El pasado domingo 15 de octubre se llevó adelante la segunda vuelta presidencial en Ecuador, a la que arribaron el correísmo con la fórmula Gonzalez- Arauz y la alianza ADN, integrada por los movimientos Pueblo, Igualdad y Democracia (PID) y Mover (antes Alianza PAIS), siendo una sorpresa electoral, con Daniel Noboa y Verónica Abad a la cabeza.
El resultado que implica una continuidad de las fuerzas conservadoras y liberales en el país, posicionó a Noboa con el 51,83% de los votos como el presidente más joven de su historia, con 35 años. En el otro frente la Revolucion Ciudadana, que carga sobre sí toda la fuerza de la estrategia de lawfare, proscripción y persecución mediática y judicial, obtuvo un 48,17%.
El presidente electo ocupará el Ejecutivo poco más de un año y medio, hasta mayo del 2025, para finalizar el truncado mandato del banquero Guillermo Lasso que cerró el parlamento mientras se realizaba un juicio político en su contra por presunta corrupción. El escenario social estuvo signado por la violencia política, que se cobró la vida de militantes y hasta de un candidato presidencial, Fernando Villavicencio. Un crimen no esclarecido aún, que sirvió de excusa a la oposición y sus medios de comunicación para indicar al correísmo como responsable, ya que Villavicencio estuvo implicado en la acusación periodística que derivó en la causa que mantiene al ex presidente Rafael Correa en el exilio desde 2017.
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Noboa es una sorpresa a medias. Si bien es su primera elección presidencial, es el hijo de Álvaro Noboa, un gran empresario bananero a quien se le atribuye ser el hombre más rico de Ecuador. Noboa Padre se postuló cinco veces al Ejecutivo, llegando en tres de ellas al ballotage sin tener éxito. Álvaro Noboa controla el Grupo Noboa, una red de más de 100 empresas radicadas en Ecuador y en el exterior, muchas en paraísos fiscales.
Noboa Hijo ingresó en 2021 a la Asamblea Nacional por el estado de Santa Elena y, gracias al acuerdo que el oficialismo logró para designar autoridades, asumió como presidente de la Comisión de Desarrollo Económico, una de las más importantes del Poder Legislativo. Formado académicamente en Estados Unidos como administrador de empresas (Universidad de Nueva York y Nortwestern Universitiy), Daniel Noboa aparece entre los accionistas de decenas de empresas, entre ellas Pesquera Marintan, Predios Curitiba, Fantastisol, Cordenesa, Pozuelo de oro Pozoro, Logic Choice Logch y Nobexport.
Su campaña electoral estuvo basada en un discurso de mano dura contra el crimen organizado y propuestas de reestructuración del sistema carcelario, militarización de fronteras y penalización del consumo de drogas a pequeña escala. Su construcción electoral se realizó desde una fuerte presencia en las redes sociales, posicionándose días previos a la votación como tendencia en X (antes Twitter) y TikTok, gracias a videos hechos con muñecos de cartón con su imagen a escala real.
Tras resultar electo, Daniel Noboa escribió en su cuenta de X: “hoy hemos hecho historia, las familias ecuatorianas eligieron el Nuevo Ecuador, eligieron un país con seguridad y empleo. Vamos por un país de realidades donde las promesas no se queden en campaña y la corrupción se castigue”.
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De las elecciones regionales al ballotage: ¿cómo queda el mapa político?
A principios de febrero, las elecciones regionales en Ecuador habían dado un resultado favorable a Revolución Ciudadana, el partido del ex presidente Rafael Correa, que había conquistado las tres provincias más importantes del país y alcaldías en importantes ciudades como Quito y Guayaquil. Por entonces, Marcela Aguiñaga, presidenta de Revolución Ciudadana y prefecta electa de Guayas, decía: “nos hemos consolidado como la principal fuerza del país, tenemos más de 60 alcaldías y 9 prefecturas; pero también tenemos mucha responsabilidad, no podemos fallar, no hay espacio para cometer errores y estamos seguros de que nuestra tendencia se está preparando para las elecciones de 2025″.
Sin embargo, al analizar los resultados decíamos que “a la resistencia deberá agregársele la unidad popular para dar sustento a un programa, a la victoria electoral deberá sumársele la victoria política, ya que con la primera sola no alcanza y es urgente”.
Tras conocerse los resultados de la segunda vuelta, pudo saberse que Daniel Noboa se impuso en 16 de 24 provincias, incluso en algunas que en febrero había conquistado el correísmo. Catapultado por un clima de violencia en ascenso, y favorecido por el constante desgaste producto de los golpes mediáticos y judiciales contra la Revolución Ciudadana, el discurso de “mano dura” de Noboa captó los votos necesarios para hacerse de una presidencia que sólo durará 17 meses.
