A un mes de la Convención Nacional Demócrata que debe nominar formalmente al candidato o candidata presidencial para darle pelea a Donald Trump en noviembre próximo en Estados Unidos y a cinco días del intento de magnicidio que empoderó aún más al ex mandatario republicano, los aliados del presidente y candidato a la reelección Joe Biden ya no esconden su presión para que se baje. Primero la prensa estadounidense publicó que la ex titular de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi se reunió a solas con él y se lo pidió. Se negó. Después se publicaron versiones que el jefe de la bancada en el Senado, Chuck Schumer, hizo lo mismo y recibió la respuesta. Finalmente, este jueves trascendió que el ex presidente y uno de los dirigentes con mayor ascendente sobre Biden, Barack Obama, también cree que es necesario que dé un paso al costado.
Esta lluvia de rumores coincidió con el aislamiento de Biden, quien esta semana anunció que dio positivo de Covid-19 y, por eso, suspendió su campaña en Las Vegas, uno de los siete estados que los analistas estiman que podrían definir las elecciones presidenciales en noviembre. Por eso, la versión que circula con más fuerza en los pasillos del poder en Washington es que el presidente y candidato a la reelección aprovecha estas horas alejado de las cámaras y los micrófonos para definir su futuro político, de la mano de sus asesores y de las últimas encuestas que, hace tiempo ya miden también a su actual vicepresidenta Kamala Harris y a otros dirigentes del oficialismo demócrata como el gobernador de California, Gavin Newsom.
De un apoyo público y sin grietas a un clima de rumores y preocupación
Desde hace tiempo que la salud mental y física de Biden es un tema de debate nacional en Estados Unidos (y el mundo). Sin embargo, la discusión ganó otra dimensión completamente distinta después del primer y, hasta ahora, único debate presidencial que compartió con Trump, a finales de junio pasado. El presidente se mostró extremadamente frágil, no pudo terminar algunas frases y, por momentos, incluso, pareció congelarse. La reacción inicial de los medios y los analistas fue la de anunciar un derrumbe de la campaña oficialista; sin embargo, con el correr de los días los principales dirigentes, como Obama y el también ex presidente Bill Clinton salieron públicamente en sus redes a apoyar la candidatura de Biden.
El mensaje oficial del aparato del Partido Demócrata fue que unos malos 90 minutos (la duración del debate presidencial) no podían opacar tres años y medios "buenos" de gestión de gobierno. Mantuvieron esa línea incluso cuando Biden comenzó a mostrarse más y quedó en evidencia que su movilidad física y su capacidad para expresarse verbalmente eran limitadas. Tuvo nuevos furcios, confundió al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky con su par ruso, Vladimir Putin, frente a todos sus aliados de la OTAN, luego a su vice Kamala Harris con su rival Trump y, finalmente, hace unos días, en una entrevista televisiva, no pudo acordarse del nombre de su secretario de Defensa y se refirió a él simplemente como "el hombre negro".
MÁS INFO
Pero ninguno de estos furcios o errores parece haber las alertas entre sus aliados demócratas como el intento fallido de magnicidio contra Trump del sábado pasado. Un joven de 20 años le disparó con un rifle -comprado legalmente- al ex presidente y candidato opositor desde un techo a unos 150 metros mientras daba un discurso de campaña en una zona rural de Pensilvania. Las casualidades hicieron que el republicano girara la cabeza y la bala apenas rosara su oreja. La herida no fue grave e, inmediatamente, se puso de pie rodeado de los agentes del Servicio Secreto con la cara ensangrentada y el puño en alto, desafiante. La imagen marcó un antes y después de la campaña, y no solo para los republicanos.
Por eso, mientras el atentado fallido terminó de aglutinar a un Partido Republicano reticente detrás de Trump en la Convención Nacional que comenzó el lunes pasado y termina este jueves en la ciudad de Milwaukee, en el estado de Wisconsin, la imagen de fortaleza del ex presidente puso aún más presión sobre las dudas sobre Biden. La crisis dentro del oficialismo demócrata, que nunca se había resuelto del todo tras el debate presidencial, volvió a resurgir y lo hizo con más fuerza.
Aislamiento por Covid y desmentidas
En medio del ensordecedor silencio público de los dirigentes demócratas más influyentes y de la lluvia de rumores en off the record en la prensa estadounidense, la campaña de Biden sigue afirmando que el presidente está firme en su decisión de mantenerse en carrera para noviembre. "Es y será el candidato demócrata", sentenció el número dos de la campaña, Quentin Fulks, en una conferencia de prensa en Milwaukee, el bastión demócrata donde se realiza la Convención Nacional Republicana, según la agencia de noticias AP. "No quiero ser maleducado, pero no sé cuántas veces puedo contestar lo mismo. No hay planes para reemplazar a Biden en la boleta", agregó, visiblemente molesto.
Ya con otro tono, aclaró también que "el presidente se encuentra bien" atravesando el Covid y que "sigue haciendo llamadas y trabajando". "Tiene reuniones oficiales hoy y muchas llamadas telefónicas por la campaña", explicó, mientras en los principales medios de Estados Unidos crece la convicción de que el mandatario estaría definiendo por estas horas su futuro político, el de su partido y, quizás también, el del país.