Ni teatro ni guerra mundial: lo que se sabe del ataque de Irán a Israel y el escenario que abre

La República Islámica lanzó cientos de drones y misiles contra territorio israelí por primera vez en la historia. Dijo que lo hizo en respuesta al ataque israelí contra su embajada en Damasco. Las fuerzas israelíes anunciaron que repelieron el 99% del ataque. No se conocen víctimas ni daños materiales importantes por ahora. 

14 de abril, 2024 | 11.32

El sábado a la noche, Irán lanzó alrededor de 300 drones (aviones no tripulados) y misiles contra Israel. Lo informó cuando las naves y los misiles estaban en pleno vuelo. Recién estaban sobre espacio aéreo iraquí (limítrofe con Irán) cuando Jordania, el propio Irak, Líbano e Israel ya anunciaban el cierre de su espacio aéreo, y Reino Unido y Estados Unidos repudiaban el ataque y movilizaban sus fuerzas aéreas en la región para sumarse a la defensa israelí. Incluso, en ese mismo momento, la delegación diplomática iraní ante la ONU en Nueva York ya daba por terminado el ataque, al que calificó como "legítima defensa" por el bombardeo israelí contra su consulado en Damasco, Siria, que mató a 11 personas, entre ellas siete comandantes militares iraníes hace dos semanas.

Lejos de querer generar cualquier especulación, este domingo, el canciller iraní Hossein Amir-Abdollahian se reunió a un grupo de embajadores extranjeros en Teherán y les comunicó que el histórico ataque había sido informado tres días antes a sus vecinos. "Alrededor de 72 horas antes de nuestras operaciones, le informamos a nuestros amigos y vecinos en la región que la respuesta de Irán contra Israel sería certera, legítima e irrevocable", dijo, poco después, en una conferencia de prensa y dejó en claro el primer dato inequívoco de este complejo escenario político-militar: Irán quiso que todo Medio Oriente -y eso incluye a las potencias con fuerte presencia militar allí como Estados Unidos- supiera y se preparara para su ataque. 

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Certezas y dudas

Militarmente, un ataque anunciado con tanta antelación frente a un enemigo que posee uno de los mejores sistemas de defensa anti aérea del mundo tiene una consecuencia inmediata evidente: el daño humano y material será mínimo. Este domingo, Israel también despejó cualquier especulación en ese sentido: "Junto con una coalición defensiva de socios internacionales, logramos interceptar con éxito el 99% de las amenazas aéreas lanzadas por Irán", informó a través de sus redes las IDF, las fuerzas armadas de Israel. Las alarmas sonaron en todo Israel, pero solo se informó de un impacto en una base militar en el desierto de Negev, en el sur.

No obstante, la tensión se mantiene en su máximo nivel. Mientras las autoridades de Israel destacaron que este ataque iraní demostraba que esta potencia regional "representa una amenaza internacional", el comandante de la Guardia Revolucionaria, el máximo cuerpo militar de élite de Irán, Hossein Salami, lanzó una advertencia ante lo que muchos esperan sea una inminente respuesta israelí: "Esta operación podría haber sido una operación de gran escala, sin embargo, limitamos su alcance a la parte de las capacidades que el régimen sionista (en referencia al Estado de Israel) utilizó para atacar la embajada de la República Islámica de Irán y convertir en mártires a los comandantes".

La puesta en escena del sábado pareció tener algunas similitudes con la respuesta militar de Irán al asesinato de uno de sus máximos comandantes militares Qassem Soleimani en un bombardeo estadounidense contra el aeropuerto de Bagdad, la capital de Irak, a principios de 2020. En aquel momento, tras dos semanas de amenazas públicas, una milicia iraquí apoyada por la República Islámica atacó una base con presencia norteamericana en el oeste de Irak. Hubo algunos militares heridos y, aunque renacieron los temores de una nueva guerra regional, nada de ello sucedió. 

Sin embargo, hay varias diferencias con 2020: 1. El gobierno que debía responder al ataque iraní era el de Estados Unidos, por entonces gobernado por Donald Trump, un líder no muy interesado en empantanarse en guerras lejanas; 2. Fue una agresión entre proxys: una milicia pro iraní contra una base iraquí; 3. El mundo estaba entrando en la pandemia de Covid-19 y pronto las prioridades de todos los gobiernos del mundo cambiarían radicalmente. 

