Destrucción, muerte y hambre: el castigo colectivo de Israel a más de dos millones de palestinos en la Franja de Gaza

Esta semana, se cumplieron 10 meses del ataque de Hamas contra Israel que mató a 1.139 israelíes, dejó 8.730 heridos y 240 secuestrados. También se cumplieron 10 meses de la represalia israelí que ya mató a casi 40.000 palestinos y dejó más de 91.000 heridos y más de 10.000 desaparecidos. La destrucción, la multiplicación de enfermedades y la hambruna forzada no tiene antecedentes en ese pequeño territorio del que nadie puede entrar o salir sin autorización de Israel.

11 de agosto, 2024 | 00.05

Hace más de diez meses que el Gobierno de Israel defiende su derecho a responder al ataque que lanzó el 7 de octubre el partido y milicia palestino Hamas contra Israel y que terminó con 1.139 israelíes, dejó 8.730 heridos y 240 secuestrados. Fue el peor golpe a la seguridad nacional desde la llamada Guerra de Yom Kippur en 1973 y las cruentas imágenes de esas horas de cacería humana y de las más de 110 personas que siguen bajo cautiverio se usaron para justificar lo que pasó después como una represalia. Pero la realidad de la Franja de Gaza hoy, tras diez meses de bombardeos e invasión militar, describe otra cosa, describe un castigo colectivo a toda una población civil a la que además se le niega cualquier escapatoria.

Los muertos palestinos se acercan a los 40.000, los heridos superan los 91.000 y los desaparecidos oscilan entre los 10.000 y los 20.000, según las fuentes; el 85% de las escuelas, el 60% de los edificios de viviendas, el 63% de la (poca) tierra cultivable, el 80% de los negocios están destruidos o dañados, apenas 16 de los 35 de los hospitales de la zona siguen operando parcialmente, el agua potable no alcanza ni a la mitad de lo que se debe consumir en una situación de emergencia y más del 50% de la población vive una crisis alimentaria, un 29% una emergencia y un 15% una "catástrofe".  

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"Una guerra contra los niños"

En todos los conflictos bélicos, los niños son el grupo social más vulnerable. En Gaza, los menores de 18 años representan casi la mitad de la población de 2,25 millones de personas y, por eso, el titular de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (Unrwa), Philippe Lazzarini, sentenció que "esta guerra es una guerra contra los niños". "Es una guerra contra la niñez y su futuro", aseguró en marzo, cuando ya estaba claro que las escuelas, los hospitales y todas las instalaciones utilizadas para refugiar a civiles desplazados de sus hogares no quedaban exceptuadas de los bombardeos y los ataques de las fuerzas israelíes. Bajo el argumento de que Hamas utiliza todos los edificios y túneles debajo de estos edificios como escondites, todo quedó habilitado por el Gobierno de Benjamín Netanyahu en estos 10 meses.

El jueves pasado, las fuerzas militares israelíes informaron que atacaron dos escuelas en la franja y argumentaron que adentro de ellas funcionaban centros de mandos de Hamas, desde donde se decidían ataques contra sus tropas. Pese a las críticas internacionales, el sábado volvió a hacerlo. Bombardeó una escuela que cientos de familias usaban como refugio. Según las autoridades de Gaza, alrededor de 100 personas murieron. Ya para abril pasado, la ONU había informado que los 650.000 estudiantes palestinos no iban más a clases y que alrededor del 90% de las escuelas del territorio estaban dañadas o destruidas. Además, ya no quedaba ninguna universidad en pie.

Para ese momento también, Unicef calculó que ya habían muerto más niños en la Franja de Gaza que en todas las guerras en el mundo entre 2019 y 2022 (incluído el primer año de la invasión rusa a Ucrania). Y en los últimos meses quedó claro: son los más afectados por la multiplicación de las enfermedades por las condiciones insalubres en las calles y los campamentos de desplazados que provoca la acumulación de basura y de agua podrida, la falta de agua potable y de atención médica adecuada, y el crecimiento exponencial de la desnutrición. En las últimas semanas, la ONU denunció que ya registró más de un millón de casos de infecciones respiratorias, medio millón de casos de diarrea severos, una epidemia de polio con efectos potencialmente mortales especialmente en los más chicos, más de 100.000 casos de hepatitis B y otros 40.000 de hepatitis A

