“Contra el comunismo, por nuestra libertad, por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, por el terror de Dilma Rousseff, por nuestras Fuerzas Armadas, por un Brasil en primer lugar y por dios por sobre todas las cosas, mi voto es por el sí”, con esa proclama, el entonces diputado nacional saltó a la fama. Los medios de comunicación del mundo levantaron el nombre de Jair Mesias Bolsonaro aquel el 21 de abril de 2016 que el Congreso brasileño aprobó el impeachment contra la presidenta petista. Esa fecha marcó un año y después para el país vecino.
Tres años y medio más tarde, Bolsonaro se erigió como presidente del país más grande de Sudamérica. Con los dedos de la mano dibuja una pistola y ¡pum!, dispara. De ese gesto, hizo una marca. Con ella, llegó el pasado 2 de octubre a romper todas las previsiones hechas por las encuestadoras y quedó más cerca de lo esperado de su principal contrincante: obtuvo el 43,4% sólo cinco puntos y seis millones de votos por debajo del ex presidente petista Luiz Inácio Lula da Silva, que va en busca de su tercer mandato. Selló, de esa manera, los comicios más polarizados de la historia del país y, ahora, disputa voto a voto, el balotaje que este domingo.
Lo llaman el Donald Trump latinoamericano. “Outsider” y “antiestablishment” de la política son dos adjetivos con que se lo identifica; sin embargo, cuando llegó al Gobierno ya llevaba siete mandatos como diputado nacional. En otras palabras, más de 30 años en cargos políticos. El giro en su carrera, bien supo marcarlo aquella vez en la que en medio de los gritos de la Cámara de Diputados nacional se animó a enaltecer la figura de uno de los militares que, incluso, estuvo a cargo de un centro de detención durante la dictadura cívico militar. No sería la primera vez.
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Su sello en el Congreso
Si bien Bolsonaro quedó segundo en la primera vuelta, sin dudas, logró consolidarse en el Congreso y en los gobiernos estaduales que ya se definieron sin pasar a balotaje.
En el Congreso, tendrá la mayor bancada en ambas cámaras. En el Senado, el Partido Liberal quedó con 14 de los 81 escaños e incluso varias de esos lugares serán ocupados por alfiles de su gobierno, entre los que se encuentra su vice, Hamilton Mourao. En Diputados consagró 99 de 513 bancas. En las gobernaciones, sumó en Estados clave como Minas Gerais y Río de Janeiro -segundo y tercer distrito electoral- con Romeu Zema y Claudio Castro, respectivamente. En las 12 que quedan por definirse todo indica que también sumará un aliado fundamental en San Pablo, el primer distrito electoral del país, que estaría conducido por el militar y exministro de Bolsonaro Tarcisio de Freitas, en caso de ganarle al petista Fernando Haddad.
En contrapartida a ese escenario, no obstante, se eligieron las primeras candidaturas indígenas, travestis y trans en los distintos niveles de gobierno. Algunos de los nombres son: Erika Hilton (San Pablo), Robeyoncé Lima (Pernambuco) y Duda Salabert (Mina Gerais). También a las primeras diputadas federales indígenas de su historia: Sonia Guajajara (San Pablo) y Celia Xakriaba (Mina Gerais).
Su vida
Nació en Glicério, El Dorado, un pueblo más cercano a la selva que a la ciudad en el estado de Sao Paulo. A finales de la década de 1970, a los 14 años, inició su carrera militar en una escuela de cadetes en la ciudad de Rosende, en Río de Janeiro. Llegó a ser capitán, pese a la indisciplina marcada por sus mismos superiores. Por ejemplo, para 1986, escribió un artículo titulado “El salario está bajo” que publicó la reconocida revista Veja en reclamo por los bajos ingresos de los soldados. La cúpula entendió ese gesto como un acto de deslealtad.
Se casó tres veces y tuvo en total cinco hijos, de los cuales tres participan activamente en política.
