Desde el estallido social en octubre 2019 en Chile todo se mueve a un ritmo inesperado y desconcertante. Pruebas al canto. ¿Quién hubiera dicho hace apenas un año que Gabriel Boric y José Antonio kast se disputarían la presidencia? Más aún, después del triunfo de Kast en la primera vuelta del 21 de noviembre muchos se apresuraron a sentenciar que el período de lucha social comenzado en octubre se cerraba. Se equivocaron. No comprendieron que octubre 2019 (el “octubrismo”) es una continuidad de las luchas universitarias de 2011 que tuvieron un gran respaldo ciudadano mientras gobernaba Sebastián Piñera. También, en cierta medida, de la lucha de las y los estudiantes de los colegios secundarios (los famosos “pinguinos”) que en 2006 le exigieron reformas educativas a Michelle Bachelet. Y de una serie de luchas sociales que se fueron articulando con el tiempo, como el reclamo “No + AFP” los famosos fondos de pensión privados.
En todos los casos fueron contra las dos grandes coaliciones que gobernaron desde la muerte de Pinochet. Por un lado, lo que se puede definir como “centroizquierda”, representado por Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. Por el otro, la derecha, con los dos mandatos de Sebastián Piñera.
Esta generación de jóvenes se plantó contra la generación de la denominada “transición”, la que no desmanteló la estructura política, económica y social que se construyó durante los 17 años de dictadura (1973-1990). Si bien es cierto que se modificaron varios artículos de la constitución elaborada a pedido de Pinochet, no hubo voluntad política para dar vuelta la página de manera radical, a sabiendas de que la dictadura fue mucho más que torturas, desapariciones y asesinatos, fue un modelo.
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Tal vez pensaron que, con el tiempo, la etapa más terrible de la historia chilena iría quedando en el olvido, como si solo se tratara de que cicatrizaran las heridas de la represión. Hasta que llegó octubre de 2019 y se impuso la consigna “no son 30 pesos, son 30 años”. Millones de personas salieron a las calles para decirles que se había acabado el tiempo y se necesitaba un cambio de timón para enterrar definitivamente la constitución elaborada durante la dictadura. En el marco de octubre, apenas cinco meses después -el 8 de marzo de 2020- las calles de todo el país se llenaron de mujeres clamando por derribar el sistema patriarcal. Otro ladrillo en el muro del modelo.
Seguramente el establishment político y mediático consideró que también estas protestas, como las de 2006 y 2011, perderían fuerza y se desvanecerían por arte de magia. Se equivocaron. No pudieron ver la profundidad de los reclamos, que van desde la reforma al sistema de pensiones privado hasta la legalización del aborto; pasando por las históricas reivindicaciones del pueblo mapuche o la necesidad de una salud pública de calidad, entre tantos otros.
La derecha en el gobierno desde octubre 2019 quedó descolocada, perdió por paliza todas las elecciones, no pudo impedir que naciera la Convención Constitucional para redactar una nueva constitución y ni siquiera azuzando el fantasma del comunismo pudo impedir la victoria de Boric.
Esta elección no fue una más para Chile.
En paralelo al Congreso sesiona una Convención Constitucional que Boric visitó como primer acto político después de haber sido electo presidente, mucho más significativo que su visita protocolar al presidente Piñera. Hoy existen en Chile dos poderes legítimos, y por sobre ellos el presidente. Boric tiene la oportunidad histórica de impulsar la nueva constitución y refundar Chile sobre nuevas bases, tal como adelantó en su discurso en la noche del triunfo electoral. Caminará sobre las piedras calientes que pondrán en su camino los del viejo orden, los mismos que impidieron, cincuenta años atrás, que Allende transformara Chile.
¿Podrá comenzar a hacerlo Boric articulándose con ese gran movimiento colectivo que nació en octubre 2019? Lo sabremos con el tiempo…