Estos niños y adultos enfermos ya no son la prioridad en un sistema de salud que "está de rodillas", según describió el doctor británico Javid Abdelmoneim, tras volver de una misión de Médicos Sin Fronteras durante dos meses en el hospital Nasser de la Franja de Gaza. Los hospitales y centros de salud que aún siguen funcionando -porque no fueron destruidos del todo, se quedaron sin personal o sin electricidad- hace tiempo que no dan abasto para tratar a los heridos, que todos los días se amontonan en los caóticos pasillos, junto a sus seres queridos y a cientos de civiles que solo buscan un lugar seguro para pasar la noche. "El primer chico que vi fue una niña de tres años con todo el muslo pelado hasta el hueso. El último paciente que vi fue una niña que tuvimos que dejar morir. Estaba sola, no tenía familia, estaba respirando, tenía una herida en la cabeza, pero el sistema estaba sobrepasado. No teníamos suficiente sangre ni camas", relató Abdelmoneim a la cadena estadounidense ABC para ejemplificar que los chicos están dentro de los grupos más golpeados por la ofensiva israelí. 

Y no es el único que cuenta eso. "Hay un número terrible de niños en Gaza que están perdiendo sus miembros y sufren heridas potencialmente letales debido a armas explosivas", contó Alexandra Saeih, la jefa de política humanitaria de la organización Save The Children Internacional, en una entrevista reciente. El doctor norteamericano Ahmad Yousaf, un pediatra de Arkansas que trabajó como voluntario un tiempo de la organización internacional MedGlobal en el hospital de los Mártires de Al Aqsa en Gaza, recordó el momento que vivió tras una jornada de fuertes bombardeos: "Quedamos parados en medio de un piso lleno de niños que estaban entre muertos y a punto de morirse y nos dimos cuenta que no había nada que podíamos hacer." 

Sin escape

Desde antes del inicio de la ofensiva israelí que comenzó hace 10 meses, organizaciones humanitarias de todo el mundo ya advertían que la Franja de Gaza era uno de los territorios más densamente poblados del planeta, con gran parte de su infraestructura vital -agua, electricidad, matriz económica, etc.- destruida o gravemente dañada, y bajo un bloqueo militar por tierra, mar y aire que hacía imposible cualquier tipo de desarrollo humano excepto la supervivencia. 

Tras la victoria electoral de Hamas en 2006 y la guerra interna con Fatah -la otra facción palestina que controla la Autoridad Palestina, el único representante político de ese pueblo que la mayoría de la comunidad internacional reconoce- Israel, que había retirado sus colonias un año antes, impuso un bloqueo militar total para asfixiar al movimiento islamista y más combativo que había nacido en 1987, como producto de la ocupación militar que comenzó en 1967 y que, a los ojos de muchos palestinos, no solo corrompió a la dirigencia y la sociedad israelíes, sino al histórico liderazgo laico de Fatah, el partido de Yasser Arafat. 

Mientras Israel anexó sin el consentimiento del mundo Jerusalén este y avanzaba sin tregua en la colonización de Cisjordania (hoy más de medio millón de colonos israelíes viven en un sistema de apartheid con de 2,8 millones de palestinos), impuso una política de asfixia al tercer territorio internacionalmente reconocido como ocupado y parte del futuro Estado palestino con la connivencia egipcia, el otro país que comparte frontera con la Franja de Gaza.

En ese contexto, Hamas lanzó su ataque más sangriento contra Israel y en ese contexto Israel respondió con el peor castigo colectivo que haya sufrido hasta ahora la Franja de Gaza. No es nuevo que los palestinos gazatíes no puedan salir de ese territorio, pero sí fue nuevo que, tras 10 meses de destrucción masiva, decenas de miles de muertos y una hambruna que provoca más miedo que las propias bombas, ya no hay donde esconderse.

La ONU estimó el mes pasado que el 86% de la franja ya quedó bajo de orden de evacuación israelí. En otras palabras, las fuerzas armadas de Israel consideran que avisaron que pueden atacar en cualquier momento el 86% de un territorio que equivale a una Ciudad de Buenos Aires y media, y, por lo tanto, en el razonamiento del Gobierno de Netanyahu, si civiles palestinos deciden quedarse en esa parte y son heridos o mueren, no es su responsabilidad porque avisaron. 

Otra vez: el argumento humanitario del Gobierno de Israel es que los más de 2 millones de palestinos que la comunidad internacional ya decía que estaban hacinados en las ciudades y campos de refugiados en ese territorio de 360 kilómetros cuadrados ahora tienen la responsabilidad de buscar refugio -y subsistencia- en un 14% de esa tierra, si quieren sobrevivir

No hay inocentes

La falta de escapatoria se volvió aún más dramática cuando quedó claro que Israel puede acusar a cualquiera de ser un miembro, colaborador o cómplice de Hamas. El ejército israelí acusó sin pruebas a periodistas, médicos, trabajadores del servicio de emergencias de la Media Luna Roja y de la agencia de la ONU más importante en el terreno, la Unrwa. Con este argumento, fueron atacando de manera sistemática a profesionales claves para proteger a la población civil y denunciar las violaciones a los derechos humanos -y crímenes de guerra- en cualquier conflicto armado.

