Al principio de su Gobierno, Alberto Fernández se jugó todo su capital internacional para ubicar a su entonces secretario de Asuntos Estratégicos y hombre de confianza, Gustavo Béliz, al frente del Banco de Desarrollo Interamericano (BID) en Washington. Dio una buena batalla, pero la hegemonía de Estados Unidos aún es incuestionable en muchas latitudes de la región, incluso en el México de Andrés Manuel López Obrador. Dos años después, con Donald Trump fuera de la Casa Blanca y su aliado, Mauricio Claver-Carone, removido del BID, la batalla por esa codiciada silla se vuelve abrir. Esta vez, Joe Biden no impulsará un nombre propio, pero México y Brasil ya salieron a aclarar que ellos sí. En este escenario, Argentina apuesta a una negociación silenciosa para evitar otra pulseada pública como la de 2020 y, quizás también, con una prórroga hasta después de las elecciones brasileñas.
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El BID no otorga préstamos tan grandes como otros organismos de crédito internacional como el FMI y el Banco Mundial, solo por nombrar otros dos con sede en la misma capital estadounidense. Pero sí tiene varias características que lo hacen único y clave para un país como la Argentina, especialmente en momentos de crisis económica como la que transita hoy el país: 1. su dinero no está atado a condiciones y metas fiscales o económicas, como las del FMI; 2. financia proyectos concretos que, en general, están dirigidos a solucionar los problemas sociales más estructurales, como infraestructura, urbanización, servicios públicos, salud y educación, entre otros; y 3. aún en los peores momentos, como tras la crisis de 2001, cuando se declaró el default, el BID continuó con sus desembolsos.
Este perfil lo convierte en una institución muy atractiva en una región caracterizada por las crisis y los vaivenes económicos. Según los tiempos del BID, cada país miembro tiene tiempo hasta el 11 de noviembre próximo para presentar candidatos y la votación debería realizarse el 20 de ese mismo mes, el mismo día que comienza el Mundial de fútbol en Qatar.
La posición de los grandes del continente: EEUU, México y Brasil
Salvo por el paréntesis de 2020 con Trump, la tradición no escrita desde 1959 es que el presidente del BID sea elegido entre los candidatos presentados por los 26 países latinoamericanos, que son los únicos posibles beneficiarios de los préstamos. El Gobierno de Biden ya aclaró que no volverá a romper la tradición y no presentará un candidato propio. "Volveremos al acuerdo de gobernanza que el anterior Gobierno hizo trizas, al dar la bienvenida a candidatos de los países miembros prestatarios para que compitan por la Presidencia", tuiteó hace dos semanas el principal asesor de la Casa Blanca para la región, Juan González.
Apenas cuatro días antes, la Asamblea de Gobernadores, el máximo órgano deliberativo de la institución en el que cada país es representado por su ministro de Economía, había echado a Claver-Carone por haber beneficiado a una empleada con la que tenía una relación amorosa. Y solo un día antes de que Estados Unidos se pronunciara, México ya había aclarado que quería competir por el cargo.
El presidente de México, López Obrador, había anunciado que tenía candidata para reemplazar a Claver-Carone y que era su actual embajadora en Chile y ex titular de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU, más conocida como la Cepal, Alicia Bárcena. "Ella estuvo en la ONU, fue directora de la CEPAL mucho tiempo, es excepcional, muy preparada, con muy buenas relaciones con todos los gobiernos, desde luego es una propuesta por si se requiere una gente recta, profesional, conciliadora", argumentó el mandatario durante su conferencia de prensa matutina.
Como titular de la Cepal hasta marzo pasado, Bárcena había tenido una muy buena relación con el Gobierno argentino y, especialmente, con Alberto Fernández; un vínculo que sin dudas el Ejecutivo hoy tiene en cuenta en sus cálculos.
Brasil tardó un poco más en dejar claro que también quería competir, pero cuando lo hizo, lo hizo donde entiende que está el poder: Washington. El viernes pasado, el ministro de Economía del Gobierno de Jair Bolsonaro, Paulo Guedes, aprovechó la conferencia de otoño del FMI que reunió a sus colegas de la región en la capital estadounidense, Sergio Massa incluido, para informarle al Departamento del Tesoro que tiene un candidato para el BID.
"Brasil lleva 63 años observando y nunca ha presidido (el BID). Creemos que lo merecemos, tenemos un PBI representativo, somos una economía fuerte", argumentó más tarde cuando lo contó en una conferencia de prensa. No adelantó el nombre de su candidato, pero unos días después la agencia de noticias Reuters filtró que se trataría de Ilan Goldfajn, el presidente del Banco Central brasileño tras el impeachment de Dilma Rousseff, entre 2016 y 2019.