Carrera política
Cuando ya le quedaba poco tiempo a la dictadura militar (1964-1985) dio los pasos hacia la política. En 1988, fue elegido como concejal en el estado de Río de Janeiro por el Partido Demócrata Cristiano. Dos años más tarde asumió como diputado por Río y llegó al Congreso Nacional por el mismo estado. Allí, permaneció durante 27 años. De más de 170 proyectos de ley presentados por él, sólo dos se convirtieron en ley. Uno de ellos, la propuesta que extiende el beneficio de exención del impuesto sobre productos industrializados y, otra, la autorización del uso de la fosfoetanolamina, una pastilla para el tratamiento del cáncer.
Pasó por más de cinco partidos antes de llegar al Partido Liberal Social (PLS), que lo llevó a la Presidencia, en 2019. En esos comicios, su hijo Eduardo Bolsonaro fue reelegido en São Paulo con una victoria sonante: se convirtió en el diputado federal más votado en la historia de Brasil con 1.814.443 votos.
Pese a estar segundo en las encuestas, Bolsonaro no logró reunir los votos necesarios para apostar su segundo mandato por Alianza por Brasil, el partido que él mismo fundó. En diciembre de 2021, se afilió al Partido Liberal para poder presentarse.
La llegada a la Presidencia
La Presidencia de Bolsonaro llegó para consolidar la ola conservadora en Brasil y América Latina. Habían ya sucedido los golpes denominados "blandos" en Honduras (2009) y Paraguay (2012) -que siguió con Bolivia, en 2019-, y en Brasil, tras el golpe parlamentario a Rousseff se instaló la débil Presidencia del sucesor en la línea, Michel Temer, quien inauguró una nueva era de políticas liberales y achique del Estado que continúa hasta el día de hoy.
Durante la campaña presidencial, Bolsonaro se hizo famoso por un gesto particular que llamó la atención, atemorizó a más de uno y conquistó a otros tantos: dibuja un arma con los dedos de las manos o usa cualquier elemento a su alcance para hacer de cuenta que dispara una metralleta. Lo que dice con su cuerpo, lo acompaña con palabras: “La familia va a ser respetada. Aquí tienen macho y hembra y no vamos a admitir que nuestros niños continúen siendo pervertidos en programas de gobierno. Respeto las opciones de cualquiera, que sea feliz, pero no vamos a jugar con nuestros niños”.
La base sobre la que hizo pie para sostenerse desde el inicio fue el sector evangélico del país, entre quienes cosecha la mayoría de las adhesiones y representan -según el censo de 2010- el 22 por ciento de la población. Y, a la vez, logró hacerse de los colores "verde-amarelo" que hacen a la bandera del país.
El 6 de septiembre de 2018, una puñalada sacudió el rumbo de su campaña. En medio de un acto en Minas Gerais, entre una multitud que lo llevaba en andas se lo vio fruncir la cara del dolor. Con las manos se tomó al costado del abdomen y, así, a cuestas, lo llevaron hasta una ambulancia que lo trasladó a un hospital. De ahí más, dejó de lado sus apariciones públicas y no participó de ninguno de los debates.
Lula, mientras tanto, ejercía una candidatura sujeta a juicio. Estaba preso en Curitiba y no había develado aún quién lo sucedería en caso de que proscripción. Al mismo tiempo, una movilización feminista y LGBTI+ se levantó en todo Brasil como nunca antes. “Mulheres contra Bolsonaro” fue el primer llamado que, rápidamente, se convirtió en “#EleNão”. Consideraron que siquiera merecía su mención.
No fue suficiente. Fue electo el 28 de octubre de 2018 con el 55 por ciento de los votos (57.615.723) como el presidente número 38 de Brasil, durante la segunda vuelta electoral. El 1 de enero de 2019 se convirtió en el 38avo presidente de la república, acompañado por su compañero de fórmula el general retirado del Ejército, Hamilton Mourão.