Hoy, en cambio, la gran incógnita es cómo responderá el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, un dirigente que insistentemente intentó regionalizar su ofensiva masiva en la Franja de Gaza (para así evitar la imagen de un conflicto colonial, cuya base es la ocupación militar de 57 años a ese y otros territorios palestinos), abriendo un frente en el norte de su país, lindante al sur del Líbano, con la milicia y partido político Hezbollah, y hace dos semanas, con el bombardeo al consulado iraní en Damasco, Siria.

Según denunció el Gobierno de Gaza, en manos del grupo extremista Hamas, en las últimas 24 horas, las fuerzas israelíes mataron a 43 civiles palestinos, lo que acerca el número total de muertos desde el inicio de la ofensiva -hace seis meses, el mismo día del masivo ataque de Hamas a Israel- a casi 34.000 personas, además de más de 76.000 heridos, miles de desaparecidos y más del 85% de la población desplazada fuera de su casa y sumida en una crisis humanitaria, según las agencias de la ONU.

Además, lo inédito de esta escalada regional es que no fue un ataque entre proxys. Irán decidió responder con un bombardeo directo a Israel. Y dado que Israel no suele reconocer sus ataques a terceros países, como el que golpeó a Damasco hace dos semanas, podría presentar esta agresión de Irán como injustificada y, por ende, causal para una represalia, esta vez sí, directa.

El comité de crisis del Gobierno israelí le otorgó a Netanyahu, en una votación divida, el poder de decidir cómo responderán al ataque de drones y misiles del sábado. Versiones periodísticas ya advertían el sábado por la noche que el Gobierno estadounidense de Joe Biden, quien participó activamente de la defensa de Israel anoche, le aclaró también que no apoyaba una escalada mayor contra Irán.

Es un secreto a voces ya que el líder norteamericano no tiene una buena relación con su par israelí, al que varias veces acusó -a través de versiones en off en la prensa estadounidense- de inflamar con sus decisiones las tensiones en Medio Oriente. Prueba de ello es que hace tres semanas, Washington decidió por primera vez en este conflicto abstenerse en el Consejo de Seguridad de la ONU y permitir que se aprobara una resolución que exigió un alto el fuego inmediato en Gaza. Israel lo ignoró, pero la tensión con la Casa Blanca quedó al desnudo (como también la falta de voluntad política de esas mismas potencias de imponer sanciones a Israel por ignorar la resolución vinculante de Naciones Unidas). 

A diferencia de 2020, el mundo actual no solo no está entrando en una nueva pandemia que paralice todo el planeta, sino que por el contrario las tensiones globales no paran de crecer. La polarización Estados Unidos-China nunca fue tan explícita -como lo vemos todos los días incluso en países periféricos como Argentina-, Rusia se siente empoderada tras dos años de invasión y guerra en Ucrania (y de sobrevivir la lluvia de sanciones económicas y financieras de las potencias occidentales) al punto que el sábado le advirtió a Washington que apoyaría militarmente a Irán si la Casa Blanca decidía atacar a Teherán; y el Gobierno de Biden, que eligió profundizar la atención y la confrontación con Beijing por sobre otras regiones del mundo, ya está inmerso en un año electoral que no pinta nada fácil con un Trump envalentonado y muy crítico de su política exterior. 

Finalmente, parece haber otra diferencia, aunque en este caso se trata solo de una interpretación, no una certeza. En 2020, el ataque de Irán no forzó el despliegue masivo de defensa de Estados Unidos en la región. Además, de no provocar grandes daños, el ataque fue quirúrgico, muy localizado y no incluyó distintos frentes. Esta vez, aunque la República Islámica se ocupó de avisar con tiempo y no utilizó todas sus capacidades militares -las conocidas y las que sus rivales temen que posea en secreto-, sí buscó provocar una respuesta militar no solo de Israel, sino de casi todos sus aliados en la región. Desplegaron todas sus capacidades defensivas y su poderío y sus alianzas quedaron al desnudo.

Esto puede ser leído como una táctica política de corto plazo para polarizar aún más Medio Oriente o una estrategia militar a largo plazo a partir de la cual Teherán pueda diseñar una verdadera ofensiva masiva con capacidad de sortear la capacidad defensiva demostrada el sábado por la noche. Es aún muy temprano para saberlo. Lo que sí es seguro es que el anuncio del ataque no lo vuelve una mera puesta en escena. Irán tomó una decisión este fin de semana y fue romper con la política de agresiones a través de países o milicias proxys que dominó las últimas décadas en la región y plantear una confrontación directa, Estado contra Estado, a Israel. Resta saber cómo responderá Netanyahu, pero todo indica que ninguno de sus aliados ni del resto de las potencias internacionales quiero una guerra regional o mucho menos mundial.