El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, enfrenta una tremenda crisis política que lo deja en la cuerda floja: renunciaron los tres jefes de las Fuerzas Armadas de aquel país, descontentos con el manejo del mandatario (de origen militar) y tras su intento de que el Congreso le aprobara un estado de excepción que le diera prácticamente la suma del poder público.
El gobierno de Bolsonaro, que asumió gracias a que su breve ministro de Justicia, Sergio Moro, metió preso a Lula Da Silva en 2018, viene de padecer una ola de renuncias, con la salida de 6 ministros. Entre ellos se encontraba el ex canciller, Ernesto Araujo, un yihadista ideológico de la ultraderecha y crítico del globalismo y el multilateralismo, al que vinculaba con el "marxismo cultural". También renunciaron el jefe de la Casa Civil (el equivalente a nuestro jefe de gabinete) y el ministro de Defensa.
Tras estos cambios, ahora le llegó el turno de renunciar a los comandantes de las tres fuerzas armadas: el general Edson Pujol, Ilques Barbosa (Marina) y Antonio Carlos Bermudez (Aeronáutica). Según reportó Folha, estos cambios lo alejan más de las tres fuerzas, su original y principal sustento político junto con el establishment económico.
La crisis política fue una consecuencia de la crisis provocada por la pandemia de coronavirus, que el presidente siempre minimizó y calificó como una "gripecita". Con más de 300 mil muertos, el panorama en el país limítrofe con Argentina es desolador: promedia más de 2 mil muertes diarias, con picos de casi 4 mil, y el 25% de los muertos en el mundo provienen de aquel país. La cepa de Manaos viene arrasando en todo el país y eso convirtió a Brasil en la mancha venenosa del mundo, con países cerrando sus fronteras y prohibiendo el acceso de habitantes de ese país al resto del mundo.
Ante esto, Bolsonaro se ha negado sistemáticamente a tomar medidas que limiten la circulación, ya que las vincula con el comunismo. Pero las restricciones han llegado de parte de los gobernadores, muchos de ellos que integran el denominado "centrão", los partidos de centro y centro derecha que han tolerado la gestión del ultraderechista. Río de Janeiro, por ejemplo, terminó suspendiendo los festejos por el mítico carnaval y hasta prohibió el acceso a las playas, un símbolo de la ciudad.
Por este motivo es que Bolsonaro quería presionar al Congreso para que sancione el estado de emergencia, una forma de acumular poder para poder sancionar y atacar a los gobernadores que quieran impulsar medidas de aislamiento. "Mi ejército", llegó a decir, no permitiría que se extiendan medidas como el lockdown. Estas maniobras le valieron fuertes diferencias con la cúpula militar, que no estuvieron dispuestos a acompañar más al ex reservista a su aventura.