Colombia se encuentra en un punto inédito de su historia, una encrucijada. De un lado, una opción progresista, apegada a las formas tradicionales de la política y con la promesa de imprimirle humanismo a un modelo neoliberal que sentó los pilares, paredes y techo del actual estado por décadas. Del otro, un giro hacia una opción tan radical en sus formas como impredecible, en permanente recálculo entre el conservadurismo y lo liberal —con disculpas públicas de por medio—, afianzado desde la bronca y la promesa de cavar la fosa de la “politiquería”. Es un uno contra uno entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández y de la decisión que adopten los ciudadanos y ciudadanas dependerá el futuro del país.
Entre ambas opciones concentraron el 80 por ciento de los votos en la primera vuelta, lo que representó un fuerte sacudón para la clase política tradicional y un claro mensaje sobre su continuidad. Nada que pudiera sorprender demasiado en una Colombia que ha visto encenderse sus calles en el fuego de la protesta social en dos tiempos, entre 2019 y 2021, y frente a la cual la única respuesta del gobierno de Iván Duque fue ignorar las demandas colectivas elevadas al Congreso cuando no reprimir las manifestaciones, dejando un tendal de lesionados y muertos. El duelo, de cara al ballotage, quedó configurado entonces entre dos candidatos que prometieron a la sociedad “cambios” con discursos y modos muy distintos.
“Desde que arrancó, esta campaña se ha caracterizado por ser de ‘arenas movedizas’ debido al alto número de presidenciables y a la magnitud del descontento del electorado y de los cambios que está experimentado el sistema político”, escribió Sandra Botero, profesora asociada en la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos en la Universidad del Rosario, en Colombia, a dos días de la primera vuelta. Y resaltó: “Hasta la primera vuelta, Petro tenía el monopolio del discurso del cambio. Ahora que su oponente ya no es el establishment, sino otro candidato que también se presenta como alternativa a lo de siempre, la campaña tendrá que ser diametralmente diferente”. Ya entonces, Botero vaticinaba que el clivaje dominante de cara al ballotage pasaría por el petrismo/ antipetrismo y no se equivocó.
MÁS INFO
Hoy la pelea está tan pareja que las encuestas previas solo se atreven a pronosticar empates técnicos, aunque la historia reciente ha demostrado que no siempre resultan precisas. Hablan de un diez por ciento del electorado que podría inclinar la balanza porque aún se declara indeciso. Considerando que no suelen participar mucho más de la mitad de las y los colombianos, esto representaría un conjunto aproximado de 100 mil votos capaces de definir al próximo presidente. Y en ese contexto en el que cualquier error podría ser determinante, los contendientes buscaron arriesgar lo menos posible en sus cruces públicos.
Como consecuencia, Colombia se quedó sin un debate presidencial en esta segunda vuelta electoral y pese a que, esta última semana, el Tribunal Superior de Bogotá les ordenó a los dos presidenciables que se pongan de acuerdo para honrar el derecho a elegir y ser elegido que rige en la Constitución local. Los intimó a montar un espacio de, al menos, 60 minutos, a través del Sistema de Medios Públicos Radio Televisión Nacional de Colombia, antes del jueves 16 de junio, para dar a conocer sus propuestas. Pero el plazo venció y del debate ni noticia, solo acusaciones de Petro y Hernández vía Twitter sobre quién eludía la obligación.
En rigor, no es que ninguno de los dos pudiera sacar chapa de polemista en la primera vuelta tampoco porque tanto Petro como Hernández evitaron la mayor parte de los debates que se diseñaron. Sobre un total de 21 encuentros, solo tomaron parte en cinco y dos de ellos, respectivamente.
Estrategias
“La primera vuelta presidencial de 2022 tuvo como denominador un rechazo de las y los colombianos por los candidatos tradicionales. Esto supuso un giro en la contienda electoral porque en los cálculos políticos no estaba previsto el paso de Hernández a la segunda vuelta, por el contrario, se pronosticaba un escenario de polarización de izquierda versus derecha similar a lo acontecido en las elecciones de 2018”, indica a El Destape Felipe Sarmiento Rojas, politólogo de la Universidad de Los Andes, master en Gobierno y Administración Pública de la Universidad Complutense de Madrid y doctorando en Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.
