Bukele se declara ganador en El Salvador y anuncia que arrasó

Su política de seguridad -que incluyó detenciones masivas y arbitrarias, amedrentamientos al Congreso y una férrea represión y acoso a cualquier oposición o crítica- logró reducir dramáticamente el número de asesinatos y le ganó un abrumador apoyo popular.

04 de febrero, 2024 | 22.21

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien había pedido licencia para presentarse a la reelección, habría arrasado este domingo en las urnas con un apoyo de más del 87%, según el boca de urna publicado por la encuestadora Gallup. El propio dirigente, famoso ya en todo el mundo por su modelo de autoritarismo y mano dura para combatir la violencia criminal, no espero a que se conozca el escrutinio oficial y anunció su victoria con un tuit: "De acuerdo a nuestros números, hemos ganado la elección presidencial con más del 85% de los votos y un mínimo de 58 de 60 diputados de la Asamblea. El récord en toda la historia democrática del mundo."

Según el boca de urna de Gallup, la fuerza de oposición que quedó segunda fue el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) con apenas el 7% de los votos, mientras que la alianza conservadora Arena habría amasado solo un 4%

Una victoria cantada

Desde que se convocaron las elecciones, se descontaba que Bukele, un ex publicitario de 42 años, tenía asegurado un segundo mandato de cinco años. Con una popularidad de 90%, sin rivales de peso y con un Congreso prácticamente bajo su control, todos esperaban que terminara de completar su hegemonía absoluta e hiciera prácticamente desaparecer a la oposición de los cargos electos.

La votación fue inédita: por primera vez desde que acabó la guerra civil en 1992, unos 6,2 millones de salvadoreños fueron a las urnas bajo un estado de excepción, que no parece tener un fin en el horizonte cercano. 

Aliviados con la tranquilidad que llegó a sus barrios antes tomados por las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18, muchos salvadoreños aplauden la política de “mano de hierro” de Bukele, aun a costa de muchas de sus libertades y derechos civiles. Con entre cinco y siete millones de seguidores en X, Tiktok, Instagram y Facebook, el mandatario ahora promociona grandes proyectos y el turismo en “el país más seguro de América Latina”.

Tras un sangriento fin de semana con 87 muertos, Bukele impuso en marzo de 2022 un estado de excepción que militarizó el país y suspendió garantías constitucionales. Desde entonces, la política derivó en 76.000 detenidos y redujo a mínimos históricos los asesinatos, oficialmente 2,4 por cada 100.000 habitantes en 2023, en el que antes fue el país con mayor violencia criminal del mundo.

Pero organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch denuncian arrestos arbitrarios, torturas y muertes en prisión. Unas 7.000 personas fueron liberadas, pero muchas siguen en la cárcel sin debido proceso ni poder comunicarse con sus familiares.

Con cada vez más poder, Bukele -de ascendencia palestina y quien se burla de sus críticos que le llaman “dictador”-, controla, además de la Asamblea Legislativa (parlamento), la Justicia, la Fiscalía y el resto del aparato estatal. Magistrados renovados por ese congreso interpretaron la Constitución a su favor y, pese a estar prohibida la reelección, le permitieron postularse a un segundo mandado, por lo que analistas y opositores sostienen que su candidatura es inconstitucional.

En ese contexto, los dos partidos de la oposición, que durante muchos años dominaron el sistema bipartidista del país, llegaron a las elecciones muy debilitados. “Con otros cinco años, tendrá suficiente tiempo para consolidar una dinámica de partido hegemónico”, advirtió el politólogo Álvaro Artiga, de la Universidad Centroamericana (UCA), antes de los comicios, según la agencia de noticias AFP.

Mientras la seguridad mejoró a fuerza de mano dura y autoritarismo, la economía no lo hizo. Un 29% de los 6,5 millones de salvadoreños que viven en el país son pobres, según la Cepal, y muchos siguen emigrando a Estados Unidos en busca de trabajo. Unos tres millones viven en el exterior y envían remesas por 8.000 millones de dólares anuales, de lo que vive un tercio de la población.