Según el Gobierno de la Franja de Gaza, en manos de Hamas, desde el 7 de octubre, murieron al menos 500 trabajadores de la salud y 165 periodistas. Además, la ONU ya denunció más de 190 fallecidos entre su personal. Esto tuvo efectos concretos: los médicos y enfermeros no dan abasto en los pocos hospitales que aún funcionan, cada vez hay menos imágenes, noticias y testimonios de lo que sucede dentro del territorio palestino (porque además Israel prohibe el ingreso de periodistas extranjeros) y los edificios de la ONU dejaron de ser un lugar seguro para los civiles que necesitan refugiarse de las bombas y los combates.

En julio pasado, el jefe de la oficina de la ONU para los territorios ocupados, Ajith Sunghay, alertó sobre el creciente "estado de anarquía" en el devastado territorio, luego que algunos convoyes de ayuda humanitaria que fueron autorizados a ingresar fueran saqueados por una multitud desesperada. "La población está exhausta y traumatizada (...) y la gente lucha por conseguir lo mínimo indispensable para la vida diaria", alertó y agregó: "Los continuos ataques de Israel, las normas administrativas impuestas por Israel que impiden la entrada y la entrega de productos básicos de uso diario, los rechazos de permisos, el ambiente hostil debido a la guerra y el colapso del orden civil plantean enormes desafíos para cualquier respuesta humanitaria significativa." 

En los últimos 10 meses, 1,7 millones de los 2,25 millones que viven en la franja tuvieron que abandonar sus hogares. Buscaron refugio en casas de familiares o amigos, que luego también tuvieron que escapar, o en edificios de la Unrwa. Pero esta agencia de las Naciones Unidas también quedó bajo la mira de Israel y fue sistemáticamente atacada. Los acusan de trabajar para Hamas y muchas potencias occidentales que hoy se dicen preocupadas por Gaza -como Estados Unidos y algunos de sus socios europeos- convalidaron esta teoría suspendiendo por meses la financiación a lo que es actualmente la única fuente de subsistencia de cientos de miles de palestinos. La Unrwa tiene 14.000 trabajadores en Gaza y suspendió de inmediato a la docena que Israel había acusado y comenzó una investigación interna. No alcanzó. Hace unas semanas, las fuerzas israelíes destruyeron la sede central de la Unrwa. 

Esta semana, la investigación de la ONU concluyó que nueve de los acusados "puede haber participado" del ataque del 7 de octubre y los despidió. El embajador israelí ante la ONU, Gilad Erdan, sin embargo, calificó a todo el proceso como "una vergüenza" y sostuvo que, según la información de inteligencia del Gobierno de Netanyahu, al menos 100 empleados de la Unrwa son "miembros de Hamas". 

No es el único obstáculo al trabajo humanitario. Desde el 7 de octubre, organizaciones de todo el mundo han denunciado que Israel no está otorgando o demora durante meses el visado necesario para que sus trabajadores ingresen a la Franja de Gaza. Lo mismo sucede con las toneladas de ayuda humanitaria que aún hoy se acumulan en la frontera con Egipto, pese a que la crisis alimentaria alcanzó niveles inéditos. La iniciativa internacional IPC hace un seguimiento de las peores crisis humanitarias en el mundo y clasifica los niveles de inseguridad alimentaria que sufre la población en cada una. En su último informe sobre la Franja de Gaza, calculó que a mediados de junio pasado, el 95% de la población está al menos en una crisis: el 51% sufre una crisis alimentaria, un 29% una emergencia alimentaria y un 15% una catástrofe alimentaria. Esto último es la antesala a una hambruna.

La iniciativa también hizo una proyección para finales de septiembre en caso de que nada cambie sustancialmente, un escenario más que probable si Estados Unidos, Egipto y Qatar -los tres mediadores internacionales- siguen sin convencer a Israel y Hamas de acordar una tregua inmediata y estable, como volvieron a exigir el jueves pasado. En ese escenario, el 96% de la población ya está afectado: el 41% sufrirá una crisis alimentaria, un 33% estará en un nivel de emergencia y un 22% se hundirá en "una catástrofe alimentaria". Esto significa que, cuando se cumpla un año del ataque de Hamas contra Israel y del inicio de su castigo colectivo a la Franja de Gaza, casi medio millón de palestinos estarán a un paso de una hambruna forzada por las armas.