Bolsonaro, de la promesa anticorrupción al derrumbe económico y el caos sanitario

Ganó en 2018 como un "outsider" y un "antiestablishment" aunque hacía casi 30 años que ocupaba una banca en el Congreso. Ya en el Gobierno, lo bautizaron como el Trump latinoamericano y, cuando el Trump original perdió el poder, la versión brasileña demostró los límites de su personalidad y se convirtió en un paria internacional. 

01 de octubre, 2022 | 22.44

“Contra el comunismo, por nuestra libertad, por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, por el terror de Dilma Rousseff, por nuestras Fuerzas Armadas, por un Brasil en primer lugar y por dios por sobre todas las cosas, mi voto es por el sí”, con esa proclama, el entonces diputado nacional saltó a la fama. Los medios de comunicación del mundo levantaron el nombre de Jair Mesias Bolsonaro aquel el 21 de abril de 2016 que el Congreso brasileño aprobó el impeachment contra la presidenta petista. Esa fecha marcó un año y después para el país vecino.

Tres años y medio más tarde, Bolsonaro se erigió como presidente del país más grande de Sudamérica. Con los dedos de la mano dibuja una pistola y ¡pum!, dispara. De ese gesto, hizo una marca. 

Lo llaman el Donald Trump latinoamericano. “Outsider” y “antiestablishment” de la política son dos adjetivos con que se lo identifica; sin embargo, cuando llegó al Gobierno ya llevaba siete mandatos como diputado nacional. En otras palabras, más de 30 años en cargos políticos. El giro en su carrera, bien supo marcarlo aquella vez en la que en medio de los gritos de la Cámara de Diputados nacional se animó a enaltecer la figura de uno de los militares que, incluso, estuvo a cargo de un centro de detención durante la dictadura cívico militar. No sería la primera vez.

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Su vida

Nació en Glicério, El Dorado, un pueblo más cercano a la selva que a la ciudad en el estado de Sao Paulo. A finales de la década de 1970, a los 14 años, inició su carrera militar en una escuela de cadetes en la ciudad de Rosende, en Río de Janeiro. Llegó a ser capitán, pese a la indisciplina marcada por sus mismos superiores. Por ejemplo, para 1986, escribió un artículo titulado “El salario está bajo” que publicó la reconocida revista Veja en reclamo por los bajos ingresos de los soldados. La cúpula entendió ese gesto como un acto de deslealtad.

Se casó tres veces y tuvo en total cinco hijos, de los cuales tres participan activamente en política.

Carrera política

Cuando ya le quedaba poco tiempo a la dictadura militar (1964-1985) dio los pasos hacia la política. En 1988, fue elegido como concejal en el estado de Río de Janeiro por el Partido Demócrata Cristiano. Dos años más tarde asumió como diputado por Río y llegó al Congreso Nacional por el mismo estado. Allí, permaneció durante 27 años. De más de 170 proyectos de ley presentados por él, sólo dos se convirtieron en ley. Uno de ellos, la propuesta que extiende el beneficio de exención del impuesto sobre productos industrializados y, otra, la autorización del uso de la fosfoetanolamina, una pastilla para el tratamiento del cáncer.

Pasó por más de cinco partidos antes de llegar al Partido Liberal Social (PLS), que lo llevó a la Presidencia, en 2019. En esos comicios, su hijo Eduardo Bolsonaro fue reelegido en São Paulo con una victoria sonante: se convirtió en el diputado federal más votado en la historia de Brasil con 1.814.443 votos.

Pese a estar segundo en las encuestas, Bolsonaro no logró reunir los votos necesarios para apostar su segundo mandato por Alianza por Brasil, el partido que él mismo fundó. En diciembre de 2021, se afilió al Partido Liberal para poder presentarse.

La campaña

La Presidencia de Bolsonaro llegó para consolidar la ola conservadora en Brasil y América Latina. Habían ya sucedido los golpes denominados "blandos" en Honduras (2009) y Paraguay (2012) -que siguió con Bolivia, en 2019-, y en Brasil, tras el golpe parlamentario a Rousseff se instaló la débil Presidencia del sucesor en la línea, Michel Temer, quien inauguró una nueva era de políticas liberales y achique del Estado que continúa hasta el día de hoy.

