino dilatar lo más proceso el inicio del juicio. A la salida de la primera audiencia, los fiscales adelantaron a la agencia de noticias Reuters que esperan poder iniciarlo en enero del año próximo. La defensa, en cambio, tiene como meta la primavera de mismo año, que en el hemisferio norte comienza el 21 de marzo.
La superposición con el calendario electoral
Trump quedó en libertad esta semana sin condiciones ni fianza. Esto significa que nadie le prohíbe o complica -al menos legalmente- para competir en las elecciones presidenciales del año próximo. De hecho, todo indica que el juicio se realizará completamente en paralelo a la campaña electoral. Si la Fiscalía consigue que comience en enero, coincidirá con el inicio de las primeras primarias estatales. El cronograma comienza en el pequeño y rural estado de Iowa y se espera que la fecha sea el 8 de enero. Según la agenda tentativa, solo ese primer mes del año, se definirían los primeros tres estados.
En cambio, si la defensa de Trump tiene éxito y logra retrasar el inicio del juicio hasta la primavera de 2024, entonces el proceso comenzaría luego del llamado supermartes -estimado para el 5 de marzo-, el día en que 13 estados, entre ellos algunos de los más populosos como California y Texas, y otros oscilantes que suelen ser claves en la elección final, realizan sus primarias. Aunque es muy posible que ningún candidato obtenga la mayoría de los votos del colegio electoral en este punto, es muy usual que al menos quede claro quién es el favorito para quedarse con la candidatura.
En otras palabras, Trump podría comenzar su juicio como el claro presidenciable de la oposición.
La interna republicana y la campaña
Dada esta superposición, existen pocas dudas de que tanto Trump como sus rivales -republicanos y demócratas- utilizarán el juicio como una parte central de sus campañas. Esta semana, muchos de los diarios y medios más importantes de Estados Unidos anunciaban el principio del derrumbe del ex presidente, aún antes que comience la campaña. Sin embargo, este análisis precoz podría responder más a sus deseos que a una interpretación objetiva de la realidad político-social del país. El martes, en su discurso en su resort floridiano de Mar-a-Lago el ex mandatario profundizó sus denuncias contra el sistema y el poder político, que tanto repitió cuando se negaba a aceptar su derrota electoral en 2020 y cuando arengó un ataque directo a la sede del Congreso con las dos cámaras en pleno funcionamiento, a principio de 2021.
Ya parecía inverosímil que un presidente en funciones se quisiera vender como un líder outsider siendo atacado por el sistema y, ahora, muchos pronosticaban que le sería difícil presentarse en la campaña como una víctima y un ex presidente al mismo tiempo. Pero el juicio, el primero contra un ex mandatario en la historia del país, podría darle el argumento perfecto. "El único crimen que cometí es defender sin miedo a nuestra nación de aquellos que quieren destruirla", afirmó el martes a la noche desde su resort y denunció: "Ya no existe la ley en nuestro sistema de justicia. Lo están usando ahora para ganar elecciones".
Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses creen que Trump no debería poder ser candidato, el sistema electoral de Estados Unidos hace que esa mayoría sea irrelevante a la hora de definir las candidaturas partidarias, primero, y luego, incluso, al próximo presidente.
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Todos los sondeos hasta ahora lo dan como el favorito indiscutido para ganar las primarias republicanas y convertirse en el candidato opositor a mediados de 2024. En un sistema bipartidista que por ahora no acepta ninguna fractura, si Trump consigue la nominación, lo más probable es que vuelva a encolumnar a todo el voto republicano y, potencialmente, a la mayoría de los opositores al gobierno de Joe Biden, quien ha sufrido fuertes golpes como un pico de inflación como no se sentía en el país hace décadas y un Congreso totalmente paralizado e inactivo.
Por eso, seguramente sectores de todo el espectro del poder político y económico de Estados Unidos traten de influir en las próximas primarias republicanas para evitar una nueva coronación de Trump. Aunque hay varios nombres de posibles competidores en boga, por ahora el dirigente que suena más fuerte es el gobernador de Florida y ex trumpista, Ron DeSantis. Lejos de buscar competirle al ex presidente desde la amplia avenida del centro, el gobernador parece estar apostando por salir a competir directamente el electorado de Trump. Se reivindica como uno de los pocos líderes estaduales que resistieron a las políticas preventivas y los cierres del Gobierno de Biden para intentar frenar la pandemia -que el ex presidente había dejado completamente descontrolada- e impulsa las mismas políticas xenófobas, racistas y anti LGBT, y en algunos casos, incluso, fue más lejos que su ex aliado. Por ejemplo, hace solo unos días, cuando en el país aún estaba sacudido por la última masacre en una escuela, promulgó una ley que permite portar armas escondidas debajo de la ropa sin poseer una licencia.