Como nunca en su historia reciente, Brasil enfrenta una elección crucial que tiene la lupa de toda la región. No son solo dos modelos de gestión: Lula Da Silva y Jair Bolsonaro representan dos maneras distintas de ejercer el poder y hasta dos modelos de convivencia. Uno, que logró una ventaja de 5 puntos en la primera vuelta, va por su tercera presidencia y confirmar su resurrección política. El otro busca mantenerse en el Palacio del Planalto de la mano de los sectores más conservadores de la sociedad.
Brasil votará entre las 9 y las 17 horas en todo su territorio. Gran parte de él lo hace con urna electrónica, y los resultados comenzarán a difundirse inmediatamente después de que cierren los centros de votación. Se espera un conteo voto a voto que se extenderá a hasta la noche, con una tensión que se espera, no se disipe hasta el final. Además, se elegirán 12 gobernadores en esta segunda vuelta, que terminarán de configurar el mapa político con el que el nuevo presidente tendrá que lidiar los próximos años.
Si el país vive una elección crucial, seguramente lo será también para Lula en términos personales. Dejó la presidencia de Brasil con más del 80% de imagen positiva, pero hace cuatro años fue detenido por el juez Sergio Moro (luego ministro de Justicia de Bolsonaro) acusado de corrupción en una endeble causa. Estuvo en la cárcel dos años, desde donde sufrió la muerte de un hermano y un nieto. El TSJ (la Corte Suprema brasileña) lo liberó y consideró que Moro fue parcial en la investigación. Salió y reconstruyó su liderazgo político, se alió con viejos enemigos, espantados por el accionar del ex militar, y ganó la primera vuelta el pasado 2 de octubre con un guarismo similar a los dos comicios en donde luego fue electo: 48,4%. A poco más de un punto y medio de ganar en primera vuelta.
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Del otro lado, un viejo diputado federal (llegó a la cámara hace más de 30 años) que heredó el descontento con la política tradicional (de la cual es parte) causada por el Lava Jato. Pero fue más que un oportunista: construyó un liderazgo ultraconservador que tiene ascendencia en buena parte de la sociedad brasileña. El antipetismo, aunque quedó por detrás en estos comicios, se mostró muy numeroso y consolidado y será, al menos en un comienzo, un actor político importante en los próximos años pase lo que pase. Ni los 700 mil muertos por la pandemia, una economía tambaleante hasta que empezó a aumentar el gasto de cara a las elecciones y el aislamiento internacional (que le valió peleas casi insólitas con el presidente de Francia y hasta el actor Leonardo DiCaprio) le hacen mella en este sector social. El problema, para Bolsonaro, es cómo y dónde conseguir los sufragios que le faltaron, con su perfil que puede ser irritante para una parte de la sociedad brasileña.
Dos hechos sobre la hora generan dudas de cómo impactarán en el resultado final: a pocas cuadras del cierre de campaña de Lula, la diputada bolsonarista Carla Zambelli persiguió con un arma de fuego a un hombre. La diputada hizo gala de desobedecer una orden judicial que prohíbe el uso de armas en la previa a una elección, y dijo que había sido agredida por el hombre. En los videos que se conocieron, no se ve ninguna agresión y sí que la diputada lo siguió en la calle, apuntándole. Una (otra) postal del lado más crudo del bolsonarismo y su amor por las armas.
La otra cuestión es la que denunció el PT en una conferencia de prensa a la que asistió Lula, su vice Geraldo Alckim y el candidato a gobernador, Fernando Haddad: la difusión de fake news. El PT estaba en alerta y tratando de contrarrestarlas. Las usinas del oficialismo echaron a correr que Lula quería cerrar un plan para emprendedores que el propio Lula había creado en su presidencia. También difundían un falso folleto de campaña del PT en donde expresaban unas consignas para alarmar al votante evangélico.
Los sondeos luego de la primera vuelta venían mostrando estabilidad, con una leve ventaja para el candidato del PT, de entre 4 y 8 puntos. Los últimos sondeos de ese sábado oscilaron entre esos números: MDA 51-49, Datafolha dio 52-48, Atlas 53-47 e Ipec 54-46. Nada definitivo: los mismos sondeos registran una cantidad de votos indecisos o que declaran que lo harán en blanco de hasta 8 puntos. Si bien Lula ganó por 6 millones de votos, el temor a un silencioso voto bolsonarista persiste.
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Otro aspecto que puede inclinar la balanza para uno u otro lado es el nivel de abstención. Lula mide mejor entre los electores que declaran vivir "lejos o muy lejos" de sus lugares de votación, por lo que una alta abstención perjudicaría al petista. Reducir la abstención se convirtió en una obsesión para sus aliados. Tal es así que varios municipios declararon que el transporte público sea gratuito este 30 de octubre. Todo sea para que nadie se quede en su casa.
Por supuesto, para Argentina no es igual que uno u otro gane. El Frente de Todos espera con ansias un resultado que le dé aire en el plano internacional. En tiempos de internas, que el principal país sudamericano tenga a Lula presidente será motivo de festejo en todas las tribus del oficialismo. Una victoria de Bolsonaro envalentonaría a la oposición, en especial a sus versiones más radicales: los halcones de Juntos por el Cambio y los libertarios de Javier Milei.
Qatar 2022 aun no empezó, pero Brasil hoy vivirá algo parecido a una final del Mundo.