La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, dijo el lunes que se levantarán las restricciones nacionales contra el coronavirus, incluso en la ciudad más grande, Auckland, mientras el país se recupera de un brote de la variante delta.
Nueva Zelanda había permanecido prácticamente libre del virus, salvo un pequeño grupo de casos en febrero, hasta que un viajero infectado procedente de Australia sembró un brote que llevó a Ardern a imponer el confinamiento nacional la semana pasada.
Ardern, que dijo que las restricciones se relajarían fuera de Auckland a partir del miércoles, sigue aplicando una estrategia de erradicación de la enfermedad.
"Estamos a la vista de la eliminación, pero no podemos bajar la guardia", dijo Ardern en una conferencia de prensa televisada. "Día a día estamos haciendo muy buenos progresos. Lo que no quiero es avanzar demasiado rápido y luego ver un resurgimiento"
Alrededor de 1,7 millones de personas en el área metropolitana de Auckland, el epicentro del brote, permanecerán en un confinamiento de nivel 4 hasta al menos el 14 de septiembre.
La reducción del estado de alerta del nivel 3 al nivel 2 en el resto del país permitirá la reapertura de escuelas, oficinas y negocios. También se permitirán los viajes regionales.
Se seguirá exigiendo el uso de mascarillas en la mayoría de los lugares públicos, incluidas las tiendas y los centros comerciales. Los locales de hostelería de interior estarán limitados a 50 personas y los de exterior a 100.
Los nuevos casos diarios en el brote actual han descendido de un máximo de 85 el 29 de agosto a 20 el lunes.
El brote actual es responsable de 821 del total de 3.400 casos de COVID-19 en el país desde el inicio de la pandemia. Se han registrado 27 muertes.
Los duros confinamientos de Ardern y el cierre de las fronteras internacionales ayudaron a frenar el COVID-19, pero el Gobierno neozelandés se enfrenta ahora a cuestiones relacionadas con el retraso en la distribución de las vacunas y el aumento de los costes en un país que depende en gran medida de la mano de obra inmigrante.
Apenas un 30% de los 5,1 millones de habitantes del país ha sido vacunado en su totalidad, el ritmo más lento entre las naciones ricas del grupo de la OCDE.
Con información de Reuters