Este economista nacido en Israel pero educado en Brasil es además un conocido del Gobierno argentino, especialmente de Massa. Actualmente es el jefe del departamento del Hemisferio Occidental del FMI, un cargo clave en el seguimiento que mantiene el organismo de crédito internacional sobre el país, tras el masivo préstamo que tomó el Gobierno de Mauricio Macri y que renegoció el actual Ejecutivo de Alberto Fernández.
La posición de Argentina
Como dice Guedes, Brasil nunca ocupó la silla del titular del BID, pese a que es uno de los dos países miembros prestatario con mayor poder de voto en la Asamblea de Gobernadores. Pero Argentina tampoco tuvo ese privilegio y es el otro miembro prestatario con mayor poder de voto.
En la Asamblea de Gobernadores, cada país, los prestamistas y los prestatarios, tiene un poder de voto representado por un porcentaje: Estados Unidos concentra un 30%, los 26 países latinoamericanos apenas un poco más del 50% -con Brasil y Argentina a la cabeza con 11,35%- y Canadá, 16 países europeos, algunas de las principales potencias asiáticas e Israel, casi un 20%.
En este escenario, en el que los dos grandes regionales piden competir y Estados Unidos no ha apoyado aún a ninguno de los dos, Argentina apuesta a no lanzar un nombre propio por ahora y a negociar puertas adentros, sin hacer muchas olas.
Desde el Gobierno confiaron a El Destape que el objetivo es una "candidatura propia", aunque "eso no signifique un o una ciudadana argentina". "Argentina hoy apoya una candidatura de un latinoamericano, de un sudamericano, que tenga el consenso de los países grandes y vuelva a establecer la tradición de un presidente de la región y un vice de Estados Unidos", explicó una fuente cercana a las negociaciones.
Por eso, Massa habló con funcionarios de Estados Unidos y con sus pares de Brasil, Paraguay, Bolivia y Paraguay la semana pasada en Washington. Su equipo cree que López Obrador podría bajar la candidatura de Bárcena en pos de un nombre consensuado a nivel regional y también baraja la posibilidad de que se vote en la Asamblea de Gobernadores del BID una prórroga de la elección hasta que se haya asumido, el 1 de enero de 2023, el próximo Gobierno de Brasil, que se definirá entre Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en el balotaje presidencial del próximo 30 de octubre.
"Es medio ridículo que Brasil quiera una candidatura de Bolsonaro cuando puede cambiar el gobierno", reconocieron desde el Gobierno argentino y agregaron: "Hay una hipótesis de que se pueda postergar la elección para que no pase lo mismo que con Tump que impulsó a Claver-cCarone y, luego, con el cambio de Gobierno, Estados Unidos le soltó la mano."
Además, lo cierto es que los Gobiernos de Argentina y Brasil no coinciden en el tipo de perfil que debe tener el titular del BID: "Hay otros ministros como Guedes que quieren un banco más técnico, nosotros queremos un banco con más capacidad política. Es un banco del desarrollo. No se necesita un gerente de un banco, sino alguien que comprenda cómo es el proceso de toma de decisiones políticas. Además, para un perfil más técnico está el vicepresidente, que usualmente es estadounidense y funciona más como un CEO", explicaron desde el Gobierno argentino.
Arranca la campaña
Con menos de un mes para negociar, no está claro si la posición de retrasar la elección del nuevo titular del BID conseguirá una mayoría o si México o Brasil sumarán más del 50% del poder de voto y los apoyos de al menos 14 países miembros en la Asamblea de Gobernadores. El voto decisivo siempre ha sido Estados Unidos con su 30% y todo indica que al Gobierno de Biden no le interesa usarlo para crecer una grieta o ahondar alguna de las que existen en la región.
Por eso, se abre una temporada de frenéticas negociaciones, que según la estrategia de cada país serán más o menos discretas. El Gobierno argentino parece no tener interés en repetir la campaña pública y bien explícita que impulsó en 2020 con Béliz.
Hay otros candidatos en juego, todos centroamericanos, pero ninguno tiene chances si los países grandes de la región quieren impulsar nombres propios. Entre los dirigentes que se bajaran está la actual presidenta interina del BID que asumió tras la salida de Claver-Carone, la hondureña Reina Irene Mejía Chacón, con la que se reunió Massa hace unos días; la ex presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, quien por ahora no consiguió ni siquiera el apoyo explícito de su Gobierno; y ex mandatario de Panamá, Martín Torrijos.
En este escenario tan poco definido, algunos incluso empiezan a proponer nombres que podrían generar consenso y evitar una nueva puja regional. Uno de ellos es el de la dos veces ex presidenta de Chile y ex alta comisionada para los derechos humanos de la ONU, Michelle Bachelet, otra dirigenta que, como la mexicana Bárcena, cae muy bien en el Gobierno de Alberto Fernández.