El domingo 3 de abril pasado será recordado como el día en que hubo uno de los pronunciamientos antidemocráticos más importantes de la historia de Brasil, desde 1964, año en que el país finalmente entró en dictadura. Seguidores de Jair Bolsonaro, instigados en las redes sociales con propaganda neofascista, con fake news y hasta con mensajes mesiánicos que equiparan a Bolsonaro con Jesús, se reunieron una vez más en frente al Palacio da Alvorada para pedir por una intervención militar que de el poder total al presidente.
O sea, lo que el Bolsonarismo quiere (lo que siempre quiso) es que Bolsonaro se torne un dictador de Brasil con el apoyo de las fuerzas armadas y de los grandes empresarios del país. Todas las investigaciones revelan que estas manifestaciones son organizadas por el propio Bolsonaro, por sus hijos dentro del “Gabinete del Odio”, una estructura fantasma creada dentro de la casa de gobierno que se sustenta con fondos públicos y administrada por el hijo del presidente, el concejal Carlos Bolsonaro
Las proclamas fueron de intervención militar, combate al comunismo, alineamiento total con Estados Unidos (inclusive fueron exhibidas banderas de USA y de Israel junto a la bandera de Brasil) y el cierre del Supremo Tribunal de Justicia. Golpe de estado, en resumen. Bolsonaro, sus seguidores y sus aliados se manifestaron públicamente a favor de un golpe militar.
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Aprovechando la ocasión, en un transmisión en vivo en su canal, Bolsonaro también pronunció un breve discurso en el que defendió el fin de la cuarentena contra el coronavirus y atacó a los gobernadores por sus medidas para promover el aislamiento social. "Desafortunadamente, muchos se infectarán y perderán la vida, pero es una realidad", dijo y continuó: "Tenemos a las Fuerzas Armadas del lado del pueblo, por ley, por orden, por democracia, por libertad".
“No más interferencias. No admitiremos más interferencias. Se terminó la paciencia", dijo, en una referencia probable. la suspensión, por parte del Tribunal Supremo Federal (STF), del nombramiento de su nominado Alexandre Ramagem como jefe de la Policía Federal.
“Le pido a Dios que no tengamos problemas esta semana. Llegamos al límite, ya no se habla, de ahora en adelante, no solo exigiremos, haremos cumplir la Constitución, se cumplirá a cualquier precio ", concluyó.
Preocupación internacional
Brasil se ha convertido en uno de los principales motivos de preocupación mundial ante la pandemia. Datos publicados el domingo por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades en Europa indican que el país ya es el cuarto con el mayor número de casos registrados por covid-19 en los últimos 14 días. A todo esto, la OMS señala que Brasil ya ha registrado el cuarto mayor número de muertes en el mundo en 24 horas, considerando los números entre el sábado y el domingo.
En las organizaciones internacionales, la gestión de crisis en Brasil, los escándalos políticos y el negacionismo se consideran agravantes, en una situación sin precedentes.Todo indica que la pandemia se saldrá de control y afectará a los países vecinos. Preocupado por su imagen que ya está profundamente erosionada en el mundo, el Ministerio de Relaciones Exteriores ya ha comenzado una campaña detrás de escena, enviando cartas a las entidades y a la propia OMS, refutando las críticas e indicando lo que se ha hecho en el país.
Luego del escándalo por los incendios en la Amazonia, el negacionismo de Bolsonaro y sus ministros y los enfrentamientos de todos ellos con todos los organismos internacionales para la protección del medio ambiente, la increíble irresponsabilidad que el gobierno de Jair viene mostrando a la hora de lidiar con el Covid-19 ya se considera una “cuestión internacional” para varios países y organismos del mundo.
Los países que hasta ahora tenían los números más altos, como España e Italia, comenzaron a registrar un volumen inferior al de Brasil en las últimas dos semanas. En el caso italiano, hubo 33 mil casos nuevos en los últimos 14 días. España registró la mitad de los casos que Brasil. En total, estos países aparecen con un mayor número de casos que Brasil.