Los militares al poder
Si algo caracterizó la gestión de Bolsonaro fue, justamente, la llegada de militares a cargos civiles del Estado. De hecho, un estudio dado a conocer por el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), en junio de este año, muestra que durante su gestión los números crecieron en un 193 por ciento.
Entre 2013 y 2018, hubo alrededor de 300 militares en los cargos ministeriales y a partir de 2019 con la asunción al poder de Bolsonaro la cifra saltó a 623 para llegar a 742, en 2021. Pero no se trata solo de números. Sus ex compañeros de armas comenzaron a ocupar lugares clave de la gestión, desde la Vicepresidencia hasta el Ministerio de Salud durante la pandemia de Covid-19, una decisión, esta última, que demostró ser letal para miles de brasileños. El país terminó teniendo la segunda peor cifra de muertos por coronavirus del mundo, superado solo por el Estados Unidos de Trump, su más férreo aliado internacional.
Polémico, ¿quién?
Cuando el nombre de los Bolsonaro ya resonaba en todas partes un hecho golpeó al ámbito político brasileño progresista y de la izquierda: la noche del 14 de marzo de 2018 corrió la noticia de que la concejala lesbiana, negra, favelada de Río de Janeiro, Marielle Franco, había sido asesinada. La violencia política contra las mujeres, lesbianas, gays, travestis y transexuales, se hizo sentir cada vez más fuerte desde ese momento.
Les dirigentes LGBT+ y las mujeres fueron centro de las violencias perpetradas en el discurso del presidente, incluso desde antes de que asumiera. "Ella no merece ser violada porque es muy mala, porque ella es muy fea. No es de mi gusto, jamás la violaría. Yo no soy violador, pero si lo fuera, no la iba a violar porque no lo merece", le había dicho en 2003 a una colega diputada del Partido de los Trabajadores (PT), María do Rosario.
Esta fue, apenas, una más en una larga lista de frases poco felices o, en general, abiertamente xenófobas y misóginas. En 2016, por ejemplo, dijo en una entrevista: "No emplearía (hombres y mujeres) con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres competentes". Cinco años antes, en otra entrevista, aclaró: "Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí".
Además de apuntar una y otra vez contra las mujeres y la comunidad LGBT+, también supo lanzar toda su artillería contra la minoría negra y los más pobres: "El pobre solo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar por el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más". Como es de esperarse, el Bolsonaro actual, en el poder y peleando por la reelección con la reactivación de ayudas sociales que rompieron el techo del gasto que él tanto defendió, ya no repite esta frase.
Bajo el emblema “un pueblo armado jamás será esclavizado” logró armar a más de un millón de personas en el país con las nuevas normas para adquirir armas de fuego. Esa actitud es para evitar una avanzada del comunismo, que está encarnada nada más y nada menos que en la figura de Lula, el “ex presidiario” o “nuevededos”.
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Pese a que se lo puede catalogar de violento, misógino y xenófobo, su postura desfachatada logró conquistar a gran parte del electorado brasileño que lo sigue eligiendo para estar al frente del Ejecutivo del país más grande de Sudamérica.
A pocos días de la segunda vuelta, Bolsonaro apuesta a todo: en la noche del miércoles anunció que judicializará la recta final de la campaña luego de que el Tribunal Superior Electoral (TSE) decidiera investigarlo por estar intentando crear hechos que causan tumulto en el proceso electoral. Para él esta postura “desequilibra el proceso democrático”, sobre el cual desde el inicio puso un manto de sospecha en donde los señalados son el Partido de los Trabajadores y las mismas instituciones contra las que se rebela.
Bolsonaro, en definitiva, logró correr los límites de lo posible para llegar a la mesa de las y los brasileños y ganar sus votos. La clave es la misma que usó para llegar hasta donde está y eso se vio en su cierre de campaña, este jueves: "Brasil arriba de todos, Dios arriba de todo", dijo al cierre del acto, mientras el animador del evento pidió tomarse del brazo y rezar un padre nuestro con el público. Habrá que esperar al cierre del domingo para conocer el desenlace de esta historia.