Ni siquiera Petro esperaba encontrarse con Hernández en esta instancia. De hecho, toda su campaña en el primer turno se planteó sobre bases tradicionales, en un tono muy similar a la de 2018 que había sido exitosa para alcanzar el ballotage aunque no coronó. Actos en la plaza pública, eventos juntos a las figuras que se sumaban a su Pacto Histórico y una batería de mensajes replicando la imagen de Petro como el candidato más aclamado, puliendo sus rasgos más introvertidos, su predicar academicista y monocorde por momentos, alimentando la figura de un líder carismático y progresista a la vieja usanza. Todo eso tuvo que tirarse al tacho.
Sin abandonar la idea del “cambio”, Petro lo asoció a uno de carácter racional, previsible y moderado, desde aquel primer discurso en la noche del triunfo consumado a medias, para diferenciarse de Hernández. Uno que pudiera contenerse dentro de las instituciones de Colombia, garantizando el crecimiento con justicia social. No bastó. La comunicación misma de la campaña demandó adaptarse al campo de juego del nuevo rival. Así, los grandes actos se reemplazaron por encuentros personales de Petro con diversos personajes del pueblo. Y se priorizaron las excursiones a aquellas regiones donde el voto se vio más parejo el 29 de mayo o donde el ausentismo fue mayor.
Petro se impuso en 18 de los 32 departamentos del país y en la capital, principalmente en las zonas periféricas del Pacífico y el Caribe donde había sumado en 2018 y que coinciden con las regiones más pobres y desiguales. Allí su discurso que condena la desigualdad permea más. Sin embargo, en muchos de esos lugares, la participación fue hasta 11 puntos menor al promedio nacional, lo que abre una ventana a sumar más puntos afines si se incrementa la concurrencia a votar.
A los trabajadores mineros y cafeteros les mostró que era como ellos y no un embajador de la “politiquería” contra la que tanto despotrica Hernández. Durmió una noche en un barrio popular de Quibdó, ciudad del Pacífico, y pasó otra entre los cafetales. Grabó sus encuentros con los y las vecinas0 con su propio celular y se movió en soledad. El objetivo era aproximarse a grupos que recelan, en parte, de sus promesas ambientales por temor a que mayores estándares de producción impacten en los trabajos.
Al electorado más conservador, en cambio, lo interpeló junto a la candidata a vicepresidenta Francia Márquez, otro perfil que despierta recelos por su activismo feminista, afrocolombiano y ecologista. Se fotografiaron con religiosos para celebrar “la libertad de culto” y exorcizar la “petrofobia” que alientan los representantes naturales de esos sectores. En simultáneo, Hernández restaba puntos con uno de sus exabruptos característicos: "Yo recibo a la Virgen santísima y a todas las prostitutas", afirmó sin ponderar que le hablaba a un país de fuerte impronta católica. Luego se disculpó, a través de un video subido a sus redes sociales.
Bogotá, por su lado, puede ser una trampa: Petro se impuso en primera vuelta con el 47,05% de los votos (1,7 millones) pero Hernández no lo hizo mal al conquistar el 22,15% (833 mil votos) mientras que Gutiérrez se quedó con el 19,24% (723 mil votos). El clivaje antipetrista podría ser gravitante en esta porción del electorado y transferirse hacia el campo del “Ingeniero” si se presume menos amigable con quien supo regirlos como alcalde.
“Otro elemento a resaltar por parte de la estrategia de Petro en esta segunda vuelta fue el mensaje emitido el pasado 14 de junio de 2022, donde se comprometió con cinco garantías en caso de gobernar a Colombia”, recalca Rojas, y enumera: “no buscar la reelección, no buscar venganzas personales, trabajar por superar la crisis económica, respetar las leyes y la Constitución y luchar contra la corrupción”. Lo que resultaría un compromiso obvio de cualquier pretendiente a jefe de Estado, en tiempos de fuerte descrédito parece imprescindible de ser aclarado, en Colombia y en otras partes.
