El presidente Joe Biden aguantó todo lo que pudo. No se quería bajar, estaba convencido de que merecía la reelección y podía conseguirla. Una parte importante del aparato partidario lo acompañó, aún después del fatídico debate televisivo, pero cuando los congresistas y senadores demócratas -y los grandes donantes del partido- creyeron que el frágil y olvidadizo candidato podía hacerles perder sus bancas la relación de fuerzas cambió. Una cosa es prepararse para el cimbronazo de un segundo mandato presidencial de Donald Trump en Estados Unidos, pero otra muy distinta es hacerlo con una Corte Suprema automáticamente conservadora y con un Congreso con amplias mayorías republicanas. El poder en los próximos cuatro años sería total.
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La presión pública se multiplicó en la última semana. Las voces más influyentes en el Congreso y los principales donantes de la campaña demócrata hicieron saber que habían abandonado al veterano presidente y Biden terminó cediendo. "Tuvo sabor a autogolpe partidario", sentenció en diálogo con El Destape Valeria Carbone, doctora en Historia y docente de la Cátedra de Historia de Estados Unidos de la UBA. "La primaria terminó oficialmente hace un mes. ¿Por qué está pasando esto ahora? Biden ganó la primaria sin rivales, no fue un caos la interna. En términos democráticos, es muy preocupante lo que pasó. Los grandes donantes decidieron dejar de enviar dinero a un candidato elegido en las urnas en las primarias", agregó.
Salvo por el pequeño territorio de ultramar Samoa y sus 6 delegados, el presidente y por entonces candidato a la reelección se impuso en todas las primarias del país y se quedó con prácticamente todos los casi 4.000 delegados que ahora deberán definir su voto en la Convención Nacional Demócrata de la segunda mitad de agosto. Eso sí, fueron pocas personas a votar en comparación con otros años. "No está claro aún si fue porque era un candidato a la reelección sin rivales reales o si fue un indicio del abstencionismo que puede haber en noviembre", alertó Carbone.
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La advertencia sobre una creciente apatía sobrevuela desde hace tiempo, incluso antes que comenzara el cronograma electoral. La visible fragilidad física y mental de Biden también. Sin embargo, los principales estrategas del partido en el poder no pudieron convencer a otro u otra candidata que se presente: la vice Kamala Harris -que ahora es la nueva esperanza de muchos- pasó casi inadvertida en los últimos tres años y medio desinflando todas las expectativas que se habían construido alrededor de ella, ninguna de las figuras de la renovación del ala progresista habían crecido lo suficiente para disputar el rumbo del partido y la otra renovación, la de los gobernadores blancos y moderados (como el californiano Gavin Newson y la líder de Michigan Gretchen Whitmer), se quiso guardar hasta que el huracán Trump pase en 2028, cuando ya no podrá legalmente reelegirse.
Por eso, Biden ganó caminando lento y sin enamorar -o siquiera convencer- a nadie. Pero algo pasó en el último mes. La pulseada electoral de nombres que existió desde el principio se hizo pública y se volvió más encarnizada, aún cuando seguía sin aparecer un nombre alternativo de candidato o candidata, y cuando solo faltan tres meses y medio para las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
Un camino lleno de incertidumbres
De la misma manera que nadie sabe a ciencia cierta qué sucedió exactamente a puertas cerradas en el último mes en el corazón del Partido Demócrata en estas últimas semanas, nadie puede pronosticar qué pasará de acá a la Convención Nacional Demócrata de Chicago, cuando en exactamente un mes los casi 4.000 delegados votados en las primarias y unos 700 superdelegados que representan al aparato partidario deben elegir oficialmente al candidato o candidata presidencial y a su vice para ganarle a Trump.
"Mi primera decisión como el candidato del partido en 2020 fue elegir a Kamala Harris como mi vicepresidenta. Y fue la mejor decisión que tomé. Hoy quiero ofrecer mi apoyo y respaldo a Kamala para ser la candidata de nuestro partido este año. Demócratas, es tiempo de unirnos para ganarle a Trump. Hagámoslo", tuiteó Biden, apenas minutos de anunciar que daba un paso al costado en la campaña electoral.
Inmediatamente después, como si se hubiera destrabado un nudo que tenía en suspenso a todo el partido, los principales líderes demócratas se unieron en un discurso de agradecimiento y reconocimiento por su "heroismo" y "altruismo". En lo que no se unieron, sin embargo, fue en un apoyo unánime a la candidatura presidencial de Harris. El ex presidente Bill Clinton y la ex candidata presidencial Hillary Clinton apoyaron a la dirigenta negra. También lo hicieron dos de los nombres que más resonaron como alternativas en estos meses, el gobernador de California, Gavin Newsom, y el de Pensilvania, Josh Shapiro.
En cambio, Barack Obama no lo hizo. "Tengo una confianza extraordinaria en que los líderes de nuestro partido serán capaces de crear un proceso del que emerja un candidato excepcional", aseguró en un comunicado. La ex titular de la Cámara de Representantes, la mujer que muchos aún siguen señalando como la demócrata más influyente en el Congreso y una de las que más fuerte presionó para que Biden se baje en la última semana, Nancy Pelosi, tampoco.
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Rachael Cobb, titular del Departamento de Gobierno de la Universidad de Suffolk en Boston, cree que los apoyos a Harris llegarán antes que tarde, "quizás estén esperando a ver quién se define como su compañero o compañera de fórmula". En otras palabras, empezó una nueva temporada de negociaciones detrás de escena. "Lo último que alguien quiere ahora en el Partido Demócrata es un caos. Se van unir alrededor de una persona porque la alternativa es competir uno contra otro", sostuvo en diálogo con este portal.
