(Por Virginia Solana).- Una nueva Conferencia de las Partes (COP27) sobre el cambio climático comenzará mañana en la ciudad balnearia de Sharm el Sheij, Egipto, con el desafío de transformar en acción y en compromisos concretos las promesas de reducción de emisiones y de financiamiento de daños y pérdidas a los países en desarrollo.
La conferencia anterior, en Glasgow, Reino Unido, en 2021, no estuvo a la altura de las expectativas en ninguno de los aspectos principales.
Se esperaba un compromiso firme de los participantes para bajar a cero las emisiones de dióxido de carbono para 2050, una meta pensada para limitar el calentamiento global a entre 1,5º y 2º para fin de este siglo en relación a la era preindustrial, tal como se acordó en la icónica COP21 de París, en 2015.
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Para ello era necesario reducir un 45% de las emisiones de aquí a 2030, con respecto a 2010.
Sin embargo, los acuerdos firmados conducen a un aumento de la temperatura promedio de entre 2,4º y 2,6º, según un informe de la ONU publicado hace dos semanas.
El otro punto que quedó pendiente es el financiamiento de 100.000 millones de dólares anuales que los países desarrollados y por ende los que más contaminan se comprometieron a aportar para los países en desarrollo para mitigación y adaptación durante cinco años desde 2020.
Y en este punto hay dos problemas: por un lado, que el dinero para la conversión verde, que estaba previsto que se canalice a través de préstamos, subvenciones y transferencias directas, nunca llegó; y por el otro, que los países en vías de desarrollo quieren más bien un aporte para la creación de un fondo para "pérdidas y daños", un especie de seguro que compense a las naciones más vulnerables al clima por los daños causados por unas emisiones que no crearon.
En este punto, el papel en la COP27 de África y América Latina, el sur global, puede ser clave para presionar en ese sentido.
"La COP27 tiene una particularidad, y es que ocurre en África, y eso pone de manifiesto la importancia de poner en el centro cómo hoy día los países y las comunidades más vulnerables se están viendo afectadas por el cambio climático, en un contexto donde ellos no han sido los responsables de esta crisis", subrayó en diálogo con Télam Estefanía González, coordinadora de campañas de Greenpeace.
En ese sentido, destacó que el lugar elegido para la cita pone la vista sobre la necesidad de que los países desarrollados no solo cumplan con los compromisos financieros asumidos sino que además los aumenten para que los países que están sufriendo las pérdidas y daños puedan enfrentar el cambio climático.
Los compromisos en materia de pérdidas y daños han sido los grandes ausentes durante mucho tiempo, pero ahora están en el centro de la agenda de la COP27.
"Acá la petición es bastante clara. Tiene que haber un mecanismo financiero que asegure que pueda llegar financiamiento a los países que ya están sufriendo las pérdidas y los daños producto del cambio climático", afirmó la experta chilena González antes de viajar a Egipto para participar de la conferencia.
Sin embargo, mientras Egipto y los activistas climáticos esperan que sea la COP africana, es probable que la crisis energética que afecta a Europa por la guerra en Ucrania acapare la atención y las negociaciones.
Por otro lado, también hay una deuda pendiente en materia de mitigación, es decir las medidas que se pueden tomar para contrarrestar los impactos ambientales.
Las metas climáticas de los países, las llamadas Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés), todavía no son suficientes para poder mantener el aumento de la temperatura del planeta en 1,5º para fines de siglo.
En la COP26, los firmantes del acuerdo se comprometieron a revisar sus compromisos todos los años, en lugar de cada cinco, como lo venían haciendo.
Sin embargo, apenas 24 de los 90 firmantes presentaron sus NDC nuevas o revisadas a tiempo para la COP27.
Y está claro que para 2030 las emisiones serán mayores que las de 2010.
El último informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma ) señala que las políticas actualmente en vigor apuntan a un incremento de la temperatura de 2,8 ° a fines de siglo, mientras que la ejecución de los compromisos actuales reducirá únicamente este incremento en la temperatura a un máximo de 2,4 °C a 2,6 °C.
"Cuando se negoció en París, 2,6º era una catástrofe de proporciones inimaginables. Y ahora, de buenas a primeras se dice que vamos hacia 2,6º de mínima sin más y todo el mundo lo acepta", se espantó la activista argentina Flavia Broffoni.
A esta altura, la conferencia del clima es como "la píldora azul de Matrix", dijo Broffoni, un placebo para mantener la conversación alrededor de la catástrofe en un nivel en donde todo el mundo sigue la inercia del sistema creyendo que alguien está trabajando para salvar el planeta.
"Lo que debería estar sucediendo es una rebelión ciudadana masiva, simultánea en todo el mundo. La ciencia dice que en menos de 30 años, las tres cuartas partes de la tierra van a estar en sequía permanente", agregó en diálogo con Télam la especialista en relaciones internacionales, cambio climático y desarrollo regenerativo.
Si bien en cada una de las conferencias climáticas se han firmado acuerdos para reducir la contaminación, ninguno ha sido vinculante.
"Hay una enorme pregunta que no nos estamos haciendo, que es si (conviene) seguir apostando a estos mecanismos de negociación no vinculantes", planteó Broffoni.
"Todos los países que son parte del Acuerdo de París incumplen sus compromisos. No hay ninguno que esté en la trayectoria de sus NDC", subrayó la integrante del Movimiento Extinción Rebelión Argentina (XR), quien dejó de participar en estas instancias por la "disociación atroz" que existe entre las "certezas científicas y las negociaciones diplomáticas".
Frente a este escenario, el activismo verde llega esta año con un reclamo de "justicia climática": mecanismos democráticos de participación ciudadana directa y vinculante para que la transición sea más justa de lo que va a ser las decisiones las toman solamente los sectores de poder.
La COP27, que se celebrará entre el 6 y el 18 de noviembre, incluirá el lunes una reunión cumbre a la que asistirán unos 125 mandatarios del mundo, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el de Brasil, Jair Bolsonaro.
El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció que tiene intención de viajar, en respuesta a la invitación de la presidencia egipcia de la COP27, aunque no participará del foro de líderes, que queda reservado para los líderes en ejercicio.
Las ausencias más destacadas son la del presidente ruso, Vladimir Putin, y el chino, Xi Jinping, cuyos países son dos de los principales contaminadores del planeta, junto con Estados Unidos, la Unión Europea, India y Japón.
Con información de Télam