En el ámbito parlamentario, Revolución Ciudadana, la expresión política del correísmo, se consolida con el bloque legislativo mayoritario, con 52 de 137 asambleístas, seguido por Construye con 29, el Partido Social Cristiano (PSC) y ADN (la alianza que respalda al presidente electo) con 14 cada una, y luego bancadas más pequeñas como Actuemos (8), Pachakutik (5), movimientos locales (6), Sociedad Patriótica y Claro que se puede (3 cada una) y Reto y Amigo (1 cada una).
Con este escenario institucional, la presencia de la Revolución Ciudadana será relevante tanto en ámbitos locales como en el parlamento nacional, mientras que el reciente presidente electo se enfrenta al desafío de construir las alianzas necesarias que le permitan cierto margen de gobernabilidad.
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El programa de Noboa
El electo presidente controla una compleja red de empresas que circulan su capital entre Ecuador y diferentes paraísos fiscales. Este dato ya permite vislumbrar la orientación de política económica que puede asumir el nuevo gobierno.
Sin embargo, su discurso de campaña dijo poco de economía. El mismo se centró en la lucha contra la corrupción y la inseguridad, llegando a proponer aislar al “17% más violento” de los presos en barcos alejados de la costa, algo que, además de difícil de realizar, es inconstitucional y atenta con los elementos más básicos del derecho humanitario.
También entre sus propuestas hubo menciones vagas a la generación de empleo, la educación gratuita, y el acceso a los servicios básicos para disminuir la violencia. Estos últimos puntos, sin dudas, son los que demanda el pueblo ecuatoriano desde las revueltas del 2019 y el paro de 2021.
Esas protestas son el marco a la crisis política-institucional que vive Ecuador, producto de un modelo económico agotado: el de la dolarización. El eje de Daniel Noboa para resolver ésta crisis hace énfasis en algo que se convirtió en su lema principal: “sin corrupción la plata alcanza”. Sí, a las y los argentinos nos hace acordar el eje de campaña de Fernando De la Rúa de 1999, cuando la convertibilidad (es decir, la dolarización) mostraba ya más de cuatro años de claro agotamiento como modelo económico.
Ecuador como pregunta
¿Quién define qué es la corrupción y qué fracción social saca provecho de tales definiciones? Podría ser una pregunta que atraviese nuestra región de punta a punta, y Ecuador en particular.
¿Cuánto hará este nuevo gobierno para combatir la estructura de narcoestado paralelo al ya pequeño y denigrado Estado ecuatoriano? ¿Con qué políticas concretas enfrentará las demandas de ese pueblo que se manifiesta en las calles, reclamando más empleo y mejores condiciones laborales? ¿Cómo enfrentará los condicionamientos impuestos por el FMI y las consecuencias de la dolarización, para la economía doméstica de las y los habitantes del país?
Nada de esto ha sido planteado en campaña o en las marketineras declaraciones posteriores a la victoria electoral. Sin embargo, esto es lo que deberá ponerse en juego en los próximos meses. Sin dudas, si el correismo y una alianza amplia con sectores populares organizados pueden establecer una estrategia en unidad, para fortalecerse de cara a la elección que valdrá más en 2025.
Ecuador es un país que carga una historia reciente plagada de atentados y crímenes no esclarecidos, que se repitieron en esta coyuntura, contra militantes y dirigentes políticos, sociales y sindicales, incluido el presidente Jaime Roldos, quien supo ser la excepción democrática hacia mediados de la década de los 70 hasta principios de los 80, cuando el plan Cóndor se imponía en nuestramérica, como pista de aterrizaje a la estafa neoliberal.
La revolución ciudadana, el hasta ahora último eslabón de esta fuerza democrática y progresista en el país, en alianza con los sectores rurales e indígenas -y sus brazos político electorales- se enfrenta a esta distintiva: reagrupamiento y avance o dispersión y repliegue para conservar lo que ha logrado en la Asamblea Nacional y los ejecutivos subnacionales.
Las y los millones de ecuatorianos y ecuatorianas que optaron por Luisa Gonzalez, o que, en búsqueda de mejores condiciones de vida depositaron su esperanza en el joven empresario, tendrán la última palabra en las calles, más allá de las urnas.
Sin dudas, el gobierno de Noboa cuenta con poco tiempo y muchas respuestas por dar.