Crisis Institucional y un llamado más al golpe de estado
El presidente Jair Bolsonaro convocó a una reunión el sábado pasado (2), en el Palacio de Alvorada, con generales que ocupan cargos en su gobierno y con los generales de la cumbre de las Fuerzas Armadas.
Durante la reunión, Bolsonaro se quejó de las últimas decisiones de los ministros del Tribunal Supremo Federal (STF), como el mandato de Alexandre de Moraes en el caso de Alexandre Ramagem; Luís Roberto Barroso en el caso de los diplomáticos venezolanos; y Celso de Mello en la abreviatura de la fecha límite para que Sergio Moro testifique en la investigación que se está llevando a cabo en la Corte.
Según la versión de generales presentes, Bolsonaro se queja de que "no puede nombrar a nadie" porque la Corte Suprema lo impide y, a pesar de decir que "no hay salida a la Constitución", el presidente levantó su tono en desafío y exigió lo que él llama el "equilibrio" del poder judicial.
El discurso de Bolsonaro en la reunión del sábado se hizo eco al día siguiente, en la manifestación antidemocrática que contó con su participación en Brasilia. Sin embargo, las tres principales fuerzas armadas se enojaron por el discurso del presidente en la manifestación, cuando dijo que las fuerzas estaban con él.
Los generales que asistieron a la reunión fueron unánimes al confirmar que no hubo respaldo a la cumbre militar en la reunión cuando Bolsonaro criticó al STF y a Sergio Moro.
Repiten que recibieron una citación el sábado en el Palacio de Alvorada. Por esta razón, asistieron, pero se sienten incómodos con el "uso político" de Bolsonaro de su imagen durante la manifestación. Los generales tienen a Moro como símbolo en la lucha contra la corrupción y quieren distanciarse de la lucha del ex ministro con el presidente.
Bolsonaro intenta crear un ambiente de "nosotros contra ellos", para tratar de convencer al STF de que las Fuerzas Armadas lo apoyan en la lucha con Moro.
Escándalo con el ex-ministro Sergio Moro
Este último sábado 2 de Mayo, el ex ministro Sergio Moro entró y salió de la sede de la Policía Federal en Curitiba, por la puerta trasera, en un convoy de automóviles, lejos de los periodistas. Dió testimonio durante ocho (8) horas en una sala grande, debido al coronavirus. Todos usaron máscaras y se mantuvieron alejados, siguiendo las recomendaciones de las autoridades de salud.
Moro anunció su salida del gobierno en un comunicado el 24 de abril, en el que hizo un balance de su trabajo al frente de la cartera y recordó que, cuando aceptó asumir el ministerio, el presidente garantizó que tendría carta blanca.
El detonante de la decisión de irse fue la confirmación de la renuncia del director general del PF, Maurício Valeixo. "Dije que sería una interferencia política y Bolsonaro dijo que sí". En su discurso, Moro reveló que Bolsonaro varias veces intentó interferir con la Policía Federal. Según Moro, el presidente solicitó acceso a investigaciones confidenciales y está "preocupado por las investigaciones en curso en el Tribunal Federal Supremo (STF)".
La crisis es brasileña
La crisis en Brasil tiene dimensiones todavía no cuantificadas. La total indiferencia de Bolsonaro ante las muertes y los contagios de sus compatriotas hacen que el gigante sudamericano sea el que menos realiza testes en todo el mundo y el que menos se prepara para el pico de la pandemia. Se estima que todos los números precisan ser multiplicados por 10 para que se correspondan con la realidad del país.
Como si esto fuera poco, Bolsonaro genera crisis institucionales con todos los órganos de la democracia brasileña. La comunidad internacional y sobre todo los países vecinos ven cada vez más a Brasil como una amenaza futura, caso la pandemia estalle y alcance número todavía mayores que los de USA. “Esta semana será decisiva” declaró Bolsonaro durante las manifestacionas que pedían por un golpe de estado. Será decisiva ¿para qué? Es la gran pregunta.