La estrategia del sindicato que vio nacer a Lula: recuperar las bases y hacer retroceder a la extrema derecha

En entrevista con El Destape, el presidente del Sindicato de Metalúrgicos de ABC, Moisés Selerges Júnior, explicó cuál será el rol del movimiento sindical en la nueva coalición de Lula si gana este domingo y cómo evitar repetir los errores del pasado.

30 de septiembre, 2022 | 22.02

Las heridas aún no terminaron de sanar en la sede del Sindicato de Metalúrgicos de ABC, en las afueras de San Pablo. Es el edificio que Luiz Inácio Lula da Silva calificó como "su casa" y el que eligió para tomar la decisión de entregarse a la Policía Federal en abril de 2018, rodeado de una multitud de trabajadores, simpatizantes y compañeros que se resignaban a aceptar -muchos entre lágrimas- el momento político-judicial que se vivía en ese entonces. Tristeza, desamparado, angustia. Los miembros del sindicato que estuvieron ese día aún hoy no pueden contener la emoción cuando lo recuerdan

Lula dijo su verdad en un discurso histórico, calmó a sus amigos y compañeros, y se entregó a la Policía Federal. Estuvo preso 580 días hasta que la cúpula del Poder Judicial comenzó a desarmar de a poco todo el entramado de denuncias, juicios y condenas por corrupción en su contra, hasta suspender todos los procesos por reconocer que no se había cumplido con la ley y no había tenido un trato imparcial ni de los fiscales ni del juez Sergio Moro, quien luego de meterlo preso se convirtió en el primer ministro de Justicia de Jair Bolsonaro y un héroe para las derechas regionales, entre ellas la argentina.

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"Todo pasó muy rápido", repitió varias veces el presidente del sindicato, Moisés Selerges Júnior, durante la entrevista con El Destape. Lula pasó de ser rechazado por todos los sectores de poder del país a convertirse en el candidato presidencial de una coalición que incluye empresarios, parte de la centro derecha, el movimiento sindical, muchos movimientos sociales y casi la totalidad de la izquierda. Todo en solo cuatro años y medio. 

Aunque las heridas no sanaron aún y Selerges Júnior sigue teniendo en la pared de su oficina la foto en la que se lo ve sentado solo, con la cabeza gacha, mientras el auto de la Policía que lleva detenido a Lula pasa por delante, su proyecto es un ejemplo del ánimo que domina por estos días a la dirigencia petista: mirar para adelante, reconectar con las bases, construir y no permitir que el 2016 -impeachment contra Dilma Rousseff- o el 2018 -la detención de Lula y la victoria de Bolsonaro- vuelvan a suceder. "Nuestro proyecto es que a gente tenga empleo, casa, médico y comida...que sean felices. Y en ese proyecto no puede haber odio ni personas durmiendo en la calle", explicó. 

-- ¿Qué lugar ocupa el sindicalismo en esta gran coalición que armó Lula para volver a la Presidencia?

-- Brasil es un país muy grande y, para gobernar todo el país, no se puede hacer solo. Nuestro sueño es tener en la Cámara de Diputados y en el Senado bancadas fuertes del campo de la izquierda. De la misma manera sería lo ideal que los gobernadores de los estados también fueran de nuestro campo. Pero esa no es la realidad. Históricamente, la izquierda nunca fue mayoría y, por eso, es necesario hablar con el centro para poder gobernar e implementar un proyecto que sea importante para la mayoría de los brasileños. Y en esto, el movimiento sindical tiene un papel protagónico porque representa al sector más importante del país, que son los trabajadores. Debe estar presente en las mesas de negociación. Si el Gobierno está analizando, diseñando políticas, el movimiento sindical tiene que estar involucrado porque, si queremos que la economía vuelva a crecer, los trabajadores son importantes. Porque son importantes las políticas de crecimiento del salario mínimo y políticas de negociación entre patrones y trabajadores. Si ellos pueden consumir, aumenta la producción; y si aumenta la producción, se crean más empleos; y si se crean más empleos, se crean más salarios y se consume más. Así es como la economía empieza a moverse. 