No solo ‘Tik tok’
Hernández se hizo fuerte en las zonas más acaudaladas del país, en la región andina. No obstante, a la inversa de Petro, allí donde arrasó en los comicios —como en el departamento de Santander donde se crió y fue alcalde de Bucaramanga en 2015—, la participación estuvo por encima del promedio. En consecuencia, la posibilidad de reunir más votos, para Hernández, radica entre quienes prefirieron otras opciones electorales en primera vuelta por lo que gran medida su estrategia pasó por tejer alianzas con aquellos sectores unidos por el “espanto” a un posible Petro presidente. Entre ellos, muchos empresarios.
Pese a todo, el candidato de la Liga de Gobernantes Anticorrupción no cambió de parecer respecto a ausentarse de eventos públicos, alegando riesgos a su seguridad. El grueso de su comunicación se redujo a las redes sociales, con particular énfasis en Tik tok, donde supo crear una figura con ayuda de sus publicistas. Acortó todavía más sus participaciones mediáticas y, en un segundo nivel, se apoyó en una red de jóvenes que salieron a militar su candidatura por las calles con volantes, buscando dialogar con la gente para sumar su voto.
Acorde al relevamiento de Tracking Presidencial, el “Ingeniero” es fuerte entre los jubilados, las y los trabajadores del sector privado mientras que Petro reúne más apoyos entre los sectores más humildes, las y los estudiantes de Colombia. No obstante, la disputa en el electorado femenino recién empezó a decantarse a favor del líder progresista hacia el final de la campaña y como consecuencia de las reiteradas declaraciones de corte machista de su rival.
Si bien el ex alcalde de Bogotá y cabeza del Pacto Histórico, Petro, obtuvo una diferencia de 2,6 millones de votos en la primera vuelta sobre su rival, acercándolo a la mitad más uno que necesita para consagrarse en ballotage, la gran duda sobre el líder progresista es cuánto más podrá apalancarse sobre un techo que ya perforó en la primera vuelta. En esta elección, Petro perforó el caudal que había reunido en la segunda vuelta de 2018, al enfrentar al actual mandatario Iván Duque, por lo que se estima que ya cosechó la transferencia de votos desde otras opciones de centro e izquierda que competían el 29 de mayo.
Por su parte, el discurso “anti sistema” de Hernández —pese a haber formado él mismo parte en el pasado—, le bastó para convencer a casi 6 millones de colombianos y colombianas y superar por 900 mil votos al candidato tradicional del conglomerado conservador en la primera vuelta, Federico Gutiérrez. El ex alcalde de Medellín pretendía encarnar un lavado de rostro sobre las fuerzas liberales y conservadoras y no le salió bien: terminó en un tercer lugar víctima de la red de apoyos detrás de su candidatura. Entre ellos, la del propio ex presidente Álvaro Uribe y su actual delfín en la Casa de Nariño.
“Estamos navegando ante mares desconocidos, sin una cartografía clara. Vemos enfrentadas dos propuestas populistas: una que ataca la clase política tradicional y otra que cuestiona una tecnocracia que no se ha regido por la realidad social y humana”, opina ante este medio Gabriel Cifuentes, ex secretario de Transparencia, analista político y docente universitario. “Sin dudas, si gana Petro va a tener mayores oportunidades de conformar un gobierno dado que las mayorías del Congreso serían más fácilmente acomodables porque tiene rodado de político tradicional mientras que la gobernabilidad para el ‘Ingeniero’ Hernández es más incierta en la medida que no tiene un proyecto político definido, no tiene un equipo y su programa de gobierno es mucho más flojo. Y obviamente porque si su promesa es acabar contra la corrupción, el clientelismo y la burocracia, eso le va a implicar unas fuertes peleas con el actual Congreso”, agrega.
El momento de elegir es ahora, Colombia.