¿Unidos o dominados? Lo que dejó la Cumbre de las Américas

La novena reunión continental, con sus exclusiones, es un fiel reflejo de las grietas que dividen al continente. Frente al declive de Estados Unidos y las diferencias dentro de Latinoamérica y el Caribe para fijar un rumbo alternativo, se multiplican los interrogantes de cara al temporal que se viene.  

12 de junio, 2022 | 00.05

Lo que la IX Cumbre de las Américas dejó al cabo de una semana de reuniones, discursos, fotos y compromisos firmados en medio de indisimulables ausencias es un fiel reflejo de las grietas que dividen al continente y los interrogantes que siembran. Por un lado, el declive de su potencia —global—, Estados Unidos, que insiste en su agenda unilateral para evitar lo inevitable, el desembarco de su verdadero rival geopolítico, China, sin comprender que donde sus ojos ven una amenaza, otros vislumbran comercio e inversiones. Y frente a ello, las diferencias intestinas dentro de Latinoamérica y el Caribe que ahogan las prioridades pragmáticas en un mar de prejuicios y dogmas, sin chance de ofrecer un rumbo alternativo de cara al temporal que se viene.  

“Debemos construir juntos, en unidad, un renovado humanismo que, como enseña el Papa Francisco, comience por los últimos, para llegar a todos y todas. Unidos o dominados. Unidos por la ‘casa común’ o dominados por la codicia económica. Unidos por el multilateralismo o dominados por la polarización. Unidos por la democracia con inclusión social o dominados por el individualismo y la miseria colectiva”, cerró su discurso el Presidente Alberto Fernández, al cabo de la primera sesión. 

El mandatario argentino no hablaba solo en nombre de su país sino como presidente pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Tal condición le otorgó cierto margen extra para ensayar un discurso más frontal que el de quienes solo hablan en nombre de su Estado, al margen de que sus palabras no sorprendieron a la Casa Blanca. Así y todo, su intervención sintetizó la amplia lista de demandas contra un Estados Unidos que no solo se olvidó de sus vecinos desde hace más de dos décadas —salvo por un efímero acercamiento en el sprint final de Barack Obama— sino que, cuando apareció, solo lo hizo para imponer su propia cosmovisión. 

“Desde la década de 1990, las economías latinoamericanas atraviesan un proceso de desindustrialización. El comercio intrarregional se está volviendo menos importante, mientras que las exportaciones a China están aumentando, lo que hace que los defensores de la integración regional pierdan influencia política. La influencia económica cada vez más limitada de Estados Unidos en la región llevó a Michael Shifter, del Diálogo Interamericano, a acuñar el término ‘América Latina posamericana’, y Washington tendrá que aprender a trabajar con una región que ahora depende menos de ella que en cualquier momento de las últimas décadas”, señaló Oliver Stuenkel, profesor asociado de la Fundación Getulio Vargas, en Brasil, en una publicación del Council of Councils.  

A sabiendas de lo débil de su condición, Estados Unidos busca seducir con promesas de inversiones privadas y fondos públicos desde agencias como la USAID. Nada demasiado nuevo en el menú demócrata. Si hasta el nombre que escogió el presidente Joe Biden para congeniar con sus vecinos del Sur y transmitir la idea de un pacto largoplacista a través de la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas trae consigo un eco de la vieja Alianza para el Progreso que pretendió tejer otro presidente del mismo partido, John F. Kennedy, en los años ‘60s. Como ahora, también la hegemonía de Washington se veía confrontada entonces —por el fuego de las revoluciones— y los golpes de Estado se impusieron como el peor de los desenlaces para el continente. 

Hoy Estados Unidos solo piensa en empujar a China fuera de America. Lo dijo sin decirlo el propio Biden ante los empresarios de la Cuarta Cumbre de CEOS de las Américas, previo al desembarco de los líderes continentales en Los Ángeles. “Tenemos todo lo que necesitamos aquí mismo en el Hemisferio Occidental, no solo para orientarnos hacia un futuro más próspero, seguro y democrático, sino también la capacidad de lograrlo. Y todos ustedes son esenciales para asegurarnos de que lleguemos a este lugar al que tenemos que llegar”, alentó. El estadounidense añadió que era la única forma de “ayudar a mitigar riesgos, protegerse contra prácticas injustas y crear una demanda predecible”.  

Washington apela al sector privado para extender su influencia económica sobre una región en donde la inequidad se agrava desde hace generaciones y en muchos países ocurre bajo la paradójica calificación de los “ingresos medios” que bloquean su acceso a recursos multilaterales. Una traba que muchos de los gobiernos como el de Argentina intentan sortear a través de su ingreso a la plataforma de proyección china de La Ruta y la Franja. “Podemos cambiar eso y ayudar a los gobiernos a hacer que la vida sea mejor, más fácil y más justa para sus pueblos mediante el uso de instituciones financieras multinacionales hemisféricas para modernizar y movilizar mayores niveles de inversión privada y crear empleos bien remunerados”, prometió Biden.  