Durante la campaña presidencial, Bolsonaro se hizo famoso por un gesto particular que llamó la atención, atemorizó a más de uno y conquistó a otros tantos: dibuja un arma con los dedos de las manos o usa cualquier elemento a su alcance para hacer de cuenta que dispara una metralleta. Lo que dice con su cuerpo, lo acompaña con palabras: “La familia va a ser respetada. Aquí tienen macho y hembra y no vamos a admitir que nuestros niños continúen siendo pervertidos en programas de gobierno. Respeto las opciones de cualquiera, que sea feliz, pero no vamos a jugar con nuestros niños”.

El 6 de septiembre de 2018, una puñalada sacudió el rumbo de su campaña. En medio de un acto en Minas Gerais, entre una multitud que lo llevaba en andas se lo vio fruncir la cara del dolor. Con las manos se tomó al costado del abdomen y, así, a cuestas, lo llevaron hasta una ambulancia que lo trasladó a un hospital. De ahí más, dejó de lado sus apariciones públicas y no participó de ninguno de los debates.

Lula, mientras tanto, ejercía una candidatura sujeta a juicio. Estaba preso en Curitiba y no había develado aún quién lo sucedería en caso de que proscripción. Al mismo tiempo, una movilización feminista y LGBTI+ se levantó en todo Brasil como nunca antes. “Mulheres contra Bolsonaro” fue el primer llamado que, rápidamente, se convirtió en “#EleNão”. Consideraron que siquiera merecía su mención.

No fue suficiente. Fue electo el 28 de octubre de 2018 con el 55 por ciento de los votos (57.615.723) como el presidente número 38 de Brasil, durante la segunda vuelta electoral. El 1 de enero de 2019 se convirtió en el 38avo presidente de la república, acompañado por su compañero de fórmula el general retirado del Ejército, Hamilton Mourão.

Los militares al poder

Si algo caracterizó la gestión de Bolsonaro fue, justamente, la llegada de militares a cargos civiles del Estado. De hecho, un estudio dado a conocer por el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), en junio de este año, muestra que durante su gestión los números crecieron en un 193 por ciento.

Entre 2013 y 2018, hubo alrededor de 300 militares en los cargos ministeriales y a partir de 2019 con la asunción al poder de Bolsonaro la cifra saltó a 623 para llegar a 742, en 2021. Pero no se trata solo de números. Sus ex compañeros de armas comenzaron a ocupar lugares clave de la gestión, desde la Vicepresidencia hasta el Ministerio de Salud durante la pandemia de Covid-19, una decisión, esta última, que demostró ser letal para miles de brasileños. El país terminó teniendo la segunda peor cifra de muertos por coronavirus del mundo, superado solo por el Estados Unidos de Trump, su más férreo aliado internacional.

Polémico, ¿quién?

Cuando el nombre de los Bolsonaro ya resonaba en todas partes un hecho golpeó al ámbito político brasileño progresista y de la izquierda: la noche del 14 de marzo de 2018 corrió la noticia de que la concejala lesbiana, negra, favelada de Río de Janeiro, Marielle Franco, había sido asesinada. La violencia política contra las mujeres, lesbianas, gays, travestis y transexuales, se hizo sentir cada vez más fuerte desde ese momento.

Les dirigentes LGBT+ y las mujeres fueron centro de las violencias perpetradas en el discurso del presidente, incluso desde antes de que asumiera. "Ella no merece ser violada porque es muy mala, porque ella es muy fea. No es de mi gusto, jamás la violaría. Yo no soy violador, pero si lo fuera, no la iba a violar porque no lo merece", le había dicho en 2003 a una colega diputada del Partido de los Trabajadores (PT), María do Rosario.

Esta fue, apenas, una más en una larga lista de frases poco felices o, en general, abiertamente xenófobas y misóginas. En 2016, por ejemplo, dijo en una entrevista: "No emplearía (hombres y mujeres) con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres competentes". Cinco años antes, en otra entrevista, aclaró: "Sería incapaz de amar un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí".

Además de apuntar una y otra vez contra las mujeres y la comunidad LGBT+, también supo lanzar toda su artillería contra la minoría negra y los más pobres: "El pobre solo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar por el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más". Como es de esperarse, el Bolsonaro actual, en el poder y peleando por la reelección con la reactivación de ayudas sociales que rompieron el techo del gasto que él tanto defendió, ya no repite esta frase.