Elecciones en Brasil: largas colas y tranquilidad en San Pablo con el dilema latente por la participación

El Destape habló con votantes en un barrio de clase trabajadora del norte de la ciudad y otro más coqueto del centro. Todos esperan con expectativa qué pasará después de las 17, cuando cierra la votación en todo Brasil.

02 de octubre, 2022 | 14.08

Aunque muchos reconocen que temen que la jornada electoral termine con algún tipo de conflicto, la votación durante toda la mañana del domingo en la ciudad de San Pablo transcurrió de manera tranquila y sin grandes irregularidades, una realidad que según las autoridades se replicó en el resto de Brasil. En Río de Janeiro, por ejemplo, el portal G1 informó que los votantes llegaron a esperar hasta dos horas, mientras que en Piauí, en el Nordeste -bastión petista- tuvieron que estar parados durante más de cuatro horas.

Tras votar temprano a la mañana, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva esperará los resultados en esta misma ciudad, mientras que Jair Bolsonaro dejó Rio de Janeiro para instalarse en el Palacio del Planalto en Brasilía y esperar allí, ya no como candidato, según su campaña, sino en su rol de presidente.

Como se esperaba, finalmente dejó de llover y salió el sol, un dato no menor dado que uno de los elementos que podría definir si Lula gana en primera vuelta o si Bolsonaro logra forzar un balotaje el próximo 30 de octubre es el nivel de participación. En la primera vuelta de 2018, la abstención fue protagonista con poco más del 20%, pese a que en Brasil la penalización por no participar en reiterados comicios en mucho más severa que en Argentina. 

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Sergio, el esposo de 67 años de la celadora de una de las escuelas públicas donde se está votando en Tucuruvi -un barrio de clase trabajadora del norte de la ciudad donde el color rojo escasea y se multiplican las remeras de la selección nacional o con esos mismos colores, señal hoy inequívoca del bolsonarismo- contó que durante la mañana hubo más gente que en otras elecciones. El vive con su familia dentro de la escuela hace 18 años, así que conoce muy bien los movimientos de votantes. 

Fue el primero en votar -"Vivir acá tiene su privilegio", contó con una sonrisa-, y lo hizo en blanco. "La última vez que voté fue por Lula pero de eso hace muuuuucho tiempo. Después de la pandemia, mucha gente está indecisa", le dijo a El Destape y explicó por qué no apoya ni a Lula ni a Bolsonaro: "Uno estuvo preso y el otro dice cosas que no tienen sentido."

Su esposa, la celadora de la escuela sí votó pero no para presidente, sino para todo el resto: gobernador, diputados y senadores. "No sé bien a quién votó, solo sé que no al PSDB (socialdemocracia) porque no ayudaron en nada a los funcionarios públicos". En su casa, su hija de 26 años, Thais, que está desempleada hace tres años y vive con sus padres y sus dos hijos chiquitos, se preparaba para votar. "Ni Bolsonaro ni Lula me apelan, no me gusta esa polarización. Voy a votar por Ciro (Gomes), me gustan sus políticas y que tiene su propia opinión", sostuvo, en referencia a su negativa de sumarse a la amplia alianza que forjó Lula con otros de sus detractores, como su actual compañero de fórmula, el socialdemócrata Geraldo Alckmin, y la dirigente ecologista Marina Silva. 

Al analizar a los dos principales candidatos, Thais es más benevolente con Bolsonaro. "No todo fue su culpa en la pandemia como muchos dicen, también es responsabilidad del Ministerio de Educación, de los medios", aseguró y sostuvo que "no se vio especialmente afectada por el Gobierno de Bolsonaro". De Lula, en tanto, dice que "ayudó mucho a Brasil como presidente, pero durante el Gobierno de Dilma (Rousseff) quedó claro que habían robado más de lo que hicieron". Por eso, sostuvo que cuando la Justicia lo liberó y anuló todas sus causas de corrupción porque quedó demostrado que los jueces y fiscales actuaron de manera parcial en su contra, ella lo vivió como una traición y un acto de impunidad. 

En las escuelas cercanas a la estación de subte y terminal de colectivos de Tucuruvi, Sergio contó que en general la mayoría de sus amigos del barrio votan por esa histórica fuerza de izquierda. Según las encuestas, el 70% de las personas que reciben Auxilio Brasil, la ayuda social que el Gobierno de Bolsonaro distribuyó durante la pandemia y renovó este año hasta fin de año, dijeron que van a votar a Lula este domingo.

Entre las personas consultadas, mujeres y hombres de todas las edades, todos dijeron tajantemente que nunca votarían por Lula -"porque estuvo preso" o "porque es un ladrón"-, aunque varios dijeron que no volvieron a elegir a Bolsonaro porque los había decepcionado. En las entradas de las escuelas no se escuchaban discusiones políticas ni intercambios entre los que entraban y salían, excepto entre dos jóvenes que esperaban a un amigo para ingresar. Uno, de 29 años, aseguró tajante que no quería "un comunista en el poder" y defendió el Gobierno de Bolsonaro por su "transparencia". El otro, de 28 años, en cambio, va a anular su voto. "Es muy difícil decidir. Lula es un ex presidiario y no tengo nada en contra de Bolsonaro, pero tampoco nada a favor", explicó y se negó a aceptar las presiones de su amigo para exponerlo como "lulista" en el chat grupal que comparten.

Más cerca del centro de la ciudad, en la más coqueta Bela Vista, el escenario es diferente. También hay colas para votar, pero aquí el rojo es el color que domina, señal de apoyo al PT y Lula. Es un barrio cercano a la simbólica Avenida Paulista -en donde el lulismo espera poder festejar esta noche- lleno de institutos universitarios, museos y teatros. 

Allí, Solange de 36 años acaba de votar al PT junto con su esposo y se declara "esperanzada". "Los últimos cuatro años fueron como una especie de supervivencia porque el Gobierno fue más nefasto de lo que esperábamos. Pero el lado positivo de esto es que obligó a muchos a hablar de política. En Brasil, no se suele hablar de política en las casas como sucede en Argentina, es como un tabú, como algo mal visto. Ahora se discute, con la dinámica más de una final de fútbol, a pura emoción, pero se discute", contó a este portal. 

Para la joven socióloga, este cambio social podría reducir sustancialmente la abstención que se registró en 2018 y que, según ella, permitió la victoria de Bolsonaro. Según los últimas sondeos, entre un 2 y un 3% de los encuestados se siguen declarando indecisos. Aunque destacó que para mucha gente, especialmente de la vieja clase media, aún es muy difícil votar a Lula. "No ven al Lula de hoy, siguen viendo al Lula de los 80. Es una cuestión clasista creo", explicó y agregó que, en cambio, el ex presidente cosecha el apoyo incondicional de los sectores que ascendieron a la clase media o la clase media que mejoró durante sus Gobiernos, especialmente las personas que pudieron estudiar y avanzar".

Aunque los climas políticos eran muy distintos en Tucuruvi y Bela Vista, una cosa era igual: el temor subyacente a que la noche termine mal. En el barrio norteño, no quiso hablar y solo deseó que "no pase nada", Sergio no dudó en afirmar que "podría haber un golpe de Estado" porque Bolsonaro "hace tiempo" que juega con la idea de no reconocer las elecciones; mientras que en el centro, Solange se mostró preocupada de que suceda "algo violento" a la noche en Avenida Paulista. "Tengo un poco de miedo", reconoció, una frase que los simpatizantes de Lula repiten hace días en voz baja, casi como tratando de no prender más alarmas.