La herramienta que Estados Unidos busca activar es el brazo de préstamos para el sector privado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID Invest) con énfasis en la conectividad digital, las energías renovables y la salud. Las telecomunicaciones, donde la batalla por el futuro ya se libra entre China y los Estados Unidos, no estuvieron ausentes en los debates. “Debemos facilitar que los países de América Latina y el Caribe desarrollen su infraestructura 5G sin tener que elegir entre invertir en su futuro digital o en su estructura de energía renovable, para poder hacer ambas cosas”, advirtió el demócrata. Y sin necesidad de abrirle la puerta a socios extra-continentales, se podría decir. 

Haz lo que yo digo 

“Creo que esta cumbre termina exacerbando las contradicciones entre la Casa Blanca y el Departamento de Estado respecto a sus visiones en la región, más allá de que el deep state mantenga su perspectiva bien clara sobre temas como Cuba y Venezuela. Y todo esto va a desembocar en las elecciones de noviembre de 2022 en la que se enfrentarán republicanos y demócratas”, señala desde México a El Destape el analista político Katu Arkonada. Y añade: “Sobre América latina no creo que haya pasos significativos, no va a quedar nada más allá de la declaración de principios y reforzar el control sobre algunas cancillerías. Más allá de eso, nada” 

En las laterales de la Cumbre de las Américas, tanto Biden como su vice, Kamala Harris, recibieron a los líderes de la Comunidad del Caribe (Caricom) y la República Dominicana como parte de la estrategia de acercamiento que inició en abril pasado bajo una agenda que incluye el desarrollo de infraestructura de energía renovable y reforzar la resiliencia de la región frente a los desastres socio-climáticos. Con un 67% de su población experimentando inseguridad alimentaria en un grado moderado o severo, la invitación de Estados Unidos a acercar posiciones comprende la promesa de un desembolso de 28 millones de dólares en línea con su Declaración de Los Ángeles sobre migración y protección, quizás el único documento donde el anfitrión logró cierta unidad: lo firmaron 20 de las 35 naciones americanas.  

No obstante, el compromiso para cerrar filas con el Caribe también abarcó un capítulo sobre tráfico de armas pequeñas y un “compromiso de promover y defender la democracia y el estado de derecho, consagrados en la Carta Democrática Interamericana” sobre la base de “valores, cultura, historia y lazos familiares compartidos”, consignó el comunicado oficial de la Casa Blanca. También la USAID informó que destinará 42 millones de dólares extra “para promover la libertad de expresión, contrarrestar la represión digital y defender otros espacios donde los ciudadanos participan en sus democracias” en Centroamérica. 

“Esta cumbre no es el principio ni el final de nuestros esfuerzos para hacer que la democracia funcione en el hemisferio. Más bien, es una oportunidad de interactuar con socios de toda la región sobre dónde podemos hacer más y mejor”, comentó el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, en un balance posterior a la Cumbre con la prensa de su país. “Venezuela, Cuba, Nicaragua estuvieron aquí en la cumbre. Me reuní con ellos. Me reuní con defensores de los derechos humanos. Me reuní con la sociedad civil de esos países. Y diría que son más representativos de la gente en esos respectivos países que sus gobiernos o regímenes actuales”, desafió luego de que Fernández, seguido por los líderes de Chile, Bahamas, Barbados y Antigua y Barbuda, resaltaran las exclusiones. 

Al ser cuestionado por el doble estándar de la política exterior estadounidense ante el carácter democrático de sus socios —desde el ASEAN a Arabia y Saudita y Egipto, por citar algunos—, Blinken respondió que lo que se pondera es una multiplicidad de intereses además de valores comunes. “El presidente Biden se comprometió a poner los derechos humanos y la democracia en el centro de nuestra política exterior. Lo es, pero eso no significa que sea la totalidad. Es un elemento crítico que buscamos, y siempre estamos tratando de evaluar en cualquier relación dada dónde creemos que podemos ser más efectivos, tanto para promover nuestros intereses como para hacerlo de una manera que sea consistente y avance nuestros valores al mismo tiempo. Eso simplemente va a diferir de un país a otro”, indicó. 

Más allá de sus críticas en público —antes, durante y después de la Cumbre— a Cuba, Venezuela y Nicaragua, la Casa Blanca flexibilizó algunos capítulos de las sanciones que bloquean a dos de ellos en los días previos al foro de Los Ángeles. En el caso de la isla, levantó los vetos a los vuelos hacia La Habana y el envío de remesas que había fijado Donald Trump, alineado con los cubano-americanos de Florida y uno de sus principales gestores políticos, el senador Marco Rubio, ex rival del empresario en su campaña de 2016. Por ahora, no obstante, siguen canceladas las relaciones diplomáticas a nivel de embajadores que se había alcanzado en 2015, al final del mandato de Barack Obama. 