Según explicó la académica estadounidense y especialmente en procesos electorales, con la renuncia de Biden como candidato, sus delegados quedan liberados en la Convención de Chicago. "Pero son leales a Biden, fueron seleccionado por la campaña de Biden, por lo que es muy poco probable que vayan en contra de su voluntad expresa", aseguró, aunque no descartó que otros dirigentes podrían aprovechar el momento e intentar presentar sus candidaturas presidenciales.
"Hay que esperar a la Convención, ver con qué nivel de apoyo partidario llega Harris y, principalmente, qué dicen las encuestas", destacó. "Que sea una convención abierta no significa que todo se definirá allí. Se puede llegar con un consenso. Pero si las encuestas le son muy desfavorables a Harris, entonces dirigentes con chances reales de competir podrían anotar sus nombres", agregó, reconociendo que la situación es aún muy incierta.
Empieza una nueva campaña, sin dudas. Pero como sostiene Carbone, esta nueva campaña se divide en dos etapas: "La primera de acá a la Convención y, la segunda, de la Convención a las elecciones de noviembre".
El titular del Partido Demócrata, Jaime Harrison, anunció este domingo que en los próximos días informará cómo seguirá el cronograma. Hasta hace poco, la cúpula partidaria había decidido adelantar la votación para aprobar a Biden como candidato en un Zoom el 7 de agosto por un problema técnico en Ohio, que ya fue solucionado en ese estado. Es poco probable que este encuentro virtual se mantenga ya que solo les daría dos semanas para terminar de negociar la fórmula presidencial, algo que hoy parece muy verde.
En cambio, la dirigencia demócrata y Harris deben utilizar cada hora y cada minuto de estas semanas que vienen a negociar una fórmula de consenso, por un lado, y, en el caso de la actual vice en funciones, de construir la figura presidencial que no logró construir en los últimos tres años y medio. No será cómodo porque los republicanos ya dejaron ver que intentarán poner en duda ahora la capacidad física y mental de Biden de gobernar, pero Kamala debe salir a recorrer el país, estrechar manos y generar confianza no solo entre los electores, sino también entre aquellos que tumbaron en vivo y en directo la candidatura de su jefe.
Tiene varios elementos a su favor. "Como la campaña era Biden-Harris y Biden la apoyó públicamente, todo el dinero recaudado por la campaña irá para su candidatura. Lo que no pasaría con otros candidatos", explicó Cobb. Además, mientras todas las opciones seguramente serán judicializadas por los republicanos, la actual vice es la única que al menos podría argumentar algún tipo de legitimidad nacida de las urnas en las primarias ya que desde el principio del proceso estuvo claro que la fórmula de Biden la incluía.
Sin embargo, Harris tiene muchos puntos débiles. Para empezar, en 2020, cuando intentó disputar la Presidencia, fue la primera en bajarse en las primarias porque no medía. Ese gesto le ganó la Vicepresidencia, pero desde entonces no logró levantar vuelo propio. Tuvo un rol muy secundario en todo y ella lo aceptó. Es difícil imaginar cómo en dos meses vas a lograr hacer algo que no hiciste en tres años. A Biden, cuando era vice, lo veías en todos lados y junto a Obama. A ella casi no se la vio durante el mandato de Biden", recordó Carbone.
Como si esto no fuera suficiente, una victoria de Harris supondría el ascenso al poder no solo de la primera mujer, sino además la primera mujer negra. Dos hitos que no todos se imaginan en un Estados Unidos que ha mostrado señales de radicalización en los últimos años y de un crecimiento de una extrema derecha misógina, xenofóbica y muy violenta.
Cobb, no obstante, es más optimista sobre las chances de Harris. "Creo que tiene una posibilidad real de ganar. Le imprimirá energía a una campaña que por ahora solo se concentró en la salud de un dirigente octagenario. Además, mucho ha cambiado desde que Hillary Clinton se presentó como candidata y, vale recordar, ganó el voto popular. La anulación de Roe vs Wade (el fallo de la Corte Suprema que legalizó durante décadas el aborto) significó algo muy importante para muchas mujeres en todo el país", sostuvo.
Para la académica estadounidense, Harris tiene la capacidad de virar la campaña hacia "una discusión de políticas públicas, en vez de políticas identitarias, donde se imponga por ejemplo la misoginia, que sin dudas existe". Incluso cree que podría recuperar alguno de los puntos que el candidato independiente Robert Kennedy Jr ganó -según los sondeos- si empieza a confrontarlo: "Hasta ahora nadie pasó a la ofensiva con él y hay con qué hacerlo."
Con más o menos optimismo, ningún analista se anima a pronosticar lo que pasará en las próximas semanas, mucho menos en noviembre. La renuncia de Biden desnudó que la Presidencia no es lo único que está en juego en las elecciones generales y es muy probable que los comicios legislativos y los propios legisladores y candidatos a legisladores ganen una voz más fuerte en las negociaciones dentro del Partido Demócrata. "Se trata de un partido que está corrido mucho a la centro-derecha y se está discutiendo si se va a correr más a la derecha, si va a meter un poco de progresismo o si se va a quedar en el lugar", explicó Carbone.
Por eso, el 5 de noviembre, los demócratas se juegan el futuro de su partido y los estadounidenses, cómo se verá el país en las próximas décadas con las vacantes de jueces de la Corte Suprema que se abrirán y la posibilidad de un Congreso completamente corrido a la derecha y, en muchos casos, a la extrema derecha.