El domingo 25 de febrero, cientos de miles de brasileños de ultraderecha, vestidos de verde y amarillo, ocuparon varias cuadras de la emblemática Avenida Paulista. Convocados por el ex presidente Jair Bolsonaro, sus seguidores clamaban contra la posible decisión de la Corte Suprema (Tribunal Superior Federal) de encarcelar a su líder si se prueba que es culpable de corrupción e intento de golpe de Estado.
¿Qué nos dice esa multitud? ¿Sigue teniendo fuerza el liderazgo de Bolsonaro?
El presidente Lula da Silva no lo minimizó: “No hay que negar los hechos. La manifestación en San Pablo fue grande, pero quedó claro que fue en defensa del golpe de Estado (fallido del 8 de enero de 2023). Cuidado. Tenemos que estar atentos porque esa gente está demostrando que no es broma. La ultraderecha ha crecido en todo el mundo y atenta contra la democracia”, dijo Lula en una entrevista para la televisión.
La prensa brasileña estimó que esta movilización popular fue la mayor desde el 30 de octubre de 2022, cuando multitudes en todo Brasil salieron a las calles a festejar justamente todo lo contrario: el rechazo del pueblo a la reelección de Bolsonaro y el triunfo de Lula en la segunda vuelta electoral.
En aquella elección, quedó claro que Brasil estaba partido en dos. En la primera vuelta del 2 de octubre de 2022, Lula obtuvo el 48,43% de los votos y Bolsonaro el 43,20%. En el balotaje, la diferencia se estrechó. Ganó el líder del Partido de los Trabajadores por poco más de un punto.
En sólo 14 meses de gobierno, Lula ha logrado éxitos rotundos: el crecimiento económico de 2,45% (se preveía 0,6%); el descenso del desempleo, el aumento de los salarios y la inflación más baja de los últimos 3 años, 4,62%. Según la agencia estadounidense Bloomberg, la popularidad de Lula llegó en febrero al 52,2% (encuestadora Atlasintel). Y este año Brasil busca alcanzar el famoso déficit cero, pero por medios muy diferentes a los propuestos por el presidente Javier Milei. Lula implementó un impuesto a los fondos de inversión de los superricos que ayudó a alcanzar la mayor recaudación tributaria en la historia de Brasil: casi al 7% interanual.
¿Cómo se explica que su opositor de extrema derecha siga entonces convocando multitudes?
“El bolsonarismo no avanza, sobrevive”, asegura el politólogo brasileño Emir Sader, profesor emérito de la Universidad del Estado de Río de Janeiro. “Bolsonaro está derrotado, pero el bolsonarismo sobrevive. Al gobierno de Lula le va muy bien, está fuerte y ha implementado medidas como el impuesto a las grandes fortunas como nunca se había hecho en Brasil. ¿Por qué el bolsonarismo logra mantener un apoyo importante en la sociedad? Porque la disputa cultural, ideológica, de valores, favorece a la derecha. El monopolio de los medios es un factor decisivo. Hay una lucha durísima contra de Lula, le buscan tropiezos menores y le dan una dimensión enorme. Por ejemplo, la declaración de Lula sobre el genocidio de Israel contra los palestinos se ha vuelto un tema reiterado.”
Para Darío Pignotti, uno de los analistas que mejor conoce la política de Brasil, no hay que sobreestimar la capacidad de Bolsonaro pero tampoco subestimarla. “Una de las varias novedades que trajo el gobierno de ultraderecha al sistema y a la cultura brasileña es que capturó una herramienta que durante décadas (por lo menos desde la transición de la dictadura) había sido patrimonio de la izquierda: las grandes movilizaciones. Bolsonaro se convirtió en un dirigente con buena capacidad de movilizar. Hoy Lula es un gobierno de opinión popular y Bolsonaro, un opositor que moviliza lo que la izquierda no moviliza.”
La bandera de Israel
Algunos de los manifestantes de ultraderecha en la Avenida Paulista agitaban la bandera israelí y, en el palco, Bolsonaro, junto a su esposa, lloró con una bandera de ese país de Medio Oriente en la mano. El espectáculo estuvo muy bien montado para una disputa que también se juega en el terreno simbólico.