Asimismo, y mientras sus funcionarios repetían a la prensa que reconocían Juan Guaidó como titular de la Asamblea Nacional elegida democráticamente en ese país, emisarios de alto nivel de Biden aterrizaron en Caracas para retomar el diálogo directo con Nicolás Maduro. Horas antes del inicio de la Cumbre de las Américas descongelaron la opción de comercializar con el petróleo bolivariano, licencias que manejan empresas europeas y la propia Chevron, si bien solo las primeras retomaron la actividad por ahora. 

Un día después del final de la Cumbre, el debate en California sobre un Plan de Acción sobre Gobernabilidad Democrática provocó la reacción vía Twitter del canciller cubano, Bruno Rodríguez. Lo tachó de “desbalanceado y sesgado” porque “desconoce la diversidad y pluralidad política y social de nuestra región” y añadió que tanto las Naciones Unidas como Celac reconocen que “no existe un único modelo de democracia y debe respetarse el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural”. Luego, en un tercer posteo aludiendo directamente a Blinken, el funcionario de Cuba le remarcó que la Cumbre “dio muestras claras a su gobierno sobre el rechazo continental a intentos de definir la democracia y determinar quiénes son los representantes genuinos de los países de América”. 

Fragmentación 

Eduardo Lucita, miembro del colectivo EDI (Economista de Izquierda) advierte en un reciente artículo de su autoría sobre el riesgo que el mundo se dirija hacia una “globalización fragmentada” en diversos bloques geopolíticos. Uno de ellos estaría encarnado por Estados Unidos, el Reino Unido y Europa, con la posibilidad de incorporar a Australia. El otro estaría formado por China y el sudeste asiático y aquí la incógnita es si Rusia —según cómo emerja de la guerra en Ucrania— terminaría acoplándose y en qué condición. India, una potencia emergente en crecimiento, funcionaría como bisagra y vale añadir que África, hace tiempo, ha sido conquistada por China. Dónde se ubicarían el Caribe y América latina es la cuestión. 

“Creo que la apuesta ahora es qué va a pasar con la Celac: México la mantuvo viva durante la pandemia y ahora le toca Argentina relanzarla y ver qué propuestas salen de ahí de cara a la próxima cumbre. Y allí hay que ver cómo se reconfigura la interacción latinoamericana y caribeña ya que es el principal camino por donde ese vínculo puede pasar —asevera Arkonada—. En este sentido, lo que suceda en Brasil en las elecciones es gravitante ya que constituiría un paso fundamental para reforzar las políticas de este eje progresista.” En la próxima cita de este bloque, a la que Fernández invitó a Biden, debería definirse también el pase de mando: las posibilidades van desde Bolivia a Chile, aunque el Caribe pide pista. 

Para la Casa Blanca, Latinoamérica y el Caribe son solo un campo más de juego. En simultáneo con los sucesos en Los Ángeles, Washington participaba en el extremo opuesto del mapa de la reunión trilateral de los responsables de Defensa de Estados Unidos, Japón y Australia porque la disputa con China no se libra solo en la vecindad de la potencia norteamericana pero también en la de su rival en Asia. “Los Ministros se oponen enérgicamente a cualquier acción unilateral desestabilizadora o coercitiva que pretenda alterar el statu quo y aumentar las tensiones en la zona”, sostuvieron el viceprimer ministro y titular de Defensa de Australia, Richard Marles, el responsable de Defensa de Japón, Kishi Nobuo, y el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin III, en Singapur durante el 19º Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) Asia Cumbre de Seguridad (Diálogo Shangri-La 2022). 

El comunicado final, a tono con las intervenciones de los funcionarios en Los Ángeles, también habla de “tomar medidas concretas y prácticas para garantizar la seguridad, la estabilidad y la prosperidad”. ¿Frente a quién? Rusia, Corea del Norte y China, esta última con mayor espacio en sus párrafos, figuran en el documento como los factores desestabilizantes al listar “el entorno de seguridad cada vez más severo en el Mar de China Oriental, que socava la paz y la estabilidad regionales”, “la situación en el Mar Meridional de China” y el “intento unilateral de cambiar o influir en el statu quo mediante la militarización de elementos en disputa y acciones coercitivas o intimidatorias”.  

También se mencionan “los reclamos y actividades marítimos ilegales de China en el Mar de China Meridional que son incompatibles con el derecho internacional” y la necesidad de preservar “la paz y la estabilidad a través del Estrecho de Taiwán”. Una prueba contundente de la verdadera preocupación de la potencia global.