La gesta hacia una nueva Constitución chilena: de las calles al poder

Un repaso por las marchas por la educación gratuita y los diversos movimientos por los derechos humanos y feministas que desembocaron en la revuelta social y popular de 2019 y trazaron el camino hacia el nuevo texto Constitucional.

03 de septiembre, 2022 | 15.45

Este domingo, las y los chilenos elegirán si cambian su Constitución. Es un hecho histórico que marca el futuro de cualquier país y en cada uno el proceso que engendra este cambio fundamental es distinto. En el país trasandino, la mecha inicial se encendió en octubre de 2019 cuando el presidente, Sebastián Piñera, anunció por segunda vez en el año, un alza de 30 pesos chilenos (1,16 dólares, en ese entonces) en la tarifa del transporte del subte de la capital del país, en Santiago. “Evadir, no pagar otra forma de luchar” fue el cántico que las estudiantes secundarias corearon para invitar a saltar los molinetes. Esa protesta dio pie a un paro nacional y a las masivas manifestaciones en contra. Pero, las causas del estallido no estaban cerca en el tiempo, fueron años de masticar rabia.

“No son 30 pesos, son 30 años”, fue la síntesis del proceso que comenzó a desarmar los cimientos institucionales de desigualdades estructurales en términos políticos, económicos, sociales y de acceso a servicios básicos montados en la Constitución de 1980 por Augusto Pinochet; su colaborador, Jaime Guzmán; y los Chicago Boys. Fue el comienzo de un proceso destituyente-constituyente.

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La respuesta a las protestas por parte del Estado fueron la represión y las violaciones a los derechos humanos. “Estamos en guerra ante un enemigo muy poderoso”, declaró Piñera ante la prensa para justificar el decreto del Estado de Emergencia que llevó a los militares a la calle por primera vez desde la dictadura. Más de tres mil personas fueron víctimas de la violencia policial, 400 de ellas sufrieron heridas oculares, según los números del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Además, se identificó a más de ocho mil detenidos. 

La performance del colectivo Las tesis “un violador en tu camino” denunció las violaciones y los abusos sexuales y se hizo himno feminista mundial. La proclamada Plaza Dignidad (Baquedano), en el centro de Santiago de Chile, se convirtió en símbolo de la resistencia y de las protestas en donde se entonó más de una vez “el derecho de vivir en paz”, del cantante popular y víctima de la dictadura militar Víctor Jara.

La violencia estatal no fue suficiente para frenar la revuelta. Persistieron las tomas de los espacios públicos, la creación de cabildos para debatir el Chile del futuro, así consolidar el llamado a una Asamblea Constituyente y la organización de las primeras líneas para soportar las balas. Desempleados, estudiantes endeudados y trabajadores a los que apenas les alcanzaba la plata para llegar a fin de mes pusieron el cuerpo a las protestas.

A un mes de iniciada la revuelta, Piñera trocó su permanencia en la presidencia por un “Acuerdo de Paz” entre las élites políticas tradicionales -excepto el Partido Comunista- firmado el 15 de noviembre de 2019, llamó a un plebiscito para una Constituyente. El actual presidente y entonces diputado, Gabriel Boric, firmó el pacto pese a la falta de acuerdo de su partido, Convergencia Social-Frente Amplio.

El referéndum se celebró el 25 de octubre de 2020. La opción por el Sí, apruebo/Convención Constitucional ganó por casi el 80 por ciento con una participación histórica (más del 50 por ciento) en una votación no obligatoria.

El 15 y 16 de mayo de ese año -con un menor caudal de participantes- se eligió a las y los convencionales y ganaron las opciones por fuera del sistema de partidos. La Convención Constitucional, con 155 integrantes, quedó conformada en mayor medida por las listas que exigieron procesos participativos de la ciudadanía: Apruebo Dignidad (el Partido del Frente Amplio, con Revolución Democrática y el Partido Comunista, entre otros); Lista del Apruebo (ex Nueva Mayoría, entre otros) y Lista del Pueblo (ciudadanxs independientes), más los pueblos originarios que accedieron vía escaños reservados. Mientras tanto, la fuerza de Piñera (Chile Vamos) se quedó sin la posibilidad de veto que pretendía alcanzar, con sólo 37 constituyentes.

Antes de la revuelta

"Cada vez que vine aquí, vi que Chile se convertía en un centro comercial, una vitrina que no mostraba lo que había detrás. Esto duró 30 años. Mientras tanto, nacieron tres generaciones sin miedo", dice en off el cineasta Patricio Guzmán en su reciente documental "Mi país imaginario", sobre el estallido-revuelta.

Fueron tres generaciones que dejaron de creer en la política institucional como salida para conseguir una vida digna. Treinta años de "elitización de la política", sostiene la politóloga Claudia Heis en la pieza audiovisual de Guzmán -reconocido por retratar la dictadura en La Batalla de Chile-. La falta de credibilidad se reflejó en cada elección con una participación apenas pisó el 50 por ciento del padrón, en el marco de una democracia restringida para la ciudadanía de a pie.

El estallido o la revuelta, como se la conoce, no fue casual ni de un día para el otro. La organización comenzó mucho antes de que miles de personas salieran –cacerolas y banderas chilenas en mano- a gritar "Piñera culiao" para exigir su renuncia.

Los movimientos sindicales, antiextractivistas y por el agua de las poblaciones, las organizaciones de derechos humanos, las que pedían no más AFP (sistema de pensiones privado), las y los estudiantes y las mujeres y diversidades cuestionaron las estructuras del sistema desde abajo. Alimentaron poco a poco la llama con el correr de los años desde los bordes de la institucionalidad.

Un actor fue fundamental en cada acción: las mujeres y las diversidades. Los feminismos reclamaron desde el inicio el derecho a la participación popular en la creación de las leyes, hasta ahora más bien vedada. Empujaron y se organizaron en el Encuentro Plurinacional de las que Luchan (EPL) cada año desde 2018. Y también hubo un actor silencioso: los pueblos originarios y la promoción de la cosmovisión por el buen vivir.

Cuando salieron a las calles les estudiantes por la educación pública (2006 y 2011) y ya circulaba de mano en mano el libro “En el nombre del poder popular constituyente” del historiador Gabriel Salazar. Le siguieron los cabildos de discusión para desterrar el legado de Pinochet convocado durante el mandato de la expresidenta Michelle Bachelet.

Las estudiantes tomaron las universidades por una educación no sexista (2018) y dijeron #NoBastanTresCausales para exigir el derecho al aborto legal, seguro y gratuito (2018, 2019 y 2020). Se movilizaron, también, por una nueva Constitución. Le dijeron basta a las Administradoras de Fondos de Pensiones (2018 y 2019). La histórica Alameda se pintó de colores más de una vez. El verde #abortolegal fue el que golpeó las puertas del estallido y, no por casualidad, fueron las cabras de secundaria la chispa que encendió el fuego.

Fueron ellas y elles las que tejieron con sus manos las redes de punta a punta del país. Ellas y elles les que le dieron la victoria a este proceso histórico, así como al actual presidente Gabriel Boric. Los sectores de las élites políticas y empresariales trabajaron arduo en este tiempo para echar por tierra este cambio. Con las cartas ya sobre la mesa, este domingo se sabrá cuánto de todo lo que este Chile sembró podrá cosechar para seguir el camino hacia un estado social y de derechos para que la dignidad, finalmente, se haga costumbre.