Como contracara, Lula, con su ya conocida dimensión humana y liderazgo internacional, volvió a calificar de “genocidio” la matanza de palestinos, el viernes, en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. El presidente de Brasil propuso que la CELAC junto con el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas llamaran a un alto el fuego en la Franja de Gaza. La cumbre de la CELAC, a la que Argentina, irresponsablemente, no concurrió, se llevó a cabo el 1 de marzo en el archipiélago caribeño San Vicente y las Granadinas. La presidencia pro tempore la tendrá desde ahora Honduras con su mandataria Xiomara Castro.
¿Y las banderas de Israel en la marcha? “El mismo equipo de Bolsonaro se encargó de repartirlas. El acto fue organizado con mucho tiempo y muchos recursos”, aseguró desde Brasilia, Darío Pignotti. “Cuando la prensa preguntó a los manifestantes por qué llevaban banderas israelíes, la respuesta fue ‘porque en Israel defienden nuestros valores cristianos’ y no admitían que en Israel la religión es el judaísmo”.
Para Pignotti la convocatoria de Bolsonaro tuvo un objetivo claro: “evitar que empeore la situación judicial de él o la de sus hijos empeore”. “Es un acto desesperado. Lo hizo en San Pablo, con la estructura de un Estado cuyo gobernador –un ex militar de bajo rango- fue ministro en su gobierno. En esta convocatoria Bolsonaro puso toda la carne al asador. Usó toda su capacidad de movilización para frenar el avance de un Tribunal Superior Federal que, coyunturalmente, está del lado de la democracia y que lo ha puesto en problemas. En mi opinión, la posibilidad de que el ex presidente sea juzgado es cierta… que vaya a la cárcel no tanto.”
El golpismo acecha
Además de zafar de la justicia, otro propósito de la marcha fue, como dijo Lula, reivindicar el golpe de Estado fallido contra su gobierno. “Fue un acto sedicioso”, afirmó Pignotti. “La convicción golpista sigue presente. Hubo investigadores que encuestaban a los manifestantes durante el acto y el porcentaje de gente que cree que hubo fraude electoral y que por eso perdió Bolsonaro es altísimo. Peor aún, la disposición de derrocar a Lula se mantiene y si pudieran hacerlo, lo harían. Repito es un movimiento sedicioso de índole golpista. La doctrina de Bolsonaro sigue siendo el uso de la fuerza o la vía armada.”
Sobre Bolsonaro pesan muchas acusaciones: 9 de ellas por crímenes contra la humanidad al “exponer deliberadamente a los brasileños a la infección” de Covid19 y otras como el ingreso irregular a Brasil de joyas que le fueron obsequiadas por Arabia Saudita o el mencionado intento de golpe de Estado. Si su popularidad no resiste estos embates, ya hay varios bolsonaristas probándose el traje de candidato sucesor. Incluso su esposa Michelle se ofreció como candidata luego de que Jair fuera políticamente inhabilitado hasta 2030.
“Hay gobernadores bolsonaristas, en estados como San Pablo, Río de Janeiro, Minas Gerais, las tres más grandes de Brasil, que tienen el manejo de los aparatos del Estado y se preparan para las elecciones municipales de octubre de este año”, advirtió el politólogo Emir Sader. “Tendrán que enfrentarse al enorme prestigio de Lula, que es el gran comunicador nacional. El bolsonarismo no ha construido nada de importante. Es un fenómeno ideológico que cuenta con el apoyo de los evangélicos, de los medios de comunicación, del gran empresariado, pero también de sectores marginalizados. Este año la disputa en San Pablo será decisiva.”
Lula y el PT ya se han lanzado a la carrera electoral para recuperar intendencias y ganar algunas nuevas, aprovechando el prestigio creciente del presidente y los buenos números de su gestión. Bolsonaro, también. En la convocatoria de la Avenida Paulista lo acompañaron en el palco los gobernadores de San Pablo, Minas Gerais, Goiás y Santa Catarina, quienes se disputan la sucesión.
La lucha será ardua y es mucho lo que se juega en Brasil, en América latina y el mundo. No se debe olvidar la advertencia de Lula: “La ultraderecha ha crecido en todo el mundo y atenta contra la democracia”.