-- La candidatura de Lula con 76 años generó preguntas sobre cómo será el PT posLula, sobre los futuros liderazgos. ¿Este rol protagónico del que habla, con el sindicalismo sentado en la mesa en la que se toman decisiones, es algo que comparte toda la fuerza o es un proyecto del ex presidente por su propio pasado sindical?

-- Durante el Gobierno de Lula, él creó un grupo de trabajo con empresarios y el movimiento sindical, en donde se discutían las políticas. Era un cuerpo consultivo. Existió hasta con Dilma, después se terminó. Por más que el origen del PT está entre los trabajadores de las grandes ciudades, nació aquí en los sindicatos, ahora es un partido en el que hay trabajadores, intelectuales, artistas, profesores, empresarios. Yo creo que el partido tiene que empezar a discutir el posLula. No hay duda de que el gran líder es Lula, pero tenemos otros liderazgos que están en condiciones de continuar en el futuro este proyecto. Por eso ahora tenemos que concentrarnos en la juventud, en construir los liderazgos para los próximos 20 años. Eso me preocupa. 

La sede del sindicato de Metalúrgicos do ABC.

-- La juventud es el sector más afectado por el desempleo y, por lo tanto, el que más se volcó al llamado capitalismo de plataformas o uberización. Por lo cual hoy parecen estar lejos de los sindicatos. Después de seis años de Gobiernos liberales, ¿Qué fortaleza tienen los sindicatos para reconstruir sus bases?

-- Nosotros no queremos revertir la reforma laboral de (ex presidente Michel) Temer. Quiero decir, no quiero volver al mismo lugar en el que estábamos antes. Quiero construir una nueva legislación laboral. Porque ya teníamos críticas con respecto a la anterior. Getulio Vargas copió la carta de trabajo de Mussolini y tiene algunos elementos que no compartíamos. Pero además, tenemos una nueva realidad en el mercado laboral. Tenemos que discutir sobre ese capitalismo de plataformas porque no es posible aceptar que un trabajador no tiene derechos. Queremos discutir derechos y queremos discutir el home office que surgió masivamente en la pandemia. Es una nueva realidad y no la podemos negar, pero sí discutir cómo será la representación sindical, la jornada de trabajo y el control sobre esa jornada de trabajo. También está el cambio de la industria, las llamadas industrias 4.0. Un trabajador puede manejar toda una línea de producción desde una tableta...tenemos que pensar en qué legislación necesitamos para estos cambios. 

-- Estos cambios suponen tocar intereses. En un momento de tanta tensión y violencia política en Brasil, ¿cuán difícil cree que será dar esta pelea dado que el sector de la derecha que se está radicalizando no está de acuerdo con ninguno de estos cambios?

-- La mayoría del pueblo brasileño quiere un cambio. Está claro para nosotros y para ellos, la derecha. La violencia no es una característica del pueblo brasileño, sino de la extrema derecha. Lo que nosotros tenemos que hacer es crear políticas de inclusión social, de empleo y de vivienda para reducir a este sector a una dimensión minoritaria, pequeña. La extrema derecha siempre existió en Brasil, en América Latina, en Europa...la diferencia es que ahora creció. Aún si ganamos el domingo, no va a desaparecer por eso tenemos que intentar reducir a este grupo, esa debe ser la estrategia. Tenemos que ocupar los espacios que dejamos de ocupar y sobre los que la extrema derecha avanzó. El movimiento sindical tiene que trabajar más de lo que trabajó en toda su historia. El lunes, yo espero tener resaca. Pero el martes, me tengo que levantar a las 3 o 4 de la mañana e ir a tocar las puertas de las fábricas, ir a las favelas a hablar con los trabajadores, con los que no tienen trabajo. Lula fue electo en 2002 porque la izquierda había hecho un trabajo muy importante en las bases: en las favelas, en las fábricas, en los campos. Mi crítica es que después de ganar la Presidencia, nos relajamos porque lo conseguimos y dejamos de hacer el trabajo de base. Y entonces crecieron las iglesias evangélicas, las neopentecostales. Ocuparon esos espacios que habíamos dejados. En las zonas pobres todos conocían al pastor, no ya al dirigente sindical o del partido de izquierda local. tenemos que recuperar esos espacios porque esa será la base de sustentación de nuestro proyecto. Por eso, la victoria de Lula esta vez es solo el inicio de un proyecto que tenemos que implementar para reducir a la extrema derecha porque sino volverá y volverá más violenta y con más fuerza para destruir los sindicatos y los movimientos sociales.

El presidente del sindicato de Metalúrgicos do ABC, Moisés Selerges Júnior.

-- Una dirigente nacional del PT dijo que una de las enseñanzas de los últimos años es que, si se vuelve al poder, no hay que dejar de organizar al pueblo, no solo para apoyar al Gobierno, sino también para empujarlo. ¿El sindicalismo brasileño puede empujar a un Gobierno del PT y, más aún, a un Gobierno de Lula?

-- Yo creo que un sindicato nació para cuestionar a los patrones y a los gobiernos. Nosotros apostamos al proyecto de Lula, del PT, pero si ellos no escuchan los reclamos de los trabajadores, vamos a salir a reclamar porque sino perdemos la base y entonces la extrema derecha vuelve a avanzar. Lula tiene claro que las cosas solo suceden cuando hay presión. Por eso, si tenemos que presionar al Gobierno, lo vamos a presionar para que responda a los reclamos de los trabajadores. Pero no solo a él: a los diputados, los senadores, los gobernadores...Creemos que la izquierda, no solo el PT, representa el proyecto que apoyamos, pero no somos la correa de transmisión de un partido.

-- ¿Cómo fue la relación entre los sindicatos y el Gobierno de Bolsonaro?

-- No hubo. No existió. Le doy un ejemplo. Ford cerró todas sus fábricas en el país. Los trabajadores protestaron, interpelamos al Gobierno del Estado de San Pablo y fuimos a Brasilia para hablar con el Gobierno federal y advertir sobre los puestos de trabajo perdidos. Nos recibió el vicepresidente, el general Hamilton Mourão, y nos dijo: "Bueno, es el mercado". No se preocupó para nada. 

-- Si los sectores más vulnerables y medios perdieron económicamente con el Gobierno de Bolsonaro, si no hizo nada por la clase trabajadora, ¿cómo mantiene un apoyo, no mayoritario, pero sí significativo que incluye a muchos trabajadores?

-- Estos grupos no apoyan a Bolsonaro porque la economía creció porque eso no sucedió, lo apoyan por sus valores: contra el aborto, contra cualquier discusión sobre cómo terminar la guerra contra las drogas, contra el matrimonio igualitario, etc. Las iglesias neopentecostales hicieron un trabajo enorme entre los más pobres, el sector financiero, que no genera ni un solo empleo, sigue apoyando a Bolsonaro porque es más cercano a su proyecto liberal; y después hay un grupo en la sociedad que no lo apoya porque cree que es un gran político o dirigente sino porque no nos quiere a nosotros. 

La sede del sindicato de Metalúrgicos do ABC.

-- Algunos dicen que Bolsonaro ganó la campaña de la comunicación en 2018 y la sigue ganando entre los sectores que lo siguen apoyando.

-- La elección de 2018 se explica por varias cuestiones y las fake news es una de ellas. Ellos trabajan muy bien con ellas. Yo acostumbro a decir que los responsables del Brasil de hoy son el Departamento de Estado de Estados Unidos que creó el Lava Jato -para destruir los BRICS, el protagonismo internacional-, una parte de las empresas, una parte de la prensa y una parte del Poder Judicial. 

-- Algunos de ellos hoy apoyan, más o menos veladamente, a Lula o, al menos, rechazan a Bolsonaro. ¿Cómo se explica este giro?

-- Porque ellos exageraron. Ellos no querían a Bolsonaro, ellos querían otro proyecto que no fuera Lula y el PT. Obtuvieron a (el ministro de Economía Paulo) Guedes, que es un liberal, pero ni él pudo hacer todo lo que había prometido porque Bolsonaro no les